Capítulo Trece.

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Cinco de Octubre de 1849

William ha estado perfectamente estos días, a pesar de ser un démoniaco, no aparentaba serlo; se sabía mezclar con el entorno.

Él me dijo que aquí escriba sobre Cordial Luise, mi hermana.

Ella fue la que me contó sobre todo este mundo nuevo, en aquella época. Cordial fue como mi yo para Will. Al principio no le creía. Pensaba que estaba loca, y ahora me rió acerca de todo ello.

Toda mi familia murió, excepto ella. Cordial decidió que sería bueno intentar la inmortalidad junto a mí y William, así que lo hizo.

Me he puesto a pensar que quiero formar una familia. Quiero tener hijos, pero con este tema de la inmortalidad no podría, mejor dicho, no quería.

Ya había experimentado la inmortalidad, ahora quería experimentar la mortalidad. Poder seguir el transcurso de la vida. Quería saber lo que era vivir una vida, para luego morir en el intento de vivirla, como hacía antes.

Aún no se lo digo a Will, pero muy pronto se lo diré, al igual que se lo diré a Cordial, ella aún no ha formado pareja, y tendría que hacerlo. Quería que ella fuera feliz. La acepte como si fuera de mi propia sangre. Como si fuera mi hermana de verdad, no como una media hermana. La quería más que a nada.

Se me hizo un vuelco el estómago. Cordial se llamaba la media hermana de Elizabeth, mi madre. Una sonrisa de improviso salió de mis labios, pero luego se desvaneció. Nunca me dijo que tenía una hermana. Tal vez puede estar viva. Tal vez me podría contar muchas cosas sobre esto. Una esperanza se abrió en mí.

—Tac, tac.

La puerta de la cocina se abrió.

— ¿Sigues con ese libro? —hizo una pausa. Se quitó las botas de barro, y añadió: —No te despegas nunca de él.

— ¿Qué te puedo decir? —bromeé, con una risa vaga.

—Tendré que ir a buscar a Elena en una semana. —arrastró una silla junto a mí, y cerré el libro inmediatamente.

— ¿Por…?

Me interrumpió.

—Sus amigas están locas.

Me miró con una cara algo asustado, lo cual me causo risa, y ambos reímos.

Luego de la cena, pensé en lo del hechizo. Por fin pude entender todo correctamente. Los Estur se dividían en distintas formas. Los que podían hacer hechizos de sangre eran Estur Nitos, y los que podían hacer, especialmente, hechizos de sanación era Estur Miongs.

Le había preguntado cómo denominaban a los Estur que podían crear fuego, aunque sea una chispa, como hice yo. Él me dijo que no sabía, que solo quería burlarse de mí. Pareció sorprendido, más que yo incluso.

Daba vueltas y vueltas por la cama. No podía dormir. Mi vista se fijó en el reloj; casi medianoche.

Unos pequeños golpecitos en la ventana me sobresaltaron, ya que estaba a punto de quedarme profundamente dormida.

—Las dos de la madrugada. —gruñí, enojada, al abrir vagamente los ojos para ver la hora.

Me levante de la cama a regañadientes, y camine hacía la ventana con los ojos cerrados. La abrí y volví hacía mi cama, también sin abrir los ojos. Luego de recalcular lo que hice me quede un poco sorprendida. Una sombra negra se estaba adentrando a mi habitación, con lo cual contuve la respiración involuntariamente. Me senté en la cama algo alarmada. Sabía quién era, pero ¿y si me mataba? No, pensé. Shad no lo haría. No sabes que mierda haría Shad nunca inútil, me decía mi subconsciente.

— ¿Cuál es tu frase, oración, o algo de ese tipo que te guste, duckling?

Se sentó en la cama, quedando frente a frente a mí.

— ¿Disculpa?

Froté mis ojos. Estos tardaron un raro en acostumbrarse a la luz.

—La mía era algo como: <<Los corazones no se rompen de verdad. Ojalá pudieran>>

Asentí. No comprendía mucho, entonces dije:

—<<De todas las mentiras, la literatura es mi favorita>>

Shad sonrió. Mi respuesta le pareció muy obvia, pude intuir.

Paso su mano por mi pierna, ¿por qué tengo que usar short, y una sábana fina para dormir?

— ¿Por qué viniste?

Me removí bajo está un poco nerviosa.

—Porque quería concerté más. Ya sabes… —ladeó la cabeza—No te conozco del todo que digamos.

—Uh… —cerré los ojos bajando la mirada. Luego de unos segundos los abrí y lo miré. — ¿A las dos de la madrugada?

Él ignoro lo que dijo.

— ¿Cuál es tu color favorito?

—El azul —respondí inmediatamente, para agregar: —. Me tengo que levantar en unas cuatro, o cinco horas ¿Me dejas dormir?

—El mío el rojo —volvió a ignorarme— ¿Sabías que el color rojo es…?

Le puse una mano en la boca para callarlo, sintiendo estos sobre mi palma; eran cálidos.

—El único color que existe, los demás son efectos de la luz. Lo sé. Shad, te pido por favor encarecidamente que me dejes dormir.

Él asintió.

—Lamento haberte despertado —se levantó, y susurro lo más bajo posible: —. Aunque no estuvieses durmiendo.

Él estaba por salir por la ventana.

—Shad.

Lo llamé en un susurro. Él se detuvo.

— ¿Qué?

Se dio media vuelta, pero se quedó dónde estaba.

Tenía ganas de preguntarle todo eso que quería peguntarle, pero luego pensé que era tarde, aunque en su rostro, por lo que podía ver, no parecía nada cansado. Tal vez los démoniacos no dormían, o algo así.

— ¿Los démoniacos duermen?

Me encogí de hombros, tratando de no tomarle importancia.

—Podemos, como también no.

No entendí mucho su respuesta, pero luego no me pareció tan importante, solo quería una cosa.

—Shad. —susurré, como si fuera una soplada inaudible.

Él me observaba sin pestañar, a los ojos. Aparte los míos de su vista, sintiendo una ventisca entrar a la habitación.

— ¿Me abrasarías?

Shad se acercó hacía mi cama con dos grandes zancadas. Se quedó con las rodillas tocando el borde de la cama, sin decir nada.

Luego de un par de segundos, eternos para mí, coloco una rodilla sobre la cama, para hacer paso a la otra. Se recostó junto a mí, y me tomó de la cintura para que me acueste y quedé un poco sobre él.

—Te contaré una historia. —susurro en mi oído, sintiendo su labio superior en mi oreja.

Acercó sus labios a mi boca, y me dio un beso tan delicado como una caricia, haciendo que estos se rosen escasamente.

—Era un vez un chico hermoso, moreno, con rulos; unos muy sexys, solo para especificar. Y una chica maja, con muchos pensamientos raros pasándole por la mente.

—Shad. —golpeé vagamente su torso, y el rio.

—De acuerdo…

Sonrió por última vez, para que su rostro se torne serio, y comience su historia…

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