La carta

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Veinte años después...
-Verga...
Bastian caminaba por los pasillos de moqueta verde. Iba a llegar tarde a clase una vez más, y Miss Evelyn lo iba a matar de un golpe limpio en la cabeza con su escuadra de madera.

Se le había ido el tiempo haciendo manitas sudadas con su novia, y ahora la iba a pagar caro con su preciada exención. Verga.

Mientras corría por los pasillos, se encontró con la figura rolliza de Magnolia en el descanso de las escaleras. La muy detestada chica estaba rebuscando en su maleta de porquerias algún objeto.

-Bastian.- dijo ella, mientras rebuscaba.- ¿Que nos toca?

El se quedo con cara de huele pedo. Ella generalmente lo le hablaba a nadie que no fuera si mejor amigo Sigmund o su malaventurada compañera Susana.

-Mate.

Y salió corriendo como alma que persigue el diablo. No podía seguir llegando tarde.

Cuando se encontró frente a la espantosa puerta color blanco de el salón 5A, no pudo evitar el escalofrío y tocó la puerta.

Una presencia de superioridad acompañaba a quien abrió la puerta. Evelyn.

- Otra vez tarde, Glenndel.- dijo la bestia, enojada.- Entra

Bastian entró sin rechistar y se apresuró a pasar por los pasillos apretujados de alumnos pubertos.

Se sentaba a lado de Lina y Mila.

Las conocía de bastante tiempo, una más que a otra, pero a amabas las quería como si fueran sus hermanas pequeñas. Solo fue capaz de voltear a verlas con cara de palo, por qué sabía que lo regañarían por andar de tonto, pero en realidad cada una de ellas estaba en sus asuntos y no le hizo caso. Mila jugaba con su compás a hacer círculos en su cuaderno prácticamente vacío, Lina estaba atenta a su celular, probablemente planeando su próximo receso.

Los días en ese lugar se pasaban terriblemente lentos. Era un lugar triste que no había cambiado en nada después de tantos años. Las paredes blancas, los pisos verdes, los muebles cafés y los tonos naranjas que combinaban con los amaneceres cada día.

Los dormitorios y baños seguían siendo los mismos, aunque con la creciente revolución social, las normas de convivencia se habían hecho cada vez más estrictas, pero lo que no sabían los directivos, es que muchas cosas se habían vuelto más abiertas entre cada género.

Mientras la maestra daba su cátedra. Lina le escribía a uno de sus amigos de otro salón, tratando de descubrir que hacer con sus problemas sentimentales. Recibió un mensaje de Malva en el que le informaba acerca de la creciente preocupación de los directivos con respecto a los sucesos en los baños de la escuela. Al parecer un grupo de personas estaba acosando a una de las alumnas del 5A.

A Lina le vino a la mente a la única persona capaz de hacer eso. Magnolia.

-Bastian.- dijo entre susurros Lina a el simio de enfrente. Le contó lo que le había dicho Malva y el le puso la peor cara que tenía.

-Justamente me la encontré en las escaleras. No se tal vez nos maten después.- dijo el, nervioso.- Ya la conoces como es. Pero definitivamente no me gustaría estar en tu lugar cuando regresen hoy a los dormitorios.

-No te jode...

El día transcurrió como normalmente lo hacía, entre groserías y cosas extrañas que hacían todos los alumnos en los salones. Magnolia nunca apareció.

En el quinto periodo, Llamaron a la puerta y se llevaron a Sigmund, intimo de Magnolia a la dirección.

Lina y Mila no le dieron mucha importancia y siguieron en sus asuntos con los demás integrantes del grupo. El astro de latín solo se dedicaba a decir incoherencias acerca de los orígenes de la vida como la conocemos. Era un asunto muy poco interesante, pero a la vez de eso dependía la vida próxima de los de penúltimo año.

Regálame tus ManosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora