El adios

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Caminar por el bosque era una de las actividades predilectas de Lina y Malva. Les gustaba pasar sus tardes así en vez de seguir las ridículas rutinas de estudio de el ITAE. Probablemente se arrepintieran cuando se fueran todos y cada uno de los finales, pero por lo que quedaba de el año, el simple hecho de caminar las hacia sentir mejor.

La naturaleza era impresionante en el bosque. Muchos sonidos se juntaban para crear una bella sinfonia que a veces era mejor que la desgraciada música que retumbaba por los corredores.

Raúl generalmente las acompañaba a caminar como un guarura ya que repetidas veces se habían salido de los caminos y perdido entre los árboles creando un gran caos en el ITAE cuando no llegaban a la hora de el toque de queda.

Lina iba agarrada del brazo de Malva con Raúl por detrás. Eran más o menos las cinco.

Esa tarde habían decidido ir para hacer un pequeño ritual de despedida. Las caminatas en el bosque no eran con intención de realizar cosas raras, si no más bien una relajación, pero en esa ocasión habían decidido hacer algo para decir adiós a todos aquellos que las hicieron sufrir.

Raúl era el encargado de la realización de los trabajos difíciles, por ejemplo el hecho de cargar con la pala. Lina y Malva llevaban lo más pequeño, que en si consistía de las fotos de los susodichos y algunos regalos que les habían dado.

Llegaron a un pequeño claro en la inmensidad de el bosque. Era raro encontrar un pequeño lugar sin árboles, pero ese era especial para ellas por qué ahí las habían encontrado la primera vez que se habían perdido.

Al llegar se sentaron justo en el medio. Raúl ya sabía que hacer, por lo que empezó a cavar un pequeño hoyo, de el ancho y largo de un balón de football, ahí enterrarían las cosas que les habían dado.

Como por inercia Lina y Malva sacaron sus cosas.

Lina tenían en sus manos una foto de ella y Abel, unos aretes con pequeñas hojas de marihuana y un conejito de chocolate rancio.

Para Malva eran más cosas. Las fotos de Pablo y Bastian, dos cartitas de Bastian de cuando eran novios y finalmente un disco que le había regalado Pablo cuando se conocieron.

-Como se nota que los pinches hombres nos hacer sufrir.- dijo Lina.

-Son unos desgraciados.- comentó Malva.

-Yo soy hombre, y no soy una rata de alcantarilla como Abel, Pablo y Bastian.- empezó a argumentar Raúl.

-Bueno, tú eres la excepción, Raúl.- sentencian Malva.

El hoyo estaba terminado. Sin más ceremonias aventaron las porquerias de sus demonios.

-Adiós, putos.- fueron las únicas palabras de Lina. Malva solamente se quedo callada observando a Raúl tomar tierra de el montón ya hacía en un lado. Después termino el bello ritual con un crucifijo que rezaba "He aquí tres desgraciados. No descansen en paz"

Raúl se sentó junto a ellas y observaron el ritual de cierre que habían realizado. A veces es importante darle un cierre completo a las situaciones y personas que nos han hecho daño y dejarlas ir de la manera más sana posible. Para Lina y Malva era un gran paso poder finalizar ese ciclo de vida al que se enfrentaban cada uno de los días que iban a clase.

-A partir de ahora, solo tetas.- sentenció Lina.

-No podría estar más de acuerdo.- Malva parecía bastante acabada. Lo de Pablo si la había afectado bastante, pero los tenía a ellos para apoyarse y llorar todo lo que pasaba a su alrededor.

Se quedaron un rato más, tal vez por la nostalgia de el momento, o solo por qué era muy temprano para volver. Para Lina era una tortura seguir pensando en Abel, por lo que ese ritual era algo que le ayudaba a dar un final a aquel evento tan triste.

Cuando decidieron irse, ya eran las seis de la tarde. Era casi hora de ir a cerrar, por lo que al parecer se habían saltado la comida.

La hora de la cena el lunes era uno de los peores días de la semana para comer en el comedor. Era terrible tener que elegir entre las sobras de el fin de semana, ya que la mayor parte de el menú consistía en grasa y carbohidratos procesados de más.

-Creo que va a haber pizza y hamburguesas de cenar.- dijo Raúl mientras checaba su celular.- El grupo de mi salón está discutiendo de eso.

-Que asco. Nada de eso es vegetariano.- dijo Lina.- Creo que comeré pan y te una vez más.

Malva también no parecía muy satisfecha con el hecho de comer esas cochinadas. La pizza era seca, y el jamón era de un desagradable color rosa vibrante. Genial.

El camino que llevaba a la entrada de la escuela era claramente visible cuando seguías el sendero correcto. Después de todas las escapadas de sus amigas, Raúl había aprendido a orientarse entre los árboles. Recordaba perfectamente la primera noche que no habían aparecido, habían mandado llamar a todos los relacionados con ellas para pregunte si sabían dónde habían ido, y el era el único que sabía que ambas habían salido al bosque, por lo que lo habían reclutado en un escuadrón de alumnos y maestros para buscar por las periferias de el terreno.

Llegaron a la entrada. Una reja de hierro oscuro los esperaba con un policía en la caseta de vigilancia. Los dejaron pasar con sus identificaciones.

El edificio principal se encontraba a unos pocos metros de la reja, con una rotonda bellamente decorada con una fuente antigua.

Entraron por el pasillo principal que llevaba al hall, y de ahí al patio.

Ese patio estaba vacío. Al aparecer todos estaban listos para pelearse en el comedor por las rebanadas de pizza rancia.

Al parecer iban a cenar juntos ya que la situación los empecinaba a tal. Había solo una mesa de cuatro personas, la cual Lina y Malva apartaron mientras el buen Raúl iba a buscar las bandejas de comida.

Era una noche agradable, no había tensión en ambiente, al menos Lina no lo detectó mientras escaneaba el lugar. Tal vez por qué faltaban algunas personas, o tal vez por el hecho de que todos los que realmente quería estaban a pocos pasos de ella o en su mesa.

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