Celebración Empañada

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29 de noviembre; es una fecha especial para Phichit Chulamont, ese día es el cumpleaños de su mejor amigo, y para poder estar con él, había programado la clase de patinaje de esa semana en Hasetsu, para que fuera justo ese día. Su amistad nació desde su adolescencia, cuando ambos eran rivales en las pistas de patinaje; pero eso no impidió que se llevaran bien, incluso por cierto tiempo estuvo enamorado de ese hermoso chico japonés.

El clima era agradable, por lo que el moreno abrió la ventana de su auto y miró el regalo para su amigo, que ocupaba el asiento del copiloto. Si todo salía bien estaría llegando al medio día a la pequeña ciudad. Ya hace un mes que no veía personalmente a Yuuri, sólo hablaban por video llamadas o algunos mensajes de texto, y en sus visitas anteriores no pudo verlo, porque decía estar ocupado; él también estaba muy ocupado con la nueva sucursal de su gimnasio que sería abierta en Tokio, a pesar de que su socio Celestino lo apoyaba, seguía siendo mucho trabajo.

En la clase de ese día, Phichit vio el notable progreso que tenían sus estudiantes; en especial las tres hijas de Yuko, la mejor amiga de Yuuri. Al terminar, las niñas se acercaron a él y le pidieron que hablara con su madre, ella estaba muy triste y no quería decirles la razón.

Preocupado, el moreno fue hasta donde estaba Yuko, al verlo la mujer se puso a llorar desconsoladamente

-Phichit, nuestro querido Yuuri... - la mención de su amigo puso en alerta a Phichit.

- ¿Qué le pasó a Yuuri? – preguntó desesperado; pero la mujer sólo sacó un papel arrugado y se lo dio para que lo viera. Sus ojos casi se le salen mientras leía - No, no, no... ese maldito de Otabek, no pudo... no se lo perdonaré. Necesito ver a Yuuri, debe estar destrozado.

Salió corriendo del edificio, subió a su auto y las llantas rechinaron por la velocidad del arranque. Condujo lo más rápido que le permitían las reglas de tránsito, hasta llegar a Yu-Topia. Corrió hasta el recibidor, buscó con la mirada y se encontró a los tres miembros de la familia de su amigo, juntos en una de las mesas del restaurante.

La madre de Yuuri lloraba, mientras su hija trataba de consolarla sin obtener resultados; Toshiya, el padre de su amigo, estaba serio, pero evidentemente molesto. El joven azabache se acercó a ellos

– Hola disculpen la molestia, pero ¿cómo está Yuuri? – Mari fue quien le respondió.

–Mal, se encerró en su habitación y no ha querido ni siquiera comer. Si tuviera a ese desgraciado de Otabek en frente, le partiría la cabeza con una escoba. Humillar a mi hermano de este modo no tiene nombre.

- ¡Mari ya!, ahora eso no tiene ninguna importancia, es por tu hermano por el único de debemos preocuparnos en este momento – intervino Hiroko. La señora miró al recién llegado – Phichit ¿Puedes hacer el intento de que mi hijo te deje entrar a su habitación? – el joven entendió que la señora estaba dispuesta hacer lo que fuera por ayudar a su hijo, y él pensaba igual.

- Haré lo que sea necesario – con paso firme, el moreno se dirigió a la habitación de su amigo, como era de esperarse la puerta estaba cerrada, tocó la madera – Yuuri, soy yo, Phichit, abre por favor – esperó pacientemente alguna reacción, pero nada – Vamos amigo, sólo quiero hablar contigo. Déjame entrar. – por fin un sonido dentro de la habitación, seguido de un "tac", el nipón había quitado el seguro de la puerta; para abrirla lentamente.

-Hola Phichit... – su voz era temblorosa, sus ojos estaban rojos e hinchados por haber llorado tanto. El moreno caminó suavemente y abrazó a su amigo, mientras este se aferraba a su ropa, llorando desconsoladamente - ¿Por qué? ¿Qué hice mal? ¿Por qué justo hoy? ¿Acaso merecía algo así? dime que es mentira Phichit... – que más hubiera querido el tailandés, que decirle a esa dulce persona que todo era mentira; una cruel mentira, pero ese no era el caso

Mi Preciada Joya: Agape y ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora