Era una mañana cálida de noviembre. Anastasia salió de la casa y caminó a lo largo del jardín trasero sobre la alfombra roja puesta para la ocasión.
Christian pensó que nunca la había visto tan hermosa, tan radiante. Su tradicional traje de novia era muy elegante: de seda, la falda recta, y un escote amplio que dejaba sus hombros al descubierto.
El tener un bebé había hecho que el cuerpo de Anastasia madurase en cierto modo.No llevaba velo. Unas trenzas Castañas cubrían su espalda. Las adornaban delicadas florecitas blancas en las puntas. La gargantilla y los pendientes de perlas que él le había regalado para la boda lucían sobre su piel bronceada.
Y más valía que así fuera, pensó él, porque le habían costado todas las ganancias de aquel año. Unos treinta mil dólares.
Anastasia no tenía idea de cuánto había gastado. Ni cuánto jugaba. De saberlo se habría preocupado. Pero Christian sabía lo que estaba haciendo, y para él era un placer poder hacerle un regalo tan lujoso y caro en un día como aquél.
Pero tal vez fuera hora de dejar un poco el juego, sobre todo las carreras. Cada vez era más difícil ganar, y sinceramente, le llevaba demasiado tiempo.
Tal vez dejase el casino también. Después de todo, ya no le hacía falta ganar más dinero, puesto que acababa de aceptar el ofrecimiento de un trabajo en la universidad de Brisbane, lo que suponía un aumento considerable en prestigio y en sueldo. Le daban la casa también, por lo tanto podría alquilar la casa de Sydney mientras estuvieran viviendo allí.
Anastasia estaba muy excitada con la mudanza. A ella le encantaban los sitios nuevos y las nuevas «aventuras».
Anastasia...
¡Dios Santo! ¡Cómo la amaba! Más que nunca. Porque ahora estaba seguro de que ella lo amaba también, y de que su amor duraría hasta la eternidad. Aquel día de su boda con Anastasia sería el más feliz de su vida, sin contar el día en que había nacido su hijo, por supuesto.
Christian miró de reojo hacia donde estaba Teddy, un bebé de quince meses sentado al lado de su abuela en la primera fila de sillas, abrazado al cuello de Lucky.
Christian los miró. Eran inseparables.
Una tarde, hacía un par de meses, casi se desternilló de risa cuando vio que el perro se instalaba en la cuna del niño para dormir la siesta junto a su pequeño amo. Pero cada vez que había querido quitar al perro el niño se había puesto a chillar.
Finalmente el perro y el niño se salieron con la suya. Eso sí, ningún perro estaba tan desparasitado y limpio como Lucky.
Christian le sonrió a su hijo, y éste le devolvió el gesto con una sonrisa pícara. Se parecía más a su madre que a su padre. ¿Qué haría cuando llegara a los temidos dos años? Christian temblaba al pensarlo.
-Se supone que tienes que mirar a la novia -le dijo Anastasia en voz baja cuando llegó a su lado.
-Estoy echando un ojo a tu hijo -le contestó-. Viendo cómo se porta.
-¿Por qué lo llamas mi hijo cuando quieres ver si se porta bien? -sonrió Anastasia.
Y al mirarlo, Anastasia se dio cuenta de que nunca había estado tan elegante y apuesto, tan adorable. Se puso en puntillas y lo besó.
-¡Eh! -protestó él-. Eso se supone que viene luego.
Ella se rio.
-Lo mismo pasa con los niños.

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Secreto de Amor
Fiksi PenggemarHistoria adapta con los personajes de Cincuenta Sombras de Grey, historia original de Beremeo :3