Capitulo 11

4.5K 399 12
                                    


Christian no se lo estaba pasando tan bien como pensaba. ¡El próximo tipo que mirase a Anastasia se las iba a ver con él!

¡Por supuesto que ella se lo estaba pasando fenomenal, la muy descarada! Había fingido que no le gustaba la ropa que llevaba, pero desde que se había dado cuenta de que todas las miradas masculinas se dirigían a ella, se había puesto como una gata en celo.

Y encima, había bebido más champán que nunca. Era evidente que estaba un poco alegre, porque se reía con una risa tonta, algo que ella no solía hacer, y además se colgaba de él, algo que no hacía jamás.

Al llegar a la cuarta carrera Christian no aguantaba más, estaba harto. Quería irse, pero, ¡qué pena! ¡Justo estaba ganando! Un jugador nunca debía abandonar cuando estaba ganando, aunque la siguiente carrera dejaba mucho que desear.

— ¡Oh, mira! ¡Los caballos van a salir! —Exclamó Anastasia en un tono de chica guapa y tonta—. ¿A cuál vas a apostar? —se colgó de su brazo tan firmemente que Christian sospechó que debía de hacerlo porque no podía mantenerse en pie, y no porque estuviera tan entusiasmada con él.

Me gustaría saberlo. La próxima carrera es de dos mil metros, y no hay ningún caballo preparado especialmente para ello. Voy a tener que hacer una combinación entre el entrenador y el jinete a ver si acierto.

¿Por qué no usas el maravilloso sistema con el que nos engatusaste en nuestro primer año de universidad? —sugirió Anastasia —. ¿Te acuerdas, aquel con el que querías hacernos ganar una fortuna apostando cien míseros dólares cada uno? No fue tan malo el método —siguió ella—. ¡Sólo nos hizo perder a veintinueve personas!

Christian lo recordó. ¡Qué fiasco!

No me lo recuerdes. Pero he aprendido bastante sobre carreras de caballos desde entonces. Y sobre apuestas. ¡Se necesita más visión que dinero si quieres sobrevivir!

—Apuesto a que ganas —dijo ella con el entusiasmo que da la embriaguez—. Si es una carrera larga, y ninguno de ellos ha corrido distancias tan largas, ganará el que esté en mejor forma. ¡Y yo soy una experta en eso! Venga...

Ella lo arrastró hacia donde los caballos, guiados de los mozos, aún formaban círculos mostrando su elegancia.

— ¡Mira ése! —le señaló ella, entusiasmada—. ¡Mira qué músculos! ¿Has visto alguna vez algo igual?

—Eehh... Pocas veces...

— ¡Ése es el ganador, definitivamente! —Exclamó Anastasia, después de volver a examinar al caballo—. Quiero que apuestes a ése por mí.

—De acuerdo, si insistes...

Christian se alejó sonriendo hacia la ventanilla de apuestas. Pero volvió enseguida, porque no le gustaba la idea de dejar a Anastasia sola mucho tiempo. ¡Estaba demasiado atractiva! Y además estaba un poco borracha.

Al volver comprobó que tenía razón. En menos de cinco minutos se le había acercado un hombre de bigote, muy guapo, al que se le notaba a la legua que le sobraba el dinero. Estaba conversando con Anastasia, mientras ella lo miraba embelesada, como si fuera el mensajero de Dios en persona. Christian tuvo que hacer un esfuerzo para no abalanzarse sobre él y romperle los dientes. Entonces se acercó a ellos y le dijo:

Muchas gracias por cuidar a mi esposa. Pero ahora me encargaré yo —y apretando fuertemente el brazo de Anastasia, prácticamente la sacó de allí a rastras hasta que encontró un rincón relativamente seguro.

Secreto de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora