XV

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Esmeralda Hill.

Abril me abraza cuando le cuento todo lo que Joe me dijo, lágrimas e desprenden una y otra vez y bajan por mi rostro, la cabeza me duele, y por un momento el aire me falta tanto, que arranco con violencia la bufanda plateada de mi cuello y suspiro con fuerza al sentir un profundo dolor en el pecho.
—Cariño... Cálmate —pero mi llanto aumenta un poco más.
—Está enamorado de mí, me quiere... Y yo... Esto es mi culpa.
—Nada de esto es tu culpa, cariño. La de tu padre sí.
Aviento contra la pared mis zapatillas y deshago el cierre de mi vestido.
—Odio esto... Odio todo.
—Esmeralda.
—No.
Se queda callada y espera a que hable.
—Toda mi vida me ha llevado a esto, siempre se trata de sus planes, siempre se trata de lo que el señor Tyler quiere de lo que necesita, nunca se espera un segundo a pensar en lo que quiero, me ha obligado a esto, después de lo que Abel me hizo...
Veo como observa mi cuello con tristeza.
—Ahora hace una fiesta y presume orgulloso un compromiso arreglado, ¿acaso espera que me mate?
—Esme...
—No puedo permanecer aquí, dejando que esto se lleve acabo, debo detenerlo, debo parar con esto... O podría matarme.



Esta última semana, se ha basado en preparaciones de la boda que se hará en seis meses, esta semana Joe ha regresado a sus entrenamientos, y gracias a Abril, sé que ha traído a su novia; pues no he tenido el valor de verlo después de lo que me dijo, porque era una cobarde y me limitaba a amedrentarme  a ocultarme a pesar de ser él lo único que quería ver.
Sin embargo ese día estaba completamente decidida a confrontar a mi padre.
Entré a la sala decidida, pero no estaba por ningún lado ni nadie, más que Tania limpiando el lugar con la aspiradora.
—¿Y mi padre? —pregunto pero me ignora.
Asombrada por su actitud indiferente a mis palabras hablo.
—¿Si me escuchaste?
Nada.
Ambas nos desconcertamos al ver a Joe pasar frente a las puertas de vidrio que dan a la alberca.
—Es guapo.
—¡Vaya!, ¡hablas!
Me observa y regresa su atención a Joe.
—El señor salió.
—¿Dijo dónde iría?
—No lo mencionó.
—Gracias.



Salgo de la estancia frustrada por la actitud tan pedante de la mujer que ha contratado mi padre y camino hacia la cocina, pero justo cuando estoy por dar la vuelta, choco contra un cuerpo.
Joe me observa y bebe de su vaso con agua.
—Hola —me separo un poco y camino un poco a su lado para llegar a mi destino, pero se atraviesa en mi camino.
—No te había visto...
Observo sus labios humedecidos por el agua y suspiro apartando el pensamiento que me ha atacado.
—He estado un poco ocupada.
—Con lo de tu boda, seguramente.
Asiento apenada y vuelvo a caminar, pero su mano aprieta mi brazo con fuerza impidiéndome el movimiento.
—Vas a fingir que no te dije nada, ¿verdad? —su mirada me reta.
—Claro que no...
—¿Entonces porque me evitas?
Tiro de mi muñeca y me suelta rápido.
Estudio de nuevo su rostro y vuelvo a observar sus labios.
—Tengo que irme.
Vuelve a tirar de mi muñeca, pero antes de que pueda decirle algo, sus labios se estampan con los míos, es tan veloz que ni siquiera tengo un breve instante para corresponder, no es hasta que sus labios persisten sobre los míos, que empiezo a responderle con la misma necesidad con la que él me besa.
Sus manos están por mi cintura y acariciándome sin detenerse, asegurándose de que estoy aquí con él.
El calor que adorna mi pecho es tan abrumador, molesto y hermoso, que no quiero que se detenga, que no quiero dejar de sentir sus labios sobre los míos, que no quiero apartarme de él.
—Tu padre llegó —la voz de Abril nos interrumpe y provoca que me desprenda veloz de Joe que aún insiste en sostenerme entre sus brazos—. Abel viene con él.
Volteo a ver a Joe y él a mí, sé que me está preguntando con la mirada si está bien que se vaya y me deje con Abel.
Asiento y él simplemente me da un beso en la frente, para salir por la parte trasera de la casa.
Levanto la mirada y observo a Abril que con brazos cruzados, me muestra una sonrisa pícara.
—¿Qué? —murmuro.
—Nada...
Le correspondo con un gran sonrisa, y sostengo mis dedos contra mis labios, recordando el sentir de sus labios contra los míos.
Era como si tocara cada fibra de mi ser, como si tocara mi alma, con un simple beso.



—Los manteles quedarían perfectos con estas dos tonalidades...
La asesora de bodas, parlotea una y otra vez, pero ignoro cada una de sus palabras.
—¿Nos permite un momento? —la mano de Abel se apodera de mi brazo, y permito que me jale hasta donde él quiera.
—¿Qué? —digo.
—¿Qué mierda te pasa?
Lo observo con furia y volteo el rostro.
—Vamos a volver a entrar a esa sala, y cooperarás, para que nuestra boda sea magnífica, ¿entendiste?
—Para que tu boda sea magnífica.
—Esmeralda, eres mi prometida... —gruñe.
—Bien, digamos que esa no fue decisión mía...
—Esmeralda...
—Abel, no me pidas que entre ahí, y actúe como si me importara en lo más mínimo esta boda, no me pidas que actúe como una prometida feliz, porque ambos sabemos que no es así. Cometiste un error Abel, compraste a una mujer, pagaste por su amor, y de una vez te digo, que así sigas pagando miles y millones de dólares, mi amor nunca te corresponderá.
En un ataque de furia, aprisiona mi cuello, pero no lo aprieta, y solo entonces, noto que no le tengo miedo, que no tengo miedo a lo que ya pueda hacerme.
—Adelante, hazlo. Evítame el asco que siento cada segundo que estoy junto a ti. Porque eso me das, asco.
—Cállate, maldita sea, cállate —sus ojos se llenan de lágrimas contenidas, y de una furia que no puedo explicar.
—Solamente estoy enamorada de un hombre, y ese hombre no eres tú —digo en un susurro y con un profundo orgullo.
—Cállate ahora...
—Y desde ahora te digo, que cada momento que estés junto a mí, me encargaré de que tu vida sea un infierno como lo es la mía contigo.




Este capítulo es muy corto, pero nos ha permitido conocer un poco más de Esmeralda y sus sentimientos.
Espero que lo hayan disfrutado, porque he disfrutado muchísimo escribirlo.
Espero poder actualizar más seguido, porque se lo merecen.
Gracias por leerme.
B.

Lucharé por ti    |  (Eres hermosa para mí #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora