Christian... —dijo Anastasia con aquel tono persuasivo que él conocía tan bien—. Yo... umm... bueno, tengo un pequeño problema, y temo que necesito tu ayuda.
El estómago de Christian se contrajo. Se estaba sirviendo una copa.
Entonces se dio la vuelta lentamente con el vaso de whisky y la botella en la mano. Acababa de llegar a casa después de un terrible sábado en las carreras de Randwick, y no estaba de humor para uno de los «pequeños problemas» de Anastasia.
Un sinfín de posibilidades pasaron por su mente. Le habría dado una paliza a un pobre tipo por tocarle o pellizcarle el trasero; Anastasia tenía uno de esos traseros irresistibles para los hombres.
O habría donado el dinero para los gastos de la casa a una noble causa. Nuevamente.
O... « ¡Oh, no! ¡Seguro que ha traído a casa a un perro o un gato abandonado que encontró en la calle!», pensó él.
Eso era algo bastante normal en ella, aun sabiendo que el contrato de arrendamiento no permitía tener animales domésticos en el piso. Y siempre le tocaba a él llevar al maldito animal a la Protectora de Animales, después de lo cual Anastasia lo miraba con tanto resentimiento como si él mismo hubiera asesinado al animal.
Miró alrededor. Sintió alivio al comprobar que Anastasia no escondía ningún animal en el espacioso salón. Además, Anastasia no se pondría nerviosa por una cosa así, pensó él. En ese caso se mostraría desafiante y rebelde.
Y estaba nerviosa. Más nerviosa que nunca.
Christian volvió a sentir un nudo en el estómago.
¡Dios! ¡Esperaba que no estuviera embarazada del último novio que tenía, y quisiera que él, su mejor amigo y compañero de piso, le pagase el aborto!
¡Oh, no! ¡Eso no! ¡Cualquier cosa menos eso!
—¡Por el amor de Dios, Anastasia! ¿Qué has hecho ahora? —le preguntó Christian con desesperación, fijando sus ojos grises en la mujer a la que había amado y odiado a la vez durante los últimos veintiocho años.
No, no habían sido veintiocho años, se corrigió con acritud. Veintitrés. La había conocido el primer día de clase en el jardín de infancia, cuando él tenía cinco años.
Él llevaba llorando toda la mañana en un rincón de la clase, y ella, una niña de escasos cuatro años, con grandes ojos azules y una coleta con un lazo rojo, se había acercado a él, con gesto increíblemente seguro, y lo había consolado. Le había rodeado sus temblorosos hombros, y le había dicho que no se preocupara, que ella lo protegería. Ella no tenía miedo en el jardín de infancia, porque su mamá era profesora en esa escuela y llevaba trabajando siglos allí.
Esa pequeña diablilla, que entonces se había disfrazado hábilmente de ángel de la guarda, le había indicado incluso dónde estaban los servicios, algo que para él había cobrado gran importancia en aquel momento.
Desde entonces se había transformado en su devoto esclavo. Y lo seguía siendo. ¡Y ella lo sabía!
Christian miró a Anastasia. Sabía que no debía hacerle caso. Pero él era débil con ella, porque sabía que siempre lo terminaba convenciendo con aquella inocente mirada.
—No es nada malo, Christian, de verdad —le dijo.
—¿Y peligroso? —contestó él secamente.
De pequeña siempre había sido un torbellino, y una aventurera sin igual; siempre estaba tratando de trepar al árbol más alto, siempre tenía que jugar a los deportes que jugaban los chicos y terminar siendo la mejor de todos. Siempre había corrido más rápido, había saltado más alto y tirado más lejos que ninguno de sus compañeros.

ESTÁS LEYENDO
Secreto de Amor
FanficHistoria adapta con los personajes de Cincuenta Sombras de Grey, historia original de Beremeo :3