20.- ||La búsqueda de un negro||

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—¡Vic no aparece por ningún lado, a la verga! ¡Ya se lo robaron!

—Mike, ¡cálmate! —Jaime le pegó con una libreta, de la cual se desprendieron varias hojas al ser estrellada en la cara del más alto—. ¡No se robaron a Vic!

—¡¿Entonces por qué no aparece?! Ya lo busqué en su casa muchísimas veces y no hay señales de vida negra.

—¿Y ya le preguntaste a Kellin sí sabe algo?

Mike negó con la cabeza y se sentó algo apartado de Tony, quien sólo suspiró algo triste y molesto por la actitud del mayor de los Fuentes; tan infantil, tan inmaduro, tan pendejo. Se supone que era su mejor amigo y desde la noche del viaje, en la que se besaron, no le hablaba como antes, y lo ignoraba, incluso lo había humillado.

Tony se cruzó de hombros y se limitó a morderse el labio, mientras hacía cara como de estar pensando. Ya no tenía ganas de hablar con Mike... en realidad sí las tenía, pero lo que no quería era que éste lo mandara directo a la mierda o se pusiera cortante.

Jaime, como todo Perrentes shipper, se había dado de la clara y gran tensión que había entre su preciada OTP, y odiaba verlos peleando, aparte de que, los tres eran amigos desde hace más de diez años, y él bien sabía que si la amistad se arruinaba, ambos iban a sufrir.

—¿Por qué lo sigues buscando en su casa, Mike? Es más que obvio que no está ahí —Tony habló finalmente y el corazón shipper de Jaime resucitó—. Utiliza un poco más el cerebro, wey. No sé, quizá se largó a México con tu mamá como el vato chillón que es.

Mike se giró hacia Tony e hicieron contacto visual por unos segundos hasta que el mayor de los Fuentes centró su vista en otro punto de la habitación en la que se encontraban. Jaime, por su parte, tenía ganas de cortarle las bolas a ambos.

Entonces Mike y Jaime se pusieron a analizar aquello que había dicho Tony.

—Puede que estés en lo cierto —dijo Jaime, rascando su barbilla—. Vic suele ser muy drástico cuando se trata de Kellin, lo sabes.

—Pues... —Mike bufó—, sí, Tony. Puede que tengas razón.

Los tres se quedaron en silencio unos segundos, cada uno analizando por su lado. Luego Mike se puso de pie y se sacó el teléfono del bolsillo trasero de su pantalón.

—¿Qué vas a hacer? —Jaime lo miró con una ceja alzada.

—Le voy a llamar a Kellin —se encogió de hombros—. Sí él no sabe nada de Vic, podemos dar por hecho la teoría de que el muy pendejo se fue a México.

Mike salió de la habitación en la que estaban y buscó el número de Kellin en sus contactos. Por un momento, recordó todas las cosas que habían pasado entre Vic y él durante la adolescencia. Luego recordó a Vic llorando como un niño pequeño la vez que rompieron por un problema estúpido.

Después, por alguna extraña razón, recordó los tiempos en los que Oliver Sykes podía cantar hardcore, pero no se le entendía ni madres. Y finalmente llamó a Kellin.

—Hola, ¿Mike? —Kellin contestó al primer tono—. Te juro que iba a llamarte, quiero preguntarte algo sobre Vic.

—Sí, justo te llamaba por él. ¿Qué pasa con Vic?

Se hizo un pequeño silencio en la línea, en donde sólo se escuchaba la respiración agitada de Kellin.

—Me peleé con él hace como una semana, o si no es que más —dijo finalmente—. Pero ahora lo quiero llamar, y no responde. Tampoco está en su casa. Incluso llamé a su amiga, Jenna, y no sabe nada, ni Jac sabe. Es raro. ¿Tú no sabes qué le pasó? ¿Está bien?

All My Heart [Kellic] (2)Where stories live. Discover now