II

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Esmeralda Hill


Ponen de nuevo la cinta métrica en mi cintura y la anotan en el pequeño cuaderno que guarda todas mis medidas, cansada dejo que lo sigan haciendo mientras observo a mí alrededor, al menos cuatro guardias están en la habitación, cuidándome.

Bajo del pequeño estrado y tomo asiento en el sofá, reviso mi celular para ver el mensaje de mi padre, el cual dice que los guardias le han confirmado que todo está bien y que me estoy comportando.

No contesto, él ya sabe todo.

Me enseñan una serie de fotografías de los posibles modelos de vestidos que me gustaría usar, y siendo sincera, lo único que quería hacer, era estar afuera, tomando un helado, ir a algún club, salir con algún chico que no sea un imbécil y divertirme. Solo divertirme como una chica de 19 años normal.

Pero no, estaba en una sala de un famoso diseñador, escogiendo el modelo de vestido que me apetecía usar, solo para una ridícula pelea que me tenía con el corazón en la boca, al ver cada golpe que le daban a mi padre.

Estábamos a una semana de una de las peleas más sonadas en la radio, televisión, revista y todo medio de comunicación masiva que me podía imaginar.

Estaba asustada, sola y asustada, interiormente gritaba por auxilio, quería dejar de tener esta vida, solo quería una vida normal.

—A tu padre y a tu novio le encantará el vestido que escogiste —me dice una de las mujeres que entran a la habitación.

—Estoy de acuerdo, te quedará divino, aún recuerdo cuando me veía así de bien... Como pasan los años —suspira otra de ellas.

—Bueno, muchas gracias por su ayuda —digo cortante.

—Señorita, tenemos órdenes de llevarla a casa ahora mismo —dice uno de los guardias.

—Bien —me levanto y murmuro un último gracias a las modistas.


Abordo el auto para encontrarme con Abel cómodamente sentado en el auto.

—Hola, nena, ¿cómo salió todo? —intenta besarme pero ofrezco mi mejilla.

—Bien —me acomodo lo más lejos de él y observo por la ventanilla.

—¿Ahora qué tienes? —dice.

—No tengo nada —digo enojada.

—¿Entonces por qué estás así? —dice.

"Ni te atrevas a dejar que se pase de la raya, sabes que me enteraré de cualquier cosa que pase, estás con él para seguir con la misma vida que tenemos ahora, ¿quieres ser pobre como tu madre y yo lo fuimos? Claro que no, así que no seas una estúpida, trátalo bien, sólo sé inteligente." —retumba la voz de mi padre en mi cabeza.

—No tengo nada, cariño —finjo una sonrisa y acaricio su mano aún en la lejanía, evitando el asco que siento por él.

—Creí que estabas enojada conmigo —besa el dorso de mi mano.

—No estoy enojada contigo...

"Es casi como si tu padre te prostituyera, niégate a hacer esto Esmeralda, no permitas que tu padre te haga esto." — dice la voz de Abril, la cocinera y mi única amiga.

—¿Qué tal estuvo el entrenamiento? —pregunto.

—Extraño... —frunce el ceño.

No quiero profundizar en nada, así que continúo en silencio todo el camino, despidiéndome de Abel, esta vez correspondiéndole con un casto beso en los labios.

Lucharé por ti    |  (Eres hermosa para mí #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora