XIV

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Vi Lexington.


Aún sentada en el sillón del hotel, espero a que Alan llegue, hace más de dos horas que llegué, y no está aquí, hace menos de cinco minutos me dijo que apenas venía hacia la habitación.
Escucho que la puerta se abre y lo veo entrar rápido.
—¿Qué pasó? —se nota acelerado.
—Quiere que me quede con él, que nos casemos.
Su mirada denota su pánico y se decide a hablar.
—Esto es muy malo, Vi.
Se sienta a mi lado y toma mi mano.
—Te dije que no fueras con él, ¿qué más pasó?
Me recargo en el respaldo y empiezo a hablar.
—Hicimos lo tuvimos que hacer...
—Te acostaste con él —se levanta y empieza a caminar por la habitación—. ¿Qué le dirás a..?
—Al siguiente día fuimos a su entrenamiento de box, y su vida... —lo interrumpo, porque no quiero hablar de Adam.
—Su vida...
—No lo sé, Alan. Tiene muchos problemas, estoy segura de que quiere a otra, pero dice que quiere estar conmigo, no sé qué hacer.
—Eres una estúpida.
—¡Alan!, ¡estoy hablando en serio!
—Mira, ridícula; hace tiempo que me la pasó escuchando tus quejas, cuanto lo extrañas. Inténtalo, si la vida te está dando otra oportunidad con él, adelante. Apuesto a que es muy bueno en la cama, como para que quieras volver con él.
—No tienes ni idea —muerdo mi labio inferior y una ráfaga de imágenes se pasan por mi cabeza, al recordar la noche anterior.
—Tienes que contarme... ¿Es mejor que Adam?
—No hay punto de comparación, Alan.
—¿Y qué pasará con él?, viniste a tomarte un break de esa terrible discusión, y en cuanto acordaron tener espacio, no lo desperdiciaste y encontraste a Joe.
—Por ahora no quiero pensar en Adam, quiero enfocarme en Joe.
—Bueno, pues más te vale que me cuentes con lujo de detalle, que tan bueno es en la cama. Pero antes de que me cuentes, necesito que me digas qué harás con lo de Adam, y te enfocaras en esa cosa gigante que tienes en tu bolsillo solo por un momento.


No puedo razonar el cuanto pude haberlo extrañado en todo este tiempo, en cuanto sufrí sin él, pero ahora estando con Joe, no sé si es él lo que realmente quiero en mi vida, porque al estar con él, siento como si nada hubiese  cambiado, como si todo el tiempo que pasó, no importara.
Pero lo hace, importa.
Importa, porque creí que cuando volviéramos a estar juntos en mis sueños más esperanzados, seríamos maduros, las cosas serían completamente diferentes, pero simplemente nada es diferente.
Estar con él, es regresar a lo que más he extrañado, lo que más he anhelado, lo que más he temido durante todo este tiempo, es duda, es recuerdo, es necesidad, es amar.
Pero de estas cosas que he mencionado, no sé cuál es la más fuerte en mi interior, no sé cuál es la correcta a seguir.
La única manera de saber cuál era la indicada, era seguir con él, y que el mismo tiempo me lo dictara.

—¿Por qué lloras? —Alan se acerca al sillón y me abraza, haciendo que mis piernas sean liberadas de mis brazos.
Un gemido es emitido de mi parte y más lagrimas me abandonan.
—No lo merezco.
—¿Qué?, ¿de qué hablas? —me levanto y empiezo a caminar de lado a lado en la habitación.
—No lo sé —tomo mi cabello con fuerza.
—Claro que lo sabes, y me lo dirás ahora.
—Alan...
—Dime —sentencia.
—Él merece a alguien que no tenga dudas, merece a alguien que no dude ni un segundo en abandonar todo por él, merece seguridad, merece esa estabilidad que siempre ha querido y que nunca fui capaz de darle.
—Vi, creo que...
—Creo que quiero intentarlo con él de nuevo, creo que aún lo amo, creo que...
—¿Crees?
Me vuelvo a quedar callada.
—Dime qué hacer. Te lo ruego —cubro mi rostro con mis manos y con lágrimas en los ojos, lo enfrento.
Se sienta a mi lado y toma mi mano para darle un beso en el dorso.
—No sé qué debes hacer, lo siento.

Dejó las llaves en la mesa y me paseo por el departamento, el auto de Joe no estaba, así que seguramente Aarón lo debió haber tomado.
Entro a la habitación de Joe, pero la cama la encuentro completamente vacía.
Se ha ido.
Me acerco a sentarme en el colchón y me recuesto después.
La cama huele a su gel de baño y a mi shampoo, huele a nosotros, y eso me reconforta de sobremanera.
Un vacío se instala en mi estomago, al recordar lo que tengo en mi bolsillo, al recordar lo que Alan me dijo que no debía olvidar ni por un segundo, toco un poco para saber que está ahí, y para pensar en la manera en la que Joe reaccionara al saber.
La puerta de la entrada se abre y sé que ambos han llegado, sin embargo me quedo aquí acostada.
—Joe... —llamo, porque nadie se ha acercado a la habitación,  pesar de que puedo escuchar sus voces lejanas.
Me levanto y antes de abrir la puerta, escucho la voz quebrada de Joe.
—Llénalo —esta ebrio.
Está ebrio y está tomando medicamentos.
Sin esperar más, salgo de la habitación, y me decido a enfrentarlo.
—¡¿Qué mierda te pasa?!, estás tomando medicamentos, deja ese vaso por favor.
—¿Qué mejor medicamento para cualquier tipo de dolor que el alcohol? —levanta el vaso a mi dirección y lo bebe todo.
—Joe, deja de beber, o en este momento me largo de aquí.
Su mandíbula se aprieta y se levanta del banco de la barra con dolor.
Pasa a mi lado, pero toma mi muñeca y me lleva a la habitación.
—No quiero que te vayas —susurra cuando cierra la puerta detrás de nosotros—, pero en este momento si lo quiero, solo si prometes regresar mañana.
Incrédula, dejo salir una sonora carcajada y lo observo.
Su rostro sigue serio, impenetrable.
—¿Hablas en serio? —murmuro.
—En serio... Mira, en estos momentos, no me siento bien, han pasado muchas cosas en cuestión de días y... Necesito pensar un poco con ayuda del alcohol, si quieres quedarte, está bien, pero lo harás porque respetaras que esta noche quiero beber, y tal vez hasta te unas, pero si estarás aquí para recordarme que me rompieron la madre y que estoy tomando medicamentos, hoy sería un buen día de descanso de mi.
Sus palabras suenan tan extrañas saliendo de él, que no puedo evitar agradecerle internamente que me de la noche, que me permita pensar sin él todo el tiempo a mi lado.
—Gracias —beso su mejilla y tomo mi bolso.
El camino hacia la puerta principal, es más largo de lo que pienso, y justo antes de abrir la puerta, vuelvo mi vista a Joe y a Aarón que me observan desde la barra.
—Nos vemos mañana, chicos.

Salgo corriendo y subo al auto rentado, bajo los vidrios, le subo a la música, y conduzco por las iluminadas calles de las Vegas.
Cuando por fin mi respiración esta acompasada, aparco en algún lugar y de mi jean, saco un anillo plateado, rodeado de diamantes y con uno mucho más grande en el medio.
Me había hecho a la idea de una vida con Adam, pues es una persona que entendía por completo mis sueños, mi carrera, todo de mi, y me sentía cómoda, me hacía sentir segura esto que sentía.
Sin embargo, observando el anillo, y el pequeño lago que tenía enfrente, la idea de botarlo, se me hacía lo más sencillo.
Salí del auto con decisión, y besé el anillo, para después estirar mi brazo hacia atrás, tomando impulso, y después hacia adelante.
Pero no pude aventarlo, unas lágrimas descendieron por mis mejillas y volví a besar el anillo.
Me lo puse solo unos segundos, admirando la gran piedra que era de su madre fallecida, admirando las promesas que habíamos hecho, admirando mi amor por él.
Lo retiré de mi dedo y volví a guardarlo en mi jean; dejé que un fuerte grito saliera de mi garganta, al punto en el que mi garganta empezó a arder y mis ojos empezaron a llorar en exceso.

Maldita sea, ¿qué haría?



Gracias por estar conmigo siempre.
Gracias por votar.
B.

Lucharé por ti    |  (Eres hermosa para mí #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora