Capítulo I: Primer Año

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— ¡Ravenclaw! —gritó el sombrero viejo y polvieriento que le caía un parche cerca de la nariz de _______ haciéndole cosquillas.

La niña se bajó del taburete con dificultad, en cuanto trató de llegar a la mesa de su casa la bata se enredó en su tobillo haciéndola caer. Se quejó un poco escuchando una gran orda de risas en cada rincón del Gran Comedor y sintiendo todas las miradas de los alumnos sobre de ella.

— ¡Señorita Hartland! —la profesora McGonagall actuó con rapidez y se acercó a ella inclinándose con un semblante preocupado.

Los profesores se inclinaron en su mesa tratando de ver a la pequeña niña y algunos alumnos se acercaron de igual manera interesados, uno de ellos con una mata de pelo azabache cayendole a los ojos y unos lentes redondos bajo unos ojos como esmeraldas brillantes; él niño estiraba su mano hacia _______ mirándola con una sonrisa amigable, ella avergonzada la tomó y la estrechó para poder levantarse.

— Gracias —murmuró la chica apenada y con la mirada gacha, se alisó la túnica tratando de ignorar las risas.

Rápidamente siguió su camino hacía la mesa de Ravenclaw en silencio, con un rubor en todo su rostro. Aún sentía algunas miradas y uno que otro chiste o risita acerca de ella, pues no se necesitaba ser una superobvia para darse cuenta que se burlaban de su reciente accidente. Guardó silencio toda la velada, hasta que la cena se sirvió bajo sus narices y todos los de primero como ella exclamaron emocionados.

Regresó su mirada a la comida, el apetito que traía la hizo acabar todo su plato. Y cuando finalizó, su prefecto que de su altura intimidaba llevó a su grupo a la sala común de Ravenclaw, donde todos llegaron a las habitaciones a descansar. Sobre todo ella.

El viaje de camino a Hogwarts en tren fue un tanto fastidioso, la niña después de pasear por el pasillo y no encontrar ninguna cabina sola para poder sentarse suspiró rendida, tendría que interrumpir a alguien en su cabina y pedir permiso para poder quedarse. No quería, le daba demasiada vergüenza hablar con los demás y sus súplicas de no tener que hablar con alguien las escuchó Merlín porque en cuanto siguió caminando encontró una cabina sola hasta casi al final del tren.

Se sintió aliviada ya una vez dentro y se acomodó en uno de los asientos hacía la ventana, se recargó en esta sintiendo el vibrar del tren, desde niña había deseado estar justo ahí de caminó hacia el colegio de magia y hechicería.

— Le dije que ni se le ocurriera besarme en frente de todos —escuchó repentinamente la chica que alguien entraba al cubículo.

— Draco —una voz un tanto gruesa lo interrumpió.

— ¿Qué, Goyle?

La chica no apartó la mirada de la ventana, se sentía incapaz de moverse y tragando duro hizo puño sus manos sobre su regazo. A fin de cuentas ella no era la única en todo ese tren.

— Está ocupado —hubo un silencio incómodo, después sintió un peso hundir el asiento.

— Soy Draco Malfoy que se acostumbren, Goyle —parecia dirigirse a ella pero de forma inderecta y grosera.

_______ no apartó en ningún momento la mirada del paisaje que había en la ventana, escuchaba las voces de los que, después se dio cuenta, eran tres personas. No se enteró mucho de la conversación y no prestaba atención de ellos, de hecho, la voz del que ni siquiera había visto pero respondía al nombre de "Draco" la arrullaba de alguna forma, terminó por quedarae dormida y pegada a la ventana.

Sintió que algo le picaba el hombro se movió molesta y se quejó bajito con un gruñido, después de un momento volvió a sentir las punzadas y entreabrió los ojos. Veía los asientos de en frente vacíos y en un angulo extraño, se talló el ojo confundida.

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