Rumbos paralelos

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Por donde lo viera no le parecía una buena idea. Cerró los grandes ojos lunas provocando que unas arruguitas aparecieran en su entrecejo y frente, apretó las delicadas manos en el regazo para ocultar su indecisión y nervios.

-Hina, por favor, no puedes echarte ahora para atrás—Le rogó una castaña frente a ella con el semblante compungido.

La nombrada abrió sus orbes casi lilas con aprensión y miró nuevamente la foto sobre el escritorio. Un currículo descansaba en un folder beige, en ella podía verse el rostro de un joven apuesto, con facciones sumamente varoniles, «testosterona andante pero con un toque angelical», no pudo evitar concluir, el muchacho de la fotografía poseía una cabellera tan negra como la noche y unos enormes ojos negros que a pesar de estar inmortalizados en papel lucían peligrosos. Con manos temblorosas levantó la foto y otra se desprendió cayendo sobre el escritorio, en ella se mostraba al mismo chico pero de cuerpo completo.

Hinata volvió a cerrar los ojos con consternación.

-Esto es una locura Ten-Ten, no va a funcionar, no hay certeza de nada...—Alcanzó a decir con voz baja.

-¡Pero Hina, te juro que todo funcionara! ¡Yo ya me he encargado de todo!—La castaña no tardó en debatir.

-¿Qué te hace pensar qué funcionara? ¿Te has dado cuenta que es una locura por donde lo veamos?

-¡No, no lo es! Eso es lo que va a traer tranquilidad a nuestra familia—Hinata soltó un suspiro cansino y miró los ojos chocolates desesperados frente a ella.

Volvió a suspirar con cansancio y echó un vistazo a la fotografía.

-Es demasiado joven—Se quejó ahogando el otro pensamiento que le vino a la mente.

-No esperas a un hombre de treinta y cinco años ¿o sí?

-Pero dice que tiene veinte—Señaló con el dedo un apartado del currículo impreso, la castaña rodó los ojos con exasperación.

«Veinte años», se repitió mentalmente la peliazul, eso era demasiado, ella en once meses cumpliría treinta, sí treinta años, ¿cómo su cuñada pensaba que sería capaz de meterse con un chico de esa edad? Para Hinata, aún era un adolescente. Exhaló ruidosamente y flexionó su cuello para mirar el blanco techo de su oficina. Era una mujer hecha y derecha, ¿cómo se había dejado envolver por su carismática cuñada?

-¡Pues claro! No pensaras que un hombre de tu edad aceptaría un trato como este.

La ojiluna esta vez la miró con acusación.

-Pues no soy yo la que le urge convertirse en madre—Soltó sin poder evitarlo, arrepintiéndose enseguida al notar el impacto que esas palabras causaban en la poseedora de ojos cafés.

-Lo sé Hina, lo sé—Expuso con la voz apagada y la peliazul se sintió culpable—Pero es la manera de salvar esta familia. Neji es estéril—La voz demostró el dolor que causaba esa verdad—Tu padre quiere un heredero. Si tú se lo das, tendremos un tiempo para buscar una solución, por favor Hina, yo no puedo hacerlo para satisfacer a mi suegro porque estaría lastimando a Neji, sabes bien cómo le afectó enterarse que él era el del problema.

Hinata miró hacia la ventana entre las persianas distrayéndose con el azul del cielo. Ese punto era cierto, Neji su hermano mayor era estéril, llevaba más de seis años casado con Ten-Ten, un matrimonio feliz y joven, ambos ansiaban comerse al mundo por eso no tuvieron prisas en brindarle un heredero a la familia Hyuga, los constantes viajes en los que se vieron envueltos fuera por cuenta propia o las vacaciones que llegaron a permitirse, los proyectos profesionales individuales; ellos siempre tenían una buena excusa que darle a Hiashi para no convertirlo en abuelo.

Un hijo para el imperio HyugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora