Capítulo XV: Reencuentro

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Se despertó, abriendo rápidamente los ojos; sin embargo, una luz intensa hizo que se arrepintiera al instante y volviese a cerrarlos

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Se despertó, abriendo rápidamente los ojos; sin embargo, una luz intensa hizo que se arrepintiera al instante y volviese a cerrarlos.

-Veo que ya despertaste...- dijo una voz masculina, a su lado, pero no podía ver bien a causa de sus ojos llorosos-. Me costó lo mio curarte, debido a que, cuando te encontré, habías perdido una gran cantidad de sangre. Que sigas vivo es una especie de milagro.
-¿Quién eres? -preguntó, parpadeando varias veces. Cuando se acostumbró a la luz, miró al hombre que había a su lado: era alto, de musculatura prominente, de pelo blanco y barba cortada de forma extravagante; llevaba unas gafas redondas y el pelo le caía en una suave cascada sobre los hombros. Sonreía con amabilidad, con sus ojos negros fijos en los suyos.
- Mi nombre es Rayleigh. Soy un viejo conocido del detective Shanks. Él fue quien me envió a por ti, al ver que tardabas en volver.
Entonces, lo sucedido en la cabaña del bosque regresó a la memoria del peliverde, quien se incorporó, como movido por un resorte. No obstante, el dolor en su zona lumbar hizo que se volviese a acostar, gruñendo.
- Ten cuidado. Has sufrido una herida bastante grave. - le advirtió Rayleigh. Zoro le miró.
- La cabaña en la que me encontraste... ¿había alguien más?
- Así es. Un chico moreno, alto, desgarbado, con pronunciadas ojeras y bastante tatuado.- respondió el anciano - Pero él ya estaba muerto. Tenía un tajo en la garganta. ¿Por qué lo preguntas?
- Ese chico fue quien me atacó.
Rayleigh asintió, comprendiendo.
- Ya veo. Bueno, es mejor que descanses. Llamaré a Shanks para que venga.
Zoro no replicó, se sentía demasiado cansado como para soltar una sola queja, pregunta o palabra más. Así que, rindiéndose al cansancio que le atoraba los huesos, se durmió.

Cuando volvió a despertarse, la tarde ya estaba agonizando y dejando paso a la luna con sus amigas, las estrellas

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Cuando volvió a despertarse, la tarde ya estaba agonizando y dejando paso a la luna con sus amigas, las estrellas. La luz de aquel cuarto, que resultó ser su propia dormitorio -aunque, juraría que estaba en un lugar diferente cuando habló con Rayleigh-, estaba encendida, pero no le hacía tanto daño como la de antes.
Miró a su alrededor, sin moverse ni un ápice, y descubrió a Sanji, sentado en la silla del escritorio, de cara a él, mirándolo con una vorágine de sentimientos brillando en sus ojos: preocupación, alivio, felicidad, nostalgia, cariño,...

- Sanji...- murmuró y, al segundo siguiente, ya tenía a su rubio cocinero enganchado a su cuello.

- ¡Ya pensaba en lo peor! ¡Creía que Law te había arrebatado de mi lado! ¡Me has asustado, marimo de mierda! -sus palabras carecían de algún orden lógico, pero, aún así, provocaron una sonrisa en el rostro del peliverde, quien correspondió con fuerza al gesto.
Mientras Sanji empezaba a insultarle de las formas más creativas posibles, él recorría el cuerpo del rubio, reacio a creer que de verdad aquella pesadilla había terminado, que había salido vivo y que ahora podía disfrutar de su cejas de remolino hasta cansarse y más allá.

No obstante, el destino y la suerte eran crueles para con ellos y no tardarían en demostrarles que sus preocupaciones y sufrimientos no terminaban aún.

Cuando Zoro estaba a punto de coger la cara de Sanji, para decirle algo, la puerta del cuarto se abrió con estrépito y un hombre alto y corpulento, de cabellera rubia, entró como una exhalación y arrebató a Sanji de los brazos del espadachín.

-¡Vinsmoke! ¡Suelta a mi hijo inmediatamente! -la voz procedía de Zeff, el padre adoptivo de Sanji, quien miraba al hombre como si pudiera matarlo con los ojos.

-¿Cuántas veces tengo que repetírselo, Pierna Roja? Sanji es MI hijo. El hecho de que lo dejase a su cuidado no le da derecho a llamarlo su hijo. -respondió el hombre. Entonces, miró con asco a Zoro, quien, a su vez, lo miraba entre sorprendido y enfadado -. Dicho sea de paso, no pienso permitir que mi hijo ses un asqueroso maricón. Lo casaré con alguien, una linda mujer, más respetable que un espadachín de tres al cuarto.
Zeff estaba a punto de replicarle, cuando el señor Vinsmoke pasó por su lado, llevándose a Sanji a rastras.

-¡Berenjena! -exclamó el viejo cocinero, yendo detrás de ellos. Zoro iba a hacer algo, iba a seguir a esos dos, cuando una chica esbelta, curvilínea, de pelo rosa corto, ojos azules y cejas iguales a las de Sanji, entró en el cuarto y se apoyó, provocativa, en el marco de la puerta.

-Yo que tú no me movería de ahí.- dijo con una voz aterciopelada- Estás bastante débil y herido. Aunque, si a eso le sumamos la terquedad de mi padre, el levantarte sería un movimiento inútil. Dudo que te devuelva a mi hermanito. Pero...- añadió con una sonrisa coqueta -No soy tú. Además que me encantaría ver como te enfrentas al jefe de la organización más poderosa de esta región. Así que, buena suerte, Roronoa...- finalizó, guiñándole un ojo y saliendo del cuarto con movimientos suaves y sugerentes.

Zoro no se lo pensó dos veces. Había arriesgado su vida por la de Sanji, por poder estar a su lado y ahora volvían a a querer arrebatárselo. "Me niego", pensó.
Con esfuerzo, se incorporó de la cama y se sentó. Le dolía todo el pecho, pero no iba a rendirse. Tomó impulso y se levantó, sujetándose a la cómoda para recuperar el equilibrio.
Una vez seguro de que no iba a caerse, fue hacia la entrada, donde Zeff y el señor Vinsmoke discutían de forma airada, con un Sanji, preocupado y bastante temeroso, en medio de ambos.
Zoro aprovechó la distracción para coger a Sanji del brazo y acercarlo a él, abrazándole de inmediato.

- ¡Tú! -exclamó el señor Vinsmoke al darse cuenta de lo que había hecho el peliverde quien, al sentir la mirada de los dos adultos, cogió del cuello a Sanji y le besó con dulzura. Al principio, éste se tensó, pero no tardó en dejarse llevar y amoldarse a los labios ajenos; no obstante, Zoro hizo uso de todo su autocontrol para no profundizar aquel beso, y se separó, dejando a un ruborizado cocinero, con un gemido ahogado de protesta en el fondo de la garganta.
Zoro intentó con todo su corazón no quedarse mirando el aspecto tan lindo de Sanji, fijando su atención en el señor Vinsmoke y en Zeff.

- Yo no soy ningún espadachín del tres al cuarto.- constató. Miró al señor Vinsmoke con fría seriedad -. Mi nombre es Roronoa Zoro y, le guste o no, soy el novio de su hijo.

-¡Como puedes...! -exclamó el hombre rubio, adelantándose un paso.

- No les toques. - dijo una voz femenina, peculiarmente conocida, detrás de Zoro. Éste se volvió y vio a Reiju al lado de tres chicos, los cuatro de pie frente a la escalera.
Entonces, inconscientemente, Zoro pensó que quizá, con su acto de rebeldía, había dado pie a otra pelea mucho peor.

Y esta vez, sabía perfectamente que se trataba de un asunto familiar.

Y esta vez, sabía perfectamente que se trataba de un asunto familiar

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Suerte MiserableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora