Capitulo: 07

3.4K 256 106
                                    

Jade observa el reloj en la pared, las manillas se mueven contando el tiempo segundo por segundo, la más pequeña señalaba el cinco, luego se movió a las seis, y luego a las siete.

La castaña dirigió su mirada al sillón donde Amelia había esperado a Perrie toda la tarde, y donde finalmente se quedó dormida.

Esa tarde el timbre no sonó, y por más que Jade tratará de encontrar no desconfiar, ya podía sentir el próximo abandonó de su pequeña hija. Tal vez se precipitaba pero recordar el semblante triste de su niña cuando su mejor amiga no llegó le dió un mal sabor de boca.

Suspirando, se acerca a la pequeña y la toma en sus brazos, arrullandola por un rato. En ese instante se dió cuenta que tenía miedo por ella, por haberse equivocado de nuevo, por volver a perder a alguien.  Con mucho cuidado la llevo hasta su habitación y le puso su pijama, por último, dejo un suave beso en su frente.

La tristeza de Amelia la entristecía. Pero ella no estaba mal solamente por eso y no quería admitirlo. Con pesadez, se dirige a su habitación y abre el closet para comenzar a sacar una pijama. Mientras se cambiaba de ropa el ruido del timbre detiene su tarea. Se apresuró abrir antes que el ruido despertara a la niña

—¿Perrie?—esperaba encontrar cualquier escenario menos aquel. Era la primera vez que veía a Perrie de aquella forma, parecía vacía—. ¿Estas bien?

En lugar de responder, solo se lanzó a sus brazos en busca de un brazo que no dudo en aceptar. Fue inevitable pensar que sus cuerpos encajaban y que el aroma que su cabello desprendía era el más delicioso del mundo.

—Perdón por no venir, es solo que... Mi hermano tuvo un accidente y...—fue interrumpida por sus propios sollozos al querer hablar y eso la hirió tanto, que se sintió en la necesidad de volver a cuidarla en sus brazos.

—Oh por Dios, ¿Él está bien?

Perrie asiente débilmente incapaz de hablar, su cuerpo tiembla ligeramente y sus mejillas rojizas al igual que sus bellos ojos por tanto llorar. Nunca había querido proteger tanto a alguien además de su hija, no quiso preguntarse por qué, la tomo de la mano y la ayudo a pasar.

—Te traeré ropa para que estés más cómoda y también algo de comer, espérame aquí—indica, señalando un sillón.

—Solo vine a avisarte, no puedo quedarme...

—¿Bromeas? No te dejare ir así, vas a quedarte está noche, y mañana no te irás hasta que te sientas mejor.

Estaba totalmente decidida a mantenerla bien, sabía que debía sentirse muy mal y que era muy difícil y lo que más deseaba era apoyarla por lo que no dudo en abrazarla de nuevo para darle fuerzas y luego ambas fueron a su habitación y  Jade le prestó ropa limpia antes de encargarse de prepararle algo.

—¿Qué te gusta? ¿Pollo? ¿Carne? Tal vez una sopa podría hacerte bien.

Estaba tan ocupada buscando en los gabinetes que no se dió cuenta de lo tímida que se veía ella en su ropa, que sus mejillas parecían más rojas y que sus ojos ahora brillaban.

—Yo no quería molestar—dice en un susurro.

—Está bien, no hay problema, somos amigas ahora—sonrío—. No tenemos cuarto de huéspedes, pero tengo un sillón-cama en mi habitación, puedes dormir ahí.

Y tal como le prometió, le preparo una rica cena, la cual ambas disfrutaron juntas, después de comer, Jade pensó que algo de helado podría animar a la chica y de nuevo, quiso hacerla feliz así que le sirvió un poco del que sabía gracias a Amelia, es su favorito. Al dejar la taza frente a ella, casi muere de ternura al ver el rostro de Perrie.

Amelia. |JerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora