Capítulo Dieciséis.

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Su voz sonó queda. Otro grito se escuchó, nuestras miradas se encontraron, y corrimos rápidamente al porche. Greg abrió la puerta, haciéndome una seña de él entraba primero. Greg entro a la sala, la cual estaba con la luz apagada. Alcé mi mano para apretar el interruptor, pero este no funcionaba. Él pánico seguía, y está vez se agregó un miedo que me consumió por completo, junto con unas ganas de llorar incontrolables.

Sostuve a Greg por el codo, y él me miro con una cara preocupada.

—Yo iré a la cocina —le susurré—. Tú ve arriba.

Suspiró amargado, pero asintió.

Me acerque lentamente hacía la cocina, las luces estaban titilando.

Lo siguiente que paso lo recordaré como un flash, o un sueño, solo estaba viendo y llorando. Recuerdo que un objeto fue hacía mí, el cual no sabía cuál era. También recuerdo que Greg se puso en frente de mí. Recuerdo las lágrimas salir de a montones. Que me caí, mientras veía dos cuerpos yacer en el suelo, y algo de entre las sombras observándonos.

Ese mismo algo que sentí que estaba en mi cuarto. Volví a llorar, mientras corría hacía la sala en busca del teléfono. Llame al hospital, y me fui directo con Greg.

—Greg.

Mi voz estaba  ahogada por las lágrimas. Sentía mi cara roja de los nervios. Mis manos temblaban.

Fui en busca de un trapo, y lo coloque torpemente a un costado del objeto que lo perforaba.

—Claire. —gruñó entre dientes.

Le tape la boca. Lo abracé, y le quité el cuchillo; ese objeto. Sollocé aún más fuerte al escucharlo gritar, y sollozar sobre la palma de mi mano. Sentí sus lágrimas caer hasta que se topaba con esta. .

—No te morirás. No te morirás —repetía sollozando una y otra vez—. Eres lo único que me queda. Joder.

Me estaba meciendo, con la cabeza de Greg en mi regazo, esperando a la ambulancia. Tal vez mi casa quedaba en la nada misma, pero no podían perderse, era obvio. Era obvio. Una casa. Muchos árboles.

Las lágrimas aumentaron.

— ¡¿Por qué?! —grite con todas mis fuerza— ¡Joder! ¡¿Qué le hicimos?!

Apreté el trapo en la herida, y pensé. Un hechizo. Negué rotundamente, ¿y si salía mal? ¿Y si pasa algo peor?

Lo miré a los ojos, pasando mi mano por su mejilla húmeda por las lágrimas.

—Podrías decirme que todo está bien. —musitó en un susurro casi inaudible.

—Si te digo eso te estoy mintiendo. —sonreí.

Ese lado de ser de él no se lo sacaban nunca.

8 de Octubre de 1867

Cordial ha conocido a alguien. De verdad que es muy educado, y le gusta a ella. Si ella es feliz con eso, ya lo soy igual. Él tiene ojos azules, y pelo rubio oscuro. Su nombre es Rupert, y me ha caído bien, aparte de todo eso.

William y Rupert se han hecho grandes amigos, hasta el punto en el que William le ha contado muchas cosas de las que le conté yo. Recuerdo mi reacción a eso. La recuerdo perfectamente…

— ¡¿Cómo que hiciste eso?! —grité lo más fuerte que se me dio la voz.

—Es mi amigo, aparte —hizo una pausa, alzando su dedo índice—no puedes controlar lo que digo.

Una sonrisa amplia inundo  su rostro.

—No eres bueno para mí. —las palabras salieron solas.

— ¿Cómo? —pregunto confundido.

—Se acabó.

En ese momento, sentí que mi mundo se derrumbaba, que mis piernas se debilitaban.

Se movió tan rápido que ni siquiera noté que me encontraba contra la pared, y él me sostenía las manos sobre la cabeza.

Tragué saliva dificultosamente.

—Los démoniacos nunca tuvieron afinidad con los Estur, pero sentía que nosotros…

Me interrumpió.

— ¡Por supuesto que no! —Exclamó, y agrego— ¡Los Esturs nos matan!

—Y tú también me puedes matar a mí. —me defendí, pero pareció no agradarle para nada.

Un silencio inundó la sala, que fue interrumpido con el ingreso de Rupert en esta.

—O… ye —se quedó mirando la escena—, creo que llego en mal momento.

Pude ver la rapidez de William. Fue hasta Rupert, y le partió el cuello. Lancé un grito ahogado, y me tapé la boca. Unas lágrimas brotaron de mis ojos, ¿qué le diría a Cordial?

—Él es un vástago. Que sorpresa, ¿no?

—Eres un manipulador.

Me dedicó una sonrisa de lado, antes hubiera dicho que eso me encantaba, pero ahora me resulto repugnante. Él amaba manipular a los demás; hacer que hagan lo que él quería.

William tomó por los pies a Rupert, y dijo unas últimas palabras.

—Si yo no te tengo, nadie lo hará.

25 de Marzo de 1890

Mi hermana ha muerto.

31 de Diciembre de 1925

He decidido establecerme en Canadá. Es un pequeño pueblo, luego de andar por todo el mundo tenía que quedarme en algún lugar estable. El tiempo frío y templado se me apetece en estos momentos, y… necesito un lugar para esconderme.

William me ha estado buscando, y lo sé. Sus ganas de matarme las podía sentir desde la otra punta del país. Podría decir que yo también podría matarlo, pero no puedo. No puedo matar a la única persona que ame, y sigo amando hasta ahora.

No me importa lo que ha hecho, o lo que hará, siempre lo ame, lo amo, y lo amaré.

“Vampiros/Vástagos”

Los vampiros, o mejor dicho, vástagos. Son originarios de Transilvania.

A Rupert le habían dado el “beso del vampiro”. Esto consistía en que a una persona le quitaba toda la sangre un vástago, para luego darle la suya. Así, la persona, tendría que hacer lo que su originario le decía. Pero Rupert no tenía que obedecer a nadie, porque el vástago, mejor dicho la, era una conocida de él, con lo cual no tuvo que obedecer todo lo que ella quería.

Los démoniacos y los vástagos son “amigos”. Ambos están en contra de los Estur, ya que nosotros los cazamos.

8 de Febrero de 1966

Mi nuevo nombre es Lucy Fran. Deje atrás todo mi pasado, y es como si hubiese vuelto a nacer.

25 de Julio de 1990

Mi vida ha mejorado para bien desde que lo conocí a él. A Mark Bratcher. Deje el tema de la inmortalidad cuando nuestros caminos se cruzaron.

Conozco a Mark desde hace unos años, cuando tenía 19.

A mis 24 años, si es que contamos desde que deje de tomar las posiciones de inmortalidad, ya estoy esperando a mi primer hijo. Aún no se nos ha ocurrido un nombre, pero muy pronto se nos ocurrirá.

Esta vez no le he contado nada a Mark. No quería que me ocurra lo mismo que con Aaron.

Oh… nunca me he olvidado de él. De Aaron, mejor dicho William, que era como a él le gustaba que le dijeran.

Decidí no pensar más en él, o tratar algo. Decidí alejarme de todo lo referido a la magia y secretos, o mejor dicho mentiras. Todo era tan irreal que no podía creer más en esto. Decidí no contarle nada a mi nueva familia, pero, si algo se descubre, tendré que hacer algo sin que nadie me mate.

Había señales de que en ese final había hojas, pero que alguien las había arrancado.

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