Capítul⌖ 28

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ALEXANDRA

Diferentes voces sonaban cerca de mi cabeza, pero me era imposible lograr entender que era lo que decían. Quería moverme, quería abrir los ojos y saber que era lo que estaba sucediendo a mi al rededor. Pero no pude, era tanto el dolor en mi cabeza y en mi cuerpo, que apenas pude volver a sentir aquel mareo de nuevo, haciendo que por segunda vez, me perdiera en lo negro.

Era de noche, como de costumbre cuando me encontraba sentada en este polvoriento sofá esperando a mamá. Mis manos temblaban por los nervios, aquellos nervios que siempre me inundaban al darme cuenta que no llegaba a la hora acordada.

Ella antes de salir, siempre me decía que antes de las cinco de la madrugada, estaría aquí. Sin embargo, eran las seis y todavía no estaba conmigo.

Me pongo en pie al escuchar a Emma llorar, camino hacía su lado y me acomodo con ella. Ella al sentir mi calor, envuelve sus brazos en mi cuello y recuesta su cabeza. Observándome adormilada, mordiendo su chupete. Pronto iríamos con su padre, aquello me dijo mamá hace unos dias. Pues Emma y Clara no eran hijas del mismo hombre que me engendro a mi, eran de otro.

Llevo mis manos a su pequeña cara, y la acaricio con suavidad. Apenas mamá tenia tiempo para pasarlo con las bebes gemelas, entonces era yo la que se encargaba de cuidarlas. Estaba muy ocupada buscando dinero para nosotras, y aquello me dolía. Me dolía el saber que no podía ayudarla en tema económico, y que cada vez, estabamos peor. Por eso, iríamos con aquel hombre que yo, no conocía.

Los ojos de Emma se cerraron con lentitud ante mi toque. Era preciosa, no era por que fuera mi hermana, era porque realmente era una bebe preciosa. Y esperaba con todo mi corazón, que esta situación cambiará rápido para poder brindarles a ambas una buena educación. Y asegurarme, que no corrieran con mi mala suerte.

Si, desde luego, para entonces, nuestra situación cambiaría. Ellas irían a una muy buena escuela y se graduarían. Yo, terminaría de la misma forma mis estudios y Mamá, ella estaría ahí para verlo todo y sentirse orgullosa de todo el esfuerzo que hizo por nosotras. Y sobre todo, podría dejar de trabajar en este trabajo que la hacía llegar tan tarde y tan cansada.

Me pongo en pie al verla completamente dormida y al escuchar unas llaves en la cerradura. Mamá, aparece enfundada en aquel vestido de fiesta color negro sujetando sus tacones con algo de dificultad en su otra mano libre.

—Alexa ¿todavia continúas despierta?—Murmura con dificultad cerrando la puerta a sus espaldas.

—Estaba esperándote.—Hasta que no viera que regresaba, no podía cerrar los ojos para dormir.

Me daba miedo que nos abandonará, o peor, que le ocurriera algo malo...

Se dejó caer en el sofá exhausta, dejando sobre la mesa billetes. Y aquello, me contrajo el estomago. No por los billetes, sino por las lagrimas silenciosas que empezaron a correr por sus mejillas. No dudé en acercarme a ella y sentarme a su lado.

—Deja de hacerlo mamá.—Susurre sintiendo aquel nudo en mi garganta.—Sobreviviremos de cualquier forma. Pero deja de hacerlo.—Su mirada cristalina se topo con mis ojos. Estirando sus labios en una pequeña sonrisa.

—No lloro de tristeza.—Murmuró para acercarme a su cuerpo. El cuál tenia un cumulo de distintas frangancias, aquello hizo que arrugara mi nariz.—Lloro porque esta semana si podremos comer bien.—Sentí como me caía su lagrima en mi frente.

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