Capitulo 12

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Cuando Anastasia se levantó al día siguiente, el sol brillaba en el horizonte. Christian estaba sentado en la cama a su lado, leyendo el periódico del domingo, con una naturalidad pasmosa, como si llevara haciendo aquello años.

Tenía el pelo despeinado, y una barba incipiente en la barbilla. Pero estaba extremadamente atractivo, pensó ella, con un cosquilleo en las venas.

¡Al fin y al cabo ella nunca había podido resistirse a los hombres seductores!

-¿Sabes una cosa? -le dijo él alzando la cabeza por encima del borde del periódico-. Ganó. La apuesta que me hiciste jugar antes de irnos de las carreras ayer. ¡Veinte a uno además! ¿Qué te parece si vamos hoy a comprarte un coche nuevo?

-¡No seas tonto! -dijo ella bostezando-. Con una apuesta no se puede comprar un coche. A no ser que tú hayas apostado dos billetes de mil dólares.

-Lo siento. Sólo aposté uno.

-Un dólar. ¡Ja! ¡Ja! ¿Qué estás pensando comprarme? ¿Un coche de juguete?

-No. Un Nissan deportivo te iría bien. Con una línea roja en el costado. Venga. Vamos.

-¿Qué? -ella se sentó en la cama sin darse cuenta de que estaba desnuda-. Te has vuelto loco, ¿no? -le dijo ella, mientras se estiraba la sábana para taparse-. ¿O has tomado drogas? ¿Es eso? ¿Qué has tomado?

-Lo único que me droga eres tú, querida -le contestó, y se inclinó para besarla-. No voy a soportar que mi más preciada chica ande por ahí con su madre en una peligrosa y destartalada chatarra ¿no?

Anastasia negaba con la cabeza.

-Ahora sé que estás loco. Y no puedo aprovecharme de alguien que tiene una demencia temporal.

-¿Por qué no?

Después de hacer aquel comentario, Christian se puso de pie y fue hacia el cuarto de baño.

-Ven, Anastasia. El vendedor nos está esperando. No aposté un dólar al caballo, sino mil dólares.

-¡Mil dólares! - Anastasia se levantó de la cama lo siguió-. ¿Qué diablos haces, apostando tanto dinero a un caballo?

-Ganar -respondió él con una sonrisa pícara.

-Pero... pero no vas a ganar siempre, Christian -le dijo ella preocupada-. Tarde o temprano empezarás a perder. Nadie gana siempre.

La sonrisa se borró del rostro de Christian cuando la metió a la ducha con él.

-¿Es que crees que no lo sé? Mira, ahora estoy ganando. Y eso me hace muy feliz. Me preocuparé de estar perdiendo cuando esté perdiendo, ¿te parece?

Ella lo miró poco convencida.

-Toma -le dijo él levantándole un brazo para depositar el jabón en la palma de la mano-. Sé útil, mujer. La última vez te bañé yo. Ahora te toca a ti.

Christian le compró un deportivo Pulsar con una línea roja a los lados, e incluso con aire acondicionado. Anastasia todavía no podía creerlo. Iba detrás de Christian en su coche nuevo rumbo a casa. Su madre también estaba impresionada.

-¡Qué suerte tienes, Anastasia, con un hombre tan generoso como Christian! Es tan amable, se nota que te adora. Pero siempre te adoró. Nunca vi a un chico tan embobado contigo cuando ibas al colegio. Siempre sentí pena por él por quererte tanto, porque pensaba que tú nunca te fijarías en él -dijo Carla.

Secreto de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora