Capítulo Diez.

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Creo que había dormido… Nada. La ventana se abrió. Estaba esperanzada de que fuera Shad, pero era Michael. El reloj marcaba las 5 de la madrugada en punto.

— ¿Qué haces aquí? —pregunte, exaltada.

—Levántate. —dijo imperialmente, y me quitó la frazada. Solo llevaba un short, y mi remera con tirante; mi pijama de siempre.

Me levante a regañadientes, y lo enfrente.

— ¿Qué crees que haces?

Mis manos estaban a mis costados, y mi cara estaba roja del enojo.

Él suspiro.

—Cuando dije que te ayudaría con esto hablaba en serio, Claire.

Me crucé de brazos, y estaba lista para comenzar a gritarle, pero luego de pensarlo dos veces, entonces acoté:

—Vete de mí jodida casa; te dije que necesitaba tiempo. Todo esto es muy repentino para mí.

—Tienes 5 minutos.

Sonrió de par en par, tomó el diario, las anotaciones, y salió por la ventana. Estaba por llamarlo, pero decidí no hacer más.

Al llegar abajo lo vi a él sentado en el porche de la casa, con el diario en su regazó.

Al levantarse me extendió su mano

—Ven. —no la acepté.

Bajé para quedar a su altura, aunque era apenas unos escasos centímetros más altos que yo. Michael suspiró, puso los ojos en blanco, y me dijo

—Solo trato de ser amable.

—Qué manera la tuya. —señalé, irónica.

Estaba enojada. No solo por eso.

Pude ver que Michael no parecía tener ningún rasguño.

—Vale.

Me lanzó el diario, y yo lo tomé en el aire.

—Abre cualquier página y haz un hechizo, venga.

Hice una mueca, estaba claro que no sabía ni lo que leí, prácticamente.

—Exacto —me miro obvio. —. En esto eres tan inútil como una oruga.

Se llevó las manos a la cabeza.

—Las orugas no son inútiles. —dije miran el suelo apenada.

Él pestaño rápido mientras me miraba. De seguro estaba pensando que era una inútil, o algo por el estilo. Por alguna razón puede hacerlo. Su voz resonó en mi mente como un eco: “Si se entera, ella peleará, pero no sabe nada de hechicería, así que…”

Estaba algo sorprendida. No por lo que dijo, más por lo que yo pude hacer. Pude hacerlo, ¿será que de tanto que quise hacerlo paso? Tragué saliva. Espero que no se haya dado cuenta.

—Bueno… Como te dije, o insinué, y tú ya tendrías que saber —movió su mano en un gesto aburrido. —. Tienes que matar a Shad, o mejor dicho “mandar al infierno” —puso los ojos en blanco. —Claro que él no puede escuchar esta conversación, ni saber lo que hacer, porque yo lo estoy impidiendo, tal vez te cuente la historia. —su sonrisa fue sombría.

—No lo haré. —Las palabras salieron solas de mis labios.

—Era un amigo íntimo de tu madre. Lo harás por las buenas, o por las malas.

Él me odiaba, lo sabía. Lo sabía por los constantes pensamientos que producía él. Era como si salieras de su cabeza para meterse en la mía, pero él no me habla, yo los escuchaba. Invadía su mente. Su mente retorcida llena de pensamientos inútiles que no eran nada positivos hacía mí.

—De nuevo. —me repitió por enésima vez.

Traté de nuevo de poder hacer, aunque sea, una pequeña llama de entre mis dedos, y, para mi sorpresa, lo logré. Esta fue a parar a Michael, el cual grito a los cuatro vientos, y maldijo para sus adentros.

— ¡Ten cuidado! —gritó.

Al instante recordé que él era un vampiro; el fuego les hace daño.

—Lo siento —musité, sorprendida por lo que acababa de hacer.

El sol ya se había puesto, y mi hermano acababa de salir de la casa.

— ¿Qué haces a esta hora aquí, Claire? ¿Y… sola?

Miré a mí alrededor, pero Michael ya no estaba. Que suerte, pensé. Por lo menos no seguiría con esto hasta mañana.

—Quería tomar un poco de aire. —mentí.

—De acuerdo…—no se lo veía muy seguro.

Estos días se lo veía inseguro, y no veía porque no. Yo era la que estaba rara. Nuestras conversaciones eran demasiado escasas, y ni siquiera lo miraba al cruzármelo. Decidí establecer, aunque sea, una pequeña conversación ahora.

— ¿Qué hiciste esta semana?

Fui hacía la camioneta y me apoyé sobre el capote. Su rostro me demostró en que estaba asimilando la pregunta. En un momento pensé en leerle la mente, era tentador. Pero luego pensé que estaba mal. Él era mi hermano, y no debía invadir su intimidad.

Leer una mente, crear fuego de la nada a través de mis dedos. Quien me escuchase creería que estoy completamente chiflada.

—Pues… A la mañana te llevaba a ti a la escuela, y luego trabajaba. Lo de siempre. —me dedico una sonrisa fraternal.

Lo mismo de siempre, pensé divertida.

— ¿Y tú? —se apoyó junto a mí en el capote.

—Uh… Me he estado con un chico—sonríe, pero desvíe un poco la mirada.

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