—¡Mami!—la más pequeña corre a los brazos de su madre y la abraza.—¿Por qué tan feliz?, ¿Qué travesura hiciste ahora?—Jade la mira con expresión divertida, ganándose una mala mirada de Amelia.
—No hice nada—la niña se cruza de brazos fingiendo enojo, pero luego parece recordar algo y se ilumina el rostro—. Sol me ayudo a hacerte un regalo.
—¿Un regalo?, ¿Por qué?
—Por el día de las madres, duh—sonríe—. Primero debemos ir con Perrie, le hice un regalo a ella también. ¿No te molesta, verdad?
—Cariño, Perrie no...—la chica fue interrumpida por la más pequeña.
—Perrie es como una mamá para mí, y nadie cambiara eso, ahora vamos a buscarla.
—Vale—Jade se reincorpora y deja que la niña vaya en busca de sus pertenencias—. Nunca dejará esa loca idea.
—Amelia será solamente una niña, pero es más inteligente de lo que crees, Jade. El cariño que le tiene a esa chica no es algo momentáneo, no pienses que lo olvidará con el tiempo, porque no es como de esas cosas que desean los niños que luego de tenerlas ya no las quieren—Jade observa a la mujer que fue la principal ayuda en todo momento para la crianza de Amelia y también para su propio crecimiento—. Tienes razón, ella nunca va cambiar de opinión.
—Lo sé, y no sé si eso me asusta.
—No te asustes, esa chica la quiere tanto como Amelia a ella.
—Pero no la conoces.
—No, pero puedo saberlo con lo poco que he oído sobre ella y lo que ha hecho por Amelia.
Jade no puede responder, porque en ese momento aparece su niña con su bolsito en la espalda y una muñeca bajo un brazo.
Amelia se despide de su nana y entonces ambas comienzan a caminar, durante todo el camino la niña le habla sobre su día, Amelia amaba ir a casa de Sol, era una figura importante para ambas y le tenían un afecto especial, así que Jade no se negaba en dejarla con ella por la mañanas mientras trabajaba.
—¿Te gustaría regalarle algo a Sol?—no había pensado en eso hasta ahora, sabía que esa idea le encantaría a la más pequeña.
—Le hice un dibujo, y también le di una rosa—dice con tremendo orgullo reflejado en la voz.
—Si, y seguramente usaste sus hojas, sus creyones y también tomaste la rosa de su jardín—Jade ríe sin gracia, la pequeña se detiene y vuelve a mostrarse enojada, esa niña podría ser peligrosa.
—¿Y qué propones?—arquea una ceja, Jade se colocó de cuclillas y acomoda su cabello.
—Digo que merece algo más después de todo lo que hizo por nosotras, ¿Qué crees que deberíamos comprarle?—en cuanto Jade dijo esas palabras, Amelia salto con emoción.
—¡Sí! Es una gran idea, mamá—aplaudió con euforia—. ¿Y si le compramos un juego del té? Ella los ama, pero ya todos los que tiene son muy viejos—la niña hace un puchero.
—Está bien, ¿Qué tal si vamos por Perrie y luego las tres buscamos ese juego del té?—la mayor propuso, su hija volvió a tomar su mano para continuar caminando.
Aunque bien podía comprar un auto, pedir un taxi o tomar el metro, Jade disfrutaba de caminar de la mano de su pequeña y oírla parlotear todo el tiempo.
Al llegar al departamento de la rubia, Amelia empezó a caminar mucho más rápido, Jade hasta llegó a preguntarse de donde sacaba tanta energía aquella niña.