Capítulo Diecinueve.

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— ¿Cuándo vamos a parar? —pregunté, luego de estar caminando por ese bosque unas dos horas. 

—Quiero que conozcas a un amigo.

Desde que nos besamos, Michael ha estado amable conmigo, pero es algo extraño lo que siento. Es como si yo estuviese en un modo automático, y respondiera a sus besos, a sus caricias, pero las quiero. Quiero todo eso. 

Chasqueó la lengua, y sus brazos rodearon mis hombros. 

—Ya llegamos.

Al ver lo que me mostraba casi ahogó una exclamación. Era la casa de Cindy. 

Me mordí el labio inferior, y traté de parecer sorprendida. 

—Los que están aquí están muertos. —le dije lo que pensaba hace un par de semanas. 

La mujer que vivía ahí se murió de un par de cortes, ¿era la madre de Cindy? Tendría que preguntarselo... 

Ya no sentía sus manos sobre mis hombros. Me giré, y él ya no estaba.

Suspiré aliviada; no tendría que fingir que no los conocía, o que no tenía idea de nada.

Al pasar por el matorral de hojas grises no me sentí rara, sino que sentí como si todo eso fuera un recuerdo, o un anhelo. Un recuerdo que quiesa recordar, aunque nunca hubiese existido. 

Al llegar  ala puerta, esta se abrió.

—Mi madre tenía razón. 

Cindy esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

—Hace mucho que no nos vemos. —dije, mientrás que entraba a la casa.

No antes de poner un pie en la casa, no se me había ocurrido:

El nombre de la madre de Cindy, ¿me lo habían dicho? No me acuerdo... ¡No me acordaba! Si su nombre era ese, todo concordaba. No todo, sino una parte.

— ¡Ahí estás, Claire! Te tengo un regalo.

Me quedé inmobil.

— ¿Tu nombre es Cordial? —pregunte sin pensarlo.

Ella asintió, juntando las manos sobre su estómago.

Aguante las gans de ir hacía sus brazos y abrazarla. Aguante las ganas de preguntarle como mi madre en realidad, que partes fingía y cuales. Me aguante las ganas de muchas cosas.

— ¿Qué clase de regalo?

Me hizo una seña, y la seguí. Cindy estaba que me pisaba los talones. Fuimos hasta un lugar que parecía un espacio cerrado, pero que habían miles de plantas, y árboles.

—De hecho dos, pero este es mío.

El lugar parecía un poco muerto; no habían casi nada de luces, solo las que entraban de afuera, ninguna artifical.

—Esto. Espero que te guste.

Se movió a un lado. Sus alas hicieron que me sintiera algo incómoda. Caminé unos pasos, hasta quedar en frente de una jaula competamente vacía.

—Pero aquí no hay nada. —dije sin más.

Se le formó una mueca, y su rostro se torno de una desepción notable.

—Si no ves lo que está aquí, no ves lo de tu alrededor. Es una pena —suspiró—. Espero que al final puedas llegar a verlo.

Al final... Siempre tenía que haber un final para todo, ¿no?

—Cor... dial.

Una voz suave, y a la vez ronca, se escuchó. 

— ¿Robert?

Cordial dirigió la mirada al umbral de la puerta. Estaba esa misma persona que el otro día. Sus cabellos eran negros, y sus ojos eran dorados.

—Claire —empezó diciendo Cordial—, el es Robert; mi esposo.

El hombre tenía una apariencia añinada. No, no era un hombre, era un chico ¿Un chico con cuerpo de hombre? Parecía tan tierno...

—Ho... la, Clir.

Al pronunciar mal mi nombre, no pude aguantar una sonrisa.

—Es Claire. —dije sonriente. Él se sonrojo, de seguro por la corrección.

No sabía lo que eran, pero me parecían algo tiernos, es decir... Parecía como si fueran...

—Demonios —la voz de Cindy me llamó la atención—. Son demonios.

Comprobé una de las cosas que ya sabía; Cindy era una Estur.

— ¡Tu otro regalo! —exclamó, cordial.

Me tomó de la mano, y me llevo hasta la sala, pasando junto a Cindy y luego junto a Robert, el cual se sobresaltó.

—Apareció en la puerta, y habían dos notas; Una que me decía que te lo tenía que dar a ti, y otra bueno para ti.

Tapé mi boca con ambas manos. Frente a mí había un gato, o algo parecido a un gato. Tenía la forma de un gato, solo que una alas transparentes se extendía de él. Sus ojos eran de un color distinto; uno era turquesa, y otro rojo. Su pelaje era gris, y no pude evitar tocarlo. Era muy suave.

No sé que era, pero era hermoso.

—Lee la carta.

Levante la mano, a un collar que tenía. Había un pequeño papel, el cual decía:

"Lo vi, y pensé en ti. No por la extrañeza, sino por... ser "especial".

Shad" 

Arrugué la frente. Él me quería muerta, o tal vez no. Me gustaba Micheal, ¿o Shad?

Sacudí la cabeza, diciendome a mi misma que esto no arruinaría el momento que estaba pasando con Cordial, y que pasaría.

— ¿Quién es Shad? ¿Tu novio? —podía ver la curiosidad en los ojos de Cordial.

—No. —dije sin pensarlo.

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