Doce

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—Iré al baño, ya vuelvo.

Asiento ignorando a mi mejor amigo, aún no entiendo el cuadro frente a mis ojos.

¿Hombre o mujer?

Jared ríe y escucho como se aleja. Frunzo el ceño ladeando mi rostro a la derecha para buscar un mejor ángulo. Nada, no encuentro la forma de la pintura.

(•••)

Han pasado dos horas, sin exagerar y aún espero a que Jared regrese del baño. ¿Será que está mal del estómago? No, no.

Marco a su celular mientras camino distraída y caigo en el buzón de voz. Rayos, lo voy a matar.

Giro en la siguiente esquina por quinta vez y me detengo al instante, esa risa.

¿Jared?

Guardo mi teléfono y me escondo detrás de una estatua muy rara, a decir verdad, parece más una pila de hierro que una estatua.

—¿Y puedo llamarte?— mi mejor amigo sonríe a la chica frente a él. Ella ríe y parece una hiena.

—Te daré mi número, si dejas que te invite un helado.— la hiena, digo, la castaña vuelve a reír y Jared sonríe victorioso. Pasa su brazo por su cintura y se giran a la salida del museo.

Siento como mi corazón se hunde, parpadeo para alejar las lágrimas y vuelvo a marcar a su celular. Observo como saca su móvil y le sonríe a la castaña, para luego contestar.

¿Ross?

—Hey, ¿dónde estás?— mi voz tiembla y carraspeo.

Lo siento, mamá me llamó. Necesitaba que le comprara algunas cosas.

Cierro mis ojos y termino la llamada.

Tal vez, en otra vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora