Capítulo XIII: Recibir lo que se da

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Cuando despertó, no supo con certeza si lo había hecho realmente, ya que no había más que negrura a su alrededor

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Cuando despertó, no supo con certeza si lo había hecho realmente, ya que no había más que negrura a su alrededor. No obstante, cuando todos sus sentidos volvieron a recuperarse, pudo notar el ligero ronroneo de un motor, añadido a las sacudidas que lo hacían botar en cada bache; no tenía la más mínima duda: había acabado encerrado en el maletero de un coche, maniatado de pies y manos, y con algo parecido a un trapo viejo anudado alrededor de su boca.

Intentó averiguar cómo había llegado a parar allí - o , mejor aún, quién lo había lo había metido en aquél maldito maletero-, pero su memoria solo alcanzaba a recordar el momento en el que había  entrado en la, supuesta, casa de Law  y, como mucho, el destello del sol en la madera de una especie de bate, antes de que éste chocara contra su rostro. "Eso explica porqué siento la cara entumecida. Pero las preguntas importantes siguen ahí: ¿Quién me ha golpeado? ¿Por qué? ¿Ha sido el mismo que me ha metido en este asqueroso maletero?", pensó, mientras agudizaba el oído tratando de captar algo que le ayudase a saber adónde se lo llevaban o dónde estaba. Podía escuchar como las ruedas se deslizaban por un camino de lo que parecía ser grava; también se dio cuenta de que el coche tomaba muchas curvas, algunas ligeras y otras tan cerradas y bruscas que hicieron que rebotara, en más de una ocasión, contra la puerta y la pared del maletero. Aprovechando una de estas curvas, pudo oír que el conductor había puesto la radio con el volumen al máximo, con lo que le llegaba, algo ahogado, la canción, que parecía ser Bring me to life de Evanescence.

 Aprovechando una de estas curvas, pudo oír que el conductor había puesto la radio con el volumen al máximo, con lo que le llegaba, algo ahogado, la canción, que parecía ser Bring me to life de Evanescence

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No supo decir con exactitud cuánto tiempo pasó antes de que el vehículo por fin se detuviera. Miró a su alrededor unas cuantas veces, sin creérselo, antes de que la puerta del maletero se abriera y él entrecerrara los ojos, por instinto, esperando a que la luz solar le quemase las retinas; sin embargo, no había luz, y no solo porque parecía casi seguro de que no era de día, si no porque parecía estar dentro de una especie de almacén, bastante húmedo y en semi-penumbra.

-Come on, come on -le dijo el muchacho castaño que había ante él, en un indudable inglés británico-. Move your fucking ass, stupid.

No era muy bueno con los idiomas, pero sabía lo sufciente como para entender lo que le acababa de decir y, medio gruñendo, levantó sus manos atadas, en forma de respuesta.

Suerte MiserableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora