Capítulo VIII: Cazador, cazado

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Por consejo de Luffy, Zoro fue a por Sanji para que les acompañase

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Por consejo de Luffy, Zoro fue a por Sanji para que les acompañase. El plan era bastante sencillo, si todo salía bien: Luffy se había puesto en contacto con diversos ex-novios y ex-novias de Law, y había quedado con ellos tras contarles lo que se proponían hacer. El plan era que grabasen todas su vivencias con el ojeroso, para que así, cuando lo llevasen ante la justicia, el moreno no pudiera desmentir el testimonio de 5, quizás 10, personas.
Era un plan sencillo y aparentemente fácil, y el mejor que tenían sobre la mesa.

Cuando Zoro llegó al apartamento del rubio, tuvo que llamar varias veces, hasta que su rostro, aún con moretones y cortes, asomó por la rendija. Cuando Sanji vio quien era, no dudo en dejarle más espacio para entrar, pero el peliverde alzó una mano, haciendo que se detuviera.
–No hay tiempo. Tienes que venir conmigo, es importante.
–Ah, entonces deja que me tape los moratones y...
–No hace falta– lo interrumpió, de nuevo, el espadachín–. Es más, allí donde vamos nos hará mucha falta que estés así.– añadió, recorriéndolo con la mirada. “¿Cómo puede ser posible que, aún lleno de golpes, siga igual de... lindo?”, se preguntó, viendo como sus pálidas mejillas tomaban un intenso color carmín.
–¿Por qué me estás mirando tanto?– preguntó Sanji, claramente incómodo.
–Por nada. Solo pensaba en si nos faltaba algo, pero no– se excusó, haciendo un gesto con la mano–. Vamos.
Ambos muchachos salieron del edificio, y se encaminaron hacia el lugar donde estaba la reunión. Cuando Zoro miro de reojo a Sanji y le vio retocándose su flequillo, rió de forma suave, sacudiendo la cabeza. “No ha cambiado mucho desde que le conocí”, pensó, entrando en el parque abandonado de las afueras de la ciudad.
–Zoro... ¿qué es lo que estamos haciendo aquí?
El peliverde miró detenidamente al rubio, quien le devolvió la mirada, sin titubear.
-Vamos a vengarnos de Law.– respondió Zoro, sin dejar de mirarle ni por un segundo. Pero, ¿qué podía hacer él contra ese hechizo que sus orbes, de zafiros brillantes, ejercían sobre él?

 Pero, ¿qué podía hacer él contra ese hechizo que sus orbes, de zafiros brillantes, ejercían sobre él?

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Oyeron el crujido seco de las ramas rotas, antes de ver las sombras acercándose hacia ellos. Eran 5 o 6, más Luffy que caminaba al lado de una robusta figura encapuchada.
El pequeño moreno de la cicatriz en el ojo se separó del grupo de figuras y se acercó a ellos dos, portando una media sonrisa.
–Hola Sanji.– saludó al rubio cocinero, quien imitó el saludo con un leve asentimiento de cabeza.–¿Has traído la grabadora?– esta vez, se estaba dirigiendo a Zoro, quien la sacó de su bolsillo a modo de respuesta.–Perfecto, entonces. Ya podemos comenzar.– comentó Luffy, poniéndose serio de repente. Se volvió hacia el grupo de sombras encapuchadas y les hizo señas para que se acercasen.
Cuando estuvieron a la altura de Luffy, todos y cada uno, con una sincronización increíble, se quitaron las capuchas, revelando sus jóvenes rostros, con claras muestras de sed de venganza.
–Este es Eustass Kid. Fue el primero de todos nosotros.– explicó Luffy, señalando la robusta figura a su lado; Kid era un chico pelirrojo, de ojos color almíbar, y con una cicatriz en el lado derecho de su cara. Pese a su evidente mal genio, era fácil ver que era un chico bastante atractivo.
–¿El primero de todos vosotros?– preguntó Sanji, curioso. Luffy asintió, con solemnidad.
–Aunque deberías añadirte tú también, Sanji. Todos nosotros, excepto Zoro, hemos sido engañados y maltratados por Traf... Trofuga...
–Por Trafalgar Law.– terminó el pelirrojo por él, con sequedad.
Sanji miró a Zoro, quien observaba minuciosamente a cada miembro de aquel singular grupo. Seguramente se dio cuenta de que lo miraba, porque el peliverde le explicó, sin volverse:
–Te dije que acabaría con Law, y eso pienso hacer. Pero tu testimonio sólo no vale. Por eso, gracias a Luffy, he podido contactar con todas estas personas que sufrieron casos similares al tuyo, y que se han ofrecido para ayudarnos a pararle los pies a Law.
–Es hora de que las víctimas hablen.– dijo una chica al fondo del grupo, que se había agrupado en un aparte mientras ellos hablaban. Muchos aclamaron y/o corearon su comentario.
Mientras Luffy y Kid intentaban calmar los ánimos, Zoro se acercó a Sanji y le abrazó por detrás.
–Por fin vas a ser libre, cocinillas.– susurró en su oído. El rubio se volvió hacia él, sonriente, y el peliverde aprovechó para plantarle un suave beso en los labios, que duró bastante poco ya que Luffy y Kid volvieron con ellos, minutos después.

 El rubio se volvió hacia él, sonriente, y el peliverde aprovechó para plantarle un suave beso en los labios, que duró bastante poco ya que Luffy y Kid volvieron con ellos, minutos después

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El mazazo del juez le supo a gloria. Pero toda aquella felicidad fue eclipsada por la mirada de hielo de Law. No sabía de dónde lo sacaba, pero tenía la intuición de que esa no sería la última vez que vería al ojeroso.
Salió del tribunal, charlando con los testigos que le habían ayudado a meter a Law en la cárcel durante tres años y medio. “Para cuando él salga, yo ya no estaré a su alcance”, pensó.
Se paró en medio de la acera al ver al marimo, subido a horcajadas en su moto, mirándole con atención. Le sonrió ampliamente, se acercó y se montó detrás, agarrándose a su cintura cuando arrancó, en dirección a su bloque de pisos.
Sanji no habría podido desear un final mejor...

... pero se equivocaba...

Esto no era más que el principio, la punta del iceberg de lo que estaba a punto de suceder...

Esto no era más que el principio, la punta del iceberg de lo que estaba a punto de suceder

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Suerte MiserableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora