Capitulo 6

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Anastasia cumplió su palabra. No le pidió nada a Christian en toda la semana. Ni le habló en todo ese tiempo. No le era difícil, ya que él no había estado en casa prácticamente.

Había vuelto un rato el domingo por la noche; había recogido alguna ropa, le había dicho amablemente que estaría en otro sitio las siguientes tres semanas y se había vuelto a marchar.

Había sido la semana más solitaria y triste de su vida. Echaba de menos a Christian terriblemente. Era cierto que no pasaban mucho tiempo juntos últimamente, pero estaba acostumbrada a que Christian estuviera allí algunas noches a la semana, y a que los domingos por la tarde estuviera siempre en casa. Le daba sentido a su vida en cierto modo, especialmente en ese momento en que había dejado a Jack.

Realmente no comprendía qué había visto en ese tipo. Tenía un cuerpo estupendo para mirar, y tocar. Pero extrañamente, aquella vez, a ella no le había alcanzado con eso. Quería un novio con tanto cerebro como músculos.

Christian había dado en lo cierto al hablar de la falta de materia gris en Jack. Lo había descubierto en el viaje a Foster el sábado anterior. Nunca se le habían hecho tan eternas cuatro horas de viaje. Estaba terriblemente aburrida antes de llegar siquiera al pueblo costero.

A Jack no le había hecho gracia cuando ella le había dicho que quería habitaciones separadas. Ella no se había acostado con él aún, y Jack seguramente se había imaginado que ese fin de semana sería una orgía. De todos modos, no había tardado en hablar de otra chica que había conocido en el gimnasio aquella semana. Por lo visto, para él, sus novias eran objetos sexuales intercambiables.

«Como tus novios», le dijo una vocecita que parecía haberse instalado en su cabeza desde la discusión con Christian. Él siempre le decía lo que no le gustaba de ella, lo que ella no quería oír. Lo superficial que era, lo egoísta. ¡Y era verdad! De otro modo se habría alegrado de que Christian se hubiera enamorado y fuera a casarse... Pero ella, en cambio, se había sentido molesta al enterarse. Y no le gustaba la chica, sin siquiera conocerla. La odiaba.

A medida que pasaban los días fue sintiéndose más deprimida. Noviembre era un mes lento y pesado en el estudio contable donde trabajaba Anastasia. Consultora de impuestos ponía en su escritorio; era un nombre demasiado pomposo para el trabajo que hacía. Ella sólo aconsejaba a los clientes y calculaba las devoluciones de la Agencia Tributaria.

Tendría que conseguir otro empleo pronto. En el que estaba le pagaban bien, pero era aburrido como todos. Ella sólo permanecía en su puesto de trabajo porque le debía dinero a Christian. En los ratos que no tenía trabajo, que eran muchos durante todo el día, ella no podía dejar de pensar en qué le diría a su madre sobre su supuesto matrimonio con Christian.

Las noches eran aún peor. Le costaba dormir. Comenzó a tomar más clases de aeróbic en el gimnasio para cansarse y caer dormida.

Si Christian hubiera sido más solidario con ella, se la­mentaba furiosa. ¡Si no se hubiera enamorado de esa estúpida de Leila! ¡Si estuviera enamorado de ella!

El jueves por la noche se dio cuenta de que nuevamente estaba pensando como una egoísta. No debería haberle mentido a su madre. La mentira no era buena nunca. La sinceridad era lo mejor.

El jueves por la noche, antes de dormirse, pensó que llamaría a Christian a la universidad al día siguiente. Le pediría disculpas y le prometería que le diría la verdad a su madre si volvía a vivir al piso que compartían.

El viernes por la mañana la despertó el timbre del teléfono. Saltó de la cama, con la certeza de que sería Christian. Después de todo, una amistad como la de ellos no podía romperse fácilmente. Seguramente él se sentiría igual de culpable que ella, pensó al correr hacia el aparato.

Secreto de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora