Capítulo Dieciocho

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—Los démoniacos no podemos dormir —empezo diciendo—. Si dormimos... Lo hacemos para siempre.

Sentí el cabello de mi nuca erizarcé, y un escalofríos.

—Sonará raro, pero... Siempre sentí que me pudría por dentro.

Pude imaginar su sonrisa en ese momento. su tatuaje eran como sus huesos, literalmente. eran un dibujo de sus huesos. Pudrirte.... ¿Como se siente uno mismo cuando se pudre? Era ilógico, y claro a la vez.

—Shad...

Posé mi mano en su hombre, mientras me mordía el labio inferior. No lo había pensado, pero estaba con un chico en mi cuarto. Él no tenía camisa. El ambiente estaba cambiando un poco ahora.

Se dio la vuelta, y me envolvió entre sus brazos. Sentía cada facción de su cuerpo contra el mío. Colocó su cabeza en el hueco de mi cuello, y pude sentir su respiración en él. No era su respiración. No, él no respiraba. Eso era lo que yo quería; sentirlo.

—Claire... Debo irme.

Tomé una bocanada de aire, y me separé de él, cayendo en la cama. Trate de hacer como si lo hubiese querido así, pero no. Pareció como si fuera una torpe al caerme encima de la cama.

— ¿Nos vemos en un par de semanas? —pregunté, esperanzada de que esas semanas fueran segundos. Con el paso del tiempo, estar lejos de Shad se me hacía cada vez más imposible.

—En una par de semanas. —repitió, sonriendo.

En un abrir y cerrar de ojos, él ya no estaba, pero su camisa sí. Me acerque para recogerla. Al olerla, como pervertida que era, me di cuenta de que olía a él; su aroma. Por suesto que lo haría, inútil, me decía mi subconsciente. 

No sabía lo que pasaría ahora, pero si que pasaría luego; Él no estaría durmiendo, y, aunque sonará un poco narcisista, o eso, sabría que estaría pensando en mí.

—Al igual que yo en él. —dije en voz alta, mientras me encaminaba a cerrar la ventana.

Al bajar a la cocina tomé algunas cosas para hacer el almuerzo, para Greg y para mí. 

—Que te alejes de él.

Una voz me sobresaltó, haciendo que tiré los cubiertos al suelo. Me di la vuelta para mirarlo a la cara a Michael.

Estiró su mano y alzó mi barbilla. Me separé bruscamente de su frío tacto. Yo lo odiaba, ¿cómo se atreve a tocarme con su mano? Su mano era tan fría. Y si estaba muerto, por supuesto.

— ¿Qué carajos quieres?

Puso los ojos en blanco, con lo que deduje que tampoco le caía bien. Perfecto.

—Nada.

Se encogió de hombros.

Recordé lo que Elizabeth escribió, pero ¿qué quiso decir? ¿Él no le caía bien? No, los esturs y los vástagos eran enemigos.

Esa palabra iba de un lago al otro de mi cabeza, rebotando. Mi respiración se entre corto. Sentí que mi corazón latía muy fuerte. ¿Por qué? Lo había entendido: Mi madre nunca hizo un juramente con Michael. Él era amiga de Will, y amante de su hermana, pero eso no tenía nada que ver. Al ser un vástago eran enemigos.

Lo entendí; él me quería muerta.

— ¿Cómo has estado?

Necesitaba tiempo, pero ¿para qué? Joder, no sabía hacer casi nada de magia. Él me mataría aquí sin pudor. Sería  como partir un escarbadientes para él.

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