CAPÍTULO 1

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28 de Octubre, 1982

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28 de Octubre, 1982. 22:35 horas.

La noche caía a paso firme, la obscuridad y neblina envolvían poco a poco a la Ciudad de México.

Cerca de las 23:00 horas, el viento disfrutó arrasar con la ciudad, arboles deshojados, caídos, fueron una constante aquella noche.

Al filo de las 23:18 horas, la lluvia decidió incorporarse a la fiesta. Fue un aproximado de 15 las viviendas que resultaron inundadas, con pérdida total. O por lo menos eso fue lo que se anunció en los noticieros al día siguiente.

En punto de la media noche, los gritos de terror comenzaron a fluir por la ciudad. Los rugidos de dolor, empezaron a esparcirse por las calles, las exclamaciones de agonía, por fin cesaron cuando el corazón de aquel hombre dejó de latir.

Dentro del bosque, en ese momento pantanoso, quedó tendido el cuerpo de un hombre. El horror que había sentido el ahora cadáver, saltaba a simple vista. Semidesnudo, con las piernas laceradas, los brazos y las manos tasajeadas, el pecho lucía marcas de lo que en su momento fueron golpes incesantes. La cabeza se encontraba desprendida en su totalidad. No había rastro de ella, por lo que sería complicado reconocer a simple vista la identidad del fallecido.

31 de Octubre, 1982. 19:00 horas.

Los infantes inundaban las calles de la Ciudad de México con un solo motivo, el de pedir su "calaverita" en las casas circunvecinas. Los gritos, las risas y vistosos disfraces, decoraban las avenidas aquella noche, a simple vista un gran espectáculo visual.

Cerca de la comandancia de policía, ubicada en la zona centro de la ciudad, un pequeñito recorría las calles junto a su madre, cuando de pronto, logro divisar, tendida sobre el asfalto, una linda caja de regalo, de un tamaño mediano, adornada con un bello moño en la parte superior.

Debido a los rumores que corrían sobre dulces envenenados, dulces con navajas en su interior, incluso golosinas impregnadas con VIH, fue que la madre del infante impidió que se hiciera con aquel objeto situado en la calle.

Cuarenta y cinco minutos después, un apestoso y hambriento gato callejero, lleno de sarna, se acercó al paquete en busca de alimento. Tras unos cuantos manoteos del felino sobre el recipiente, éste cedió, cayendo de lado y expulsando de su interior una pieza extraña, con olor fétido, el cual repelió inmediatamente al gato muerto de hambre.

A las 22:00 horas, una patrulla de policía que realizaba un rondín por las calles, alumbró con sus faros delanteros aquel objeto misterioso. Intrigado, un agente de policía descendió de su vehículo para inspeccionar aquel elemento.

Conforme el agente se acercaba, pensaba en que podría ser alguna caja que en su momento llego a contener chocolates y que tras ser ingeridos, el paquete había sido desechado unos cuantos minutos antes por el ahora ex propietario.

Aquella misteriosa caja, contenía una tarjeta y en ella, se leía el siguiente mensaje:

"Me complace dar por inaugurada la colección".

Atentamente: "El Coleccionista de Cráneos".

Próxima exposición: 2 de Noviembre de 1982.

Inmediatamente después, el agente localizó una pieza extraña, un cráneo situado a unos cuantos pasos de su bota derecha. De inmediato alertó a la corporación y minutos después, el lugar se encontraba sitiado por agentes de policía y por investigadores forenses.

Al llegar los investigadores, tomaron aquel cráneo para dar resguardo, realizar las pruebas y estudios correspondientes, pues podría arrojar evidencia del asesinato ocurrido unos días antes.

El cráneo localizado, se encontraba decorado con una fina chaquira de color azul celeste. Sobre el lado derecho, el cráneo contenía un pequeño círculo de color negro, con el contorno de chaquira color rojo, esto emulando el color de la sangre. Del mismo modo, un orificio sobre su lado izquierdo. La dentadura se encontraba amarillenta y con un par de piezas dentales que destacaban por su ausencia. Las cuencas de los ojos, contenían chaquira de color negro en su contorno. En la parte frontal, escrito a mano y con pintura blanca, se leía claramente "Agente Horacio: 1951-1982".

El hecho impactó a todos los agentes ahí reunidos, pues parecía un tributo ¿O una broma? Al suicidio del agente Horacio Anchondo, ocurrido a inicios de 1982, luego de ser acusado de violación por una adolescente.

Aquel cráneo, fue catalogado por el jefe de policía de la Ciudad de México, como un intento de humor grotesco, aterrador, burlón y macabro.

– Desconocemos al autor de esta pieza – declaró el Jefe de Policía. – Continuaremos con la investigación – añadió para concluir la breve conferencia de prensa.

El Coleccionista De CráneosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora