1. El comienzo

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— Entonces, ¿qué haremos? – pregunté, sin dejar de mirar a Hanna con una enorme mueca de diversión plasmada en su rostro.

Hanna, la coreana-americana, cerró su boca delante de mí, apoyándose contra la clara pared del pasillo y juntó sus labios reprimiendo una sonrisa en una fina línea.

El timbre aún no sonaba y todos en el pasillo estábamos esperando por el inicio del primer periodo de clases y, por su puesto, yo iba a continuar insistiendo en salirme con la mía. No iba a rendirme, nunca lo hacía.

Pinché su mejilla con mi dedo índice y luego lo volví a intentar, escuchando de fondo el murmullo del pasillo lleno de estudiantes curiosos.

— Es el primer día – le recriminé – y no me puse este uniforme para no ser vista – bromeé y pinché nuevamente su mejilla antes de señalar la falda gris, la camisa blanca y el ridículo bléiser azul marino – al menos vamos a caminar cerca del barrio universitario – supliqué con voz aguda – estas piernas merecen ser apreciadas – finalicé rápidamente, sacudiendo su hombro derecho.

Hanna finalmente dejó de luchar contra su sonrisa y la esbozó, meneando su cabeza antes de mirarme a los ojos con completa diversión.

— Yo estoy de humor para karaoke y luego comida – proseguí, dando un pequeño salto de celebración cuando ella asintió con su cabeza, aceptando los planes – entonces...

Me detuve en medio de mis palabras cuando la sonrisa de la muchacha delante de mí se borró de pronto. Alcé una ceja de modo casi instantáneo y sus oscuros ojos se posaron en mí de inmediato, suplicando.

— Quédate en silencio por un minuto, Tara – musitó de pronto, con voz temblorosa.

— ¿Estamos practicando alguna clase de obra de teatro aquí? – musité, sin poder comprender qué mierda estaba sucediendo en ese momento.

Gruñí cuando volví a insistir, mirándola directamente a los ojos y la única respuesta que obtuve de mi amiga fue que ella cerró los ojos, quedándose en un completo silencio.

Maldije entre dientes y di un paso hacia atrás, chocando con alguien.

Me giré, mascullando palabras entre dientes cuando noté que alguien se encontraba ahí, demasiado cerca de mí.

Mi ceja se elevó de inmediato en cuanto encontré con un muchacho, mirándome de pies a cabeza, sin ninguna clase de escrúpulo o disimulo. No era demasiado alto, más bien como de mi altura. Llevaba el cabello teñido rubio, casi plateado y sus ojos se movían sobre mí, escaneándome antes de fijar sus ojos en los míos.

Vestía el uniforme y toda su postura corporal se encontraba relajada, como si él fuese el dueño del lugar.

— ¿Qué estás mirando? – espeté, captando la atención del chico en cosa de segundos.

— T-Tara – susurró Hanna – cierra la boca, te meterás en problemas – musitó esta vez en un hilo de voz.

Una pequeña sonrisa tiró de la comisura izquierda del labio del muchacho.

— Te pregunté qué estás mirando. – repetí, esta vez más lento y pausado, como si estuviese tratando con un niño.

Escuché un grito ahogado por parte de mi amiga en cuanto hablé nuevamente.

El chico subió la vista hacia mis ojos y su intento de sonrisa desapareció al instante. Su mirada era fría, desalentadora y casi cruel, y yo simplemente rodé los ojos cuando no dijo nada en los siguientes tres segundos.

— A la mierda, no estoy aquí para aguantar imbéciles el primer día – me giré, tomé la muñeca de Hanna y tiré de ella conmigo hacia los baños de damas, no sin antes chocar intencionalmente con el hombro del idiota que no había pronunciado ni una sola palabra y continuaba mirándome de pies a cabeza.

Solo fui capaz de avanzar un par de metros antes de que Hanna se plantase en medio del pasillo, con su rostro pálido y expresión desesperada.

— T-Tara – repitió.

— ¿Sí, Hanna? – rodé los ojos – dime qué mierda te pasa – me crucé de brazos.

Suspiré y un segundo después, observé que todos los ineptos nos estaban mirado con la boca abierta.

— ¿Qué les pasa a todos ustedes? – subí las cejas con exasperación, mi buen humor se estaba yendo a la mierda y ni siquiera había entrado al primer periodo de clases.

— E-el último que le habló así a Park Jimin perdió su casa en un incendio – tartamudeó la chica, sin dejar de temblar.

La miré por un segundo, frunciendo los labios.

— Y no fue un accidente – Hanna lucía completamente aterrada de las palabras que se encontraba pronunciando.

Esbocé una sonrisa y esta se ensanchó cuando miré por sobre el hombro de mi amiga y lo vi ahí, todavía mirándome sin expresión alguna.

— Pues lo quiero ver intentar quemar mi casa.

Finalicé con una sonrisa, y volví a tirar de Hanna hacia los baños sintiendo la persistente mirada del tal Park Jimin justo en medio de mi espalda.









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¡Hola, hola!

Antes que otra cosa (?) agradezco a quien se pase por aquí y se tome el tiempo de leer :)

Para aclarar, en esta historia exploto y exagero mucho (quizá demasiado) la personalidad que he desarrollado de Jimin, Yoongi e incluso Seokjin, solo para que lo tengan en cuenta cuando comiencen a leerla (?) además llevo un tiempo trabajando en ella y por fin me decidí a subirla asjklasd agradezco a dos personitas que me ayudaron bastante en cada aspecto de lo que es esta historia y también se las dedico a ellas <3

Cualquier comentario, crítica o lo que sea es bien recibida y realmente espero que les guste la historia con el hombre que hace tener pensamientos impuros a cualquier ser viviente jasdh <3

wingless [park jimin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora