Capítulo Nueve.

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—Espero que no te importe…

Bajé la mirada para acomodar todas las hojas y el diario en la cajita, y guardarlo debajo de mi cama. Hice una mueca mientras levantaba la vista, al hacer tal acto. Su mirada era intimidante, pero trate de no tomarle importancia. Vi que un mechón ruloso de cabello se le cruzaba por la vista, el cual estaba algo mojado. No estaba lloviendo, así que tendría que ser sudor.

—Hola.

Me moví, y me senté en el borde de la cama. Me reía por lo bajo, al estar un poco nerviosa. Mis ojos estaban en el suelo, subieron recorriendo su cuerpo. Su vestimenta negra. Pude ver, gracias a que su remera no tenía manga larga, mordidas.

— ¿Qué te paso? —pregunte sobresaltada.

Me levante de la cama de un salto, y tomé sus brazos. Mordidas de vampiro. Fui subiendo la mirada, viendo que tenía en el cuello también.

—Tranquila, no pasa nada. No me afectan a mí. —me sonrió de lado.

Exhale algo exagerado, ya que había estado reteniendo el aire sin darme cuenta. Miré hacía la ventana, y pude ver que estaba arreglada; de seguro fue Greg, tendría que agradecérselo luego.

Pase mi mano por su brazo, sin mirarlo. Sentía las marcas de las mordidas. Él tomo mi mano y la pasó por su mejilla, pude sentir su calor. Paso su mano hasta que envolví su cuello. Me tomó la otra mano e hizo lo mismo.

Quería, no, necesitaba saber lo que era besar a Shad. Besarlo y sentir su calor. Tragué saliva de tan solo pensarlo. Junte mis piernas, hasta parecía que temblaban. Sentía que me caía. Él se acercaba de poco a mí. No solo quería saber lo que sentiría al besar a Shad, sino quería saber lo que se sentía besar a una persona.

Quería decirle que no, que se alejará, que Michael, o Rupert me dijo que él era un monstruo. Quería decirle que no, porque nunca había besado a nadie, me sentía avergonzada al respecto, demasiado. Pero por otra parte quería decirle que sí, que quería sentir sus labios sobre los míos. Quería sentir para ver si estos eran cálidos, o emanaban el mismo calor que todo su cuerpo. Me ruboricé al instante de pensar eso.

No podía apartar la mirada de sus ojos. Sentía que me hundía más y más. Prácticamente él era culpable de que no esté en el suelo ahora mismo.

—Creo que…

Me interrumpí a mí misma.

Sabía lo que él quería. Que yo lo besé, o que yo le diera el permiso de que él lo hiciera. Abrí mi boca para decir algo más, pero la cerré al instante. Volví a abrirla, no sin antes pensar en lo que decir esta vez.

— ¿Por qué Michael me dijo que eras un monstruo?

Buscaba cualquier cosa para no besarlo. No tenía idea de por qué, porque realmente quería, pero no sabía.

—No importa lo que los demás digan, solo relájate y bésame. —gruñó sobre mis labios.

Lo siguiente pasó tan rápido que parecía un sueño, algo irreal; algo que nunca había vivido.

Sus dedos se clavaron en mis caderas, de seguro para que no me escape. Me apegó a él más de la cuenta, pude notar su torso debajo de esa fina camisa. El rocé de nuestras narices fue de un instante. Sentí su boca sobre la mía, cada facción de sus labios sobre los míos. Vacilo un poco al abrir mi boca con la suya. Su lengua fue entrando de a poco a mi boca. Sentí esta rozar mis labios, luego tocar suavemente la mía. Al sentir su saliva, lo primero que pensé era que me daba asco, pero luego mi lengua fue tocando la suya, y sentía que me gustaba. Era como estar lamiendo un helado, pensé. Solo que más excitante, corregí. Nuestras bocas se abrían y cerraban. Nuestras lenguas se rozaban cada vez más rápido. Mis dedos jugaban con sus cabellos atrayéndolo más a mí, al mismo tiempo en el que cerré fuertemente mis ojos. Sentía mis piernas temblar, sin fuerza. Sentí un calor en mi entrepierna, lo cual las debilito aún más. Nunca había experimentado algo así. No podía parar de besarlo. No me equivocaba cuando pensaba que sus labios emanaban el mismo calor que su cuerpo.

Di un pequeño gemido, y él me levanto un poco haciendo que quedemos más pegados que antes, aunque antes no pasaba ni el aire entre nosotros.

Puede que lo haya conocido hace unos días, pero sentía que lo conocía desde hace tiempo, o que él me conocía a mí.

—Yo… —susurré en sus labios.

Su mano descendió, y la metió debajo de mi playera. Gemí en sus labios con la boca entre abierta y sentí un calor más fuerte del que sentía antes, justo cuando su mano toco mí tibia piel. Me separé bruscamente de él. Shad me soltó haciendo que caiga en el suelo. Él se arrodillo inmediatamente.

— ¿Estás bien?

Alcé la vista. Mi respiración estaba más agitada de lo normal. No dudaba en que mis mejillas estuvieran más que rojas. Cerré fuerte las piernas recordando cada parte de su lengua acariciando la mía, y explorando mi boca.

—S-Sí. —tartamudeé.

Tomó mi rostro entre sus manos y me dio un delicado beso.

—Creo que no me querrán ver aquí, aparte de que tengo una carrera —hizo una mueca algo divertida, y agrego. —Mañana vendré, duckling.

Se separó de mí, haciéndome sentir mal. Quería que se quede; que me siga besando como estaba haciendo hace escasos segundos. Abrió la ventana, y salto de está, no sin antes dedicarme una de sus sonrisas.

Una última sonrisa transcurrió por mi cara, al recordar lo que me dijo el primer día.

>>Al fin y al cabo, no mintió del todo<<

La puerta se abrió, dejando a la vista la figura de mi hermano. Tragué saliva de tan solo pensar si hubiese entrado unos segundos antes.

— ¿Qué haces…? —sacudió la cabeza. —Ven a cenar. Elena ya hizo la cena, y ya te llamo. —lo último sonó más a un regaño.

—Claro. —me levanté, caminé hacía la perta, mientras bajábamos añadí. —Gracias por arreglar la ventana, por cierto. 

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