XII

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Esmeralda Hill.

Abrazo con fuerza mis piernas para presionarlas mucho más contra mi pecho, el sentimiento que me atenaza es tan fuerte, que no puedo evitar derramar una o dos lagrimas de vez en cuando, frente a mí está la que se supone ser la novia de Joe.
Es hermosa, no lo puedo negar, tampoco puedo ignorar la idea de saber que probablemente de ella era quien Joe hablaba cuando estaba en sus momentos más oscuros, no me atrevo a dirigirle la palabra, no me atrevo a decirle nada porque me avergüenza que sepa que Abel hizo esto por mí, que le hizo daño a una de las personas que más me importan.
No puedo soportar la idea de que dañen a alguien a quien quiero tanto.

—¿Sabes qué fue todo eso? —levanto el rostro y una bata se atraviesa frente a nosotras.
—Familiares des Joe Joauven...
Me levanto de inmediato al igual que ella y la mirada del doctor va de una a la otra.
—¿Está bien? —pregunta Victoria.
—El joven se encuentra ya estable, tiene unos cuantos hematomas, pero en cuanto al golpe que recibió en la cabeza, no hubo ninguna fractura ni daño al cerebro, necesitará reposo, también necesitará...
—Tiene una pelea el sábado —dice la voz de mi padre.
—¿Es enserio, papá? —pregunto furiosa.
—Sin faltarle al respeto, el joven fue atacado y se encontraba grave hace al menos dos horas, se le hicieron varias radiografías y verificamos con más estudios, que no tuviera hemorragias internas, otra cosa que deben saber, es que tiene una costilla rota. Necesita reposo.
—Pero...
—No hay nada que pueda hacer para que cambie de opinión, señor.
—¿Necesita algún cuidado en específico?, puedo contratar una enfermera para que se haga cargo de ello, incluso podría ir yo a...
—Es muy amable lo que quieres hacer, pero para eso estoy yo —me dice Victoria.
El silencio tan pesado que se asienta entre todos los presentes, es tan intenso, que la misma tensión se podría cortar con un cuchillo.
—Joe no necesita cuidados extra de alguna enfermera, sin embargo cuidar de su dieta es más que primordial.
—Su dieta se basa... —dice mi padre.
—De ahora en adelante se basará en una dieta blanda...
—No puede perder su masa muscular, ha trabajado mucho...
—Sin ofender señor, todo lo que me dice me parece soso y egoísta. Le pido guarde silencio y no se comporte como si la salud del joven no importara.
—¿Cuánto tiempo tiene para recuperarse? —pregunto.
—Esmeralda, sin ofender, agradezco lo que quieres hacer, pero tu novio fue quien lo puso en esa camilla, nada de lo que quieras hacer va a cambiar su situación actual, te agradecería te fueras y dejaras de entrometerte en esto, es mejor que te vayas con Abel, porque no tienes vela en este entierro.
—Él me importa —respondo irritada—, me importa y mucho.
—Esmeralda...
—Te presentas aquí después de tanto tiempo... Él pasó por mucho, apuesto a que ni siquiera te ha contado de Liza, no te ha contado nada, lo tomas orgullosa de la mano sin saber que ha pasado últimamente en su vida, crees tener mayor derecho al estar aquí, pero somos casi iguales. No quieras aparecerte de la nada, sentir que nada de lo que pasó entre ustedes en el pasado importa, porque lo hace. Lo quiero.
—Yo también lo quiero —responde fría.
—Pues eso nos pone en la misma posición; tu lo quieres, yo lo quiero.
—Si lo quisieras como aparentas, dejarías al imbécil con el que estás y permanecerías con el.
—Será mejor que te ca...
—Vas de uno a otro, te lanzas a los brazos de ambos como si fueras una zorra.
Un golpe aterriza en su rostro y la mano me escuece debido a la cachetada que acaba de voltearle casi de una manera surreal el rostro.
—Tú no conoces mi situación, no conoces nada de mí, y justo por eso, no permitiré que me hables de ese modo. La situación en la que estoy no fue mi desición. Quiero estar para Joe, como él lo ha estado en algunos de mis peores momentos. Hay quienes somos obligados a amar y hay quienes hacen que eso surja casi mágicamente...
—Hablas de una fantasía —me corta— . Yo solía ser como tú, solía pensar del mismo modo, pero las cosas no son así una vez que has amado.
—Tal vez, pero no renunciaré a esto que siento por...
—Esmeralda, tenemos que irnos —dice mi padre.
—No espero que me entiendas, no lo necesito, en primera instancia, no me agradas, en segunda, nadie más que él y yo, tenemos derecho a saber lo que sentimos.
—Que lastima que él no sabrá lo que sientes, mantente al margen niña, ve con tu novio. Que yo estoy con el mío.

Abel intenta abrazarme una vez más pero me desprendo, la ira me carcome, la ira no me deja ver más allá de lo que sucedió.
—Ya te dije que me sueltes —me vuelvo a separar de él.
—¿Estás molesta? —dice con aire burlón.
—¿Tan obvia soy?
—Cariño, lo que hice iba en broma, lo juro...
—¿En broma?, ¡le rompiste una costilla!
—¿Te preocupas por él? —pregunta enojado.
—No puedo creerlo... ¿Te vas a poner celoso por ello?
—Creí que dijiste que lo tuyo con él no fue enserio.
—Bueno, pues para mí lo fue, él me importa, y mucho más que tú.
Me jala tan fuerte del brazo que hace que choque contra su torso.
Echa mi cuello a un lado y suspiro llena de miedo, asco e ira.
—Eres mi novia, mi mujer, el único que te debe importar, soy yo. Así que te prohibo —gruñe de una manera espeluznante contra mi cuello que reprimo un sollozo—. Te prohibo que lo vayas a ver.
—No te tengo miedo —murmuro.
—Deberías.
Me suelta sin cuidado y me empuja.
—Tal vez deberías dejar de ser un cobarde y empezar a pelear sin ayuda de tus gorilas, tal vez deberías dejar de querer comprar a una mujer, porque no eres capaz de tener a una por tu cuenta, tal vez deberías de saber que lo elijo a él desde ahora y tal vez deberías de saber que eres un doblemente cobarde, por haberme amenazado de esta manera. Hijo de puta.

Gracias a las recriminaciones que le hice a mi padre, pude lograr hacerlo que me dejara salir por tes horas, así que al primer lugar que me dirijo, es al hospital.
Camino hacia la recepción y pregunto a la enfermera sobre Joe.
Me da las indicaciones de su piso y cuarto y es a donde me dirijo.
Cuando por fin llego, toco la puerta dos veces y una voz ronca me permite pasar.
Cuando lo veo, no puedo evitar tener una sacudida en el pecho, su rostro está en extremo lastimado y su mirada se posa en la mía sin decir nada.
Me acerco un poco a él y como noto que no quiere que me aleje, planto un beso en su frente.
—Lo siento... —murmuro reprimiendo las lágrimas que me amenazan con salir
Lo observo fijo y puedo notar esa mirada cargada de tristeza.
—Lamento no poder estar contigo al cien por ciento... Lamento lo que te hizo Abel, lamento que esto que considero lo más bello de mi vida, tenga que acabar así. Lamento...
—Esmeralda...
—Escúchame, lamento no ser lo que necesitas, o más bien, lamento —si es el caso—, serlo y no pertenecerte, lamento que... —no puedo detener las lágrimas—, lamento lo que pasó en el club, lamento las cosas que tienes que soportar solamente...
—Esme...
—Solamente porque me he enamorado de ti.
Cubro mi rostro y esta vez estallo en llanto.
—Sé que ahora estás con alguien, sé que es ella de quién hablabas, y quiero que me elijas a mi... Pero también sé que sería egoísta pedírtelo, porque... Porque se supone que yo estoy con alguien más, porque se supone que lo amo o debería.
Un silencio se produce y me vuelvo a acercar.
—Gracias por respetar que esté con Victoria —murmura.
Todo el fuego que se acumulaba en mi alma se apaga con solo un balde de agua fría, todo lo que le había dicho, lo respondía de la manera más tajante y dura.
—Es a ella a quien amo...
—Joe...
—Ella y yo tenemos una historia, que aunque no es la más grata, es una historia que sigue presente en mi vida, y si ella está aquí, no la pienso dejar ir. Ella ha sido quien más daño me ha hecho y quien espero pueda enmendar lo que destrozo.
—Joe... Tú lo haz dicho, lo que tuvieron es historia, por favor, elige bien... Elígeme —es absurdo la manera en la que casi le estoy rogando.
—Tu también lo haz dicho, aunque te elija, nunca serás mía, siempre estarás atada a ese imbécil, y aunque te quiera como lo hago yo...
No lo dejó terminar y me acerco para besar tiernamente sus labios, siento que me quiere apartar, pero pronto su mano se acomoda sobre mi hombro y la desliza a la parte posterior de mi cuello, para así poder tener mayor acceso a mis labios.
Un fuerte jalón me separa de él y suelto un leve grito cuando veo a Abel sosteniéndome de ambos brazos y con un rostro lleno de furia.
—¡Déjala! —grita Joe.
Pero es tarde, Abel me empuja contra la pared y sostiene mi cuello o con fuerza.
Abel me está ahorcando.

—Eres una puta, sabía que ibas a estar aquí —dice.
—¡He dicho que la sueltes —grita de nuevo Joe, pero yo poco a poco empiezo a ver todo nublado.
Parecen horas las que parece que pierdo la consciencia, pero cuando tengo las fuerzas para abrir los ojos, veo la imagen de Joe abalanzándose sobre Abel y doctores y enfermeros separándolos.

La mirada aterrorizada de Joe es lo último que observo cuando me sumo a la oscuridad.




Dos capítulos en un solo fin de semana.
Alguien está inspirada.
Alguien volvió a las andadas.
¿Les ha gustado el capítulo?

B.

Lucharé por ti    |  (Eres hermosa para mí #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora