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Feliz Navidad a todos, feliz Navidad a todos y...

Definitivamente no.

No me consideraba el Grinch, es más, solía amar las fiestas a excepción de los estruendosos fuegos artificiales que eran lo que más detestaba de aquellas situaciones. Pero me encantaba salir a verlos después de todo, contrastaban con los blancos tejados cubiertos de nieve y luego de las doce comíamos un delicioso postre de frutillas hecho por la abuela y mamá.

Bueno, así solía ser. Y, de hecho, no tenía idea de como podría resultar la primera Navidad sin mis padres.

La abuela y yo nos levantamos temprano en la mañana para poder ir al cementerio a llevar flores a mamá y papá, y lo único que hubo durante esa visita fue silencio. Más sentimientos de los que yo había pensado, salieron a la luz en esta visita, y la abuela me terminó de sorprender cuando regresamos, y antes de poder abrir la puerta, me detuvo tomándome por el hombro.

—Lori —dijo y volteé a verla—, hoy será Navidad y estoy segura de que se irán al día siguiente... pero —dudó unos segundos—. ¿Tu te sientes cómoda viviendo allí?

Fruncí el ceño.

—¿Lo dices por Mary y Rob?

—No, no —sacudió la cabeza—. Quiero preguntártelo por tu propia comodidad, porque dentro de dos años ya serás mayor de edad, y si tu quisieras... podrías venir a vivir conmigo.

—Abuela, n-no tengo una contestación segura a esa pregunta. Pero si estás preocupada por mi, te aseguro y créeme: yo jamás me sentí tan a gusto en un lugar que no fuera en Accrington. Creo que ahí es donde debo quedarme.

—Oh, Lori.

No me dio tiempo proveer cuando ya estaba entre sus cálidos brazos.

Ahora, mi impasible estado de ánimo estaba regado en ociosidad. Aún quedaban millones de tareas en la casa por hacer. No terminaba de colgar las guirnaldas en cada extremo del salón porque a las escurridizas gatas de la abuela les parecía divertido salir huyendo con las decoraciones por toda la casa y justo cuando apoyé mi trasero por primera vez en la tarde sobre el sofá y quise arrojarme a dormir, el timbre de la entrada sonó. Afortunadamente, Mary salió a atender.

—Devon, ¿ya escribiste tu carta a Santa? —Vanessa apareció desde la cocina con un nuevo sombrero color rojo, se ubicó junto a Devon y sus lápices y hojas esparcidos por el suelo.

—Aún no sé escribir —se excusó el niño.

—Bueno, si quieres yo podría ayudarte —se ofreció conmovida ella—. ¿Tienes alguna idea de lo que quieres pedirle? Quizás puedas decirme qué quieres y yo podría escribirlo.

—¿Lo harías? —los ojos del niño brillaron al ver que la hija de los Lange asentía rápidamente en respuesta—. ¡Bien! Primero quiero un...

—Devon —mi voz irrumpió—, ¿por qué no me pediste ayuda a mi? Yo te la podría haber escrito.

—Tu estabas ocupada decorando la casa y no quería molestarte...

—No importa, Lori —habló Vanessa—. Yo lo ayudo, tu sigue con lo que estabas haciendo.

Su caritativo espíritu estaba comenzando a irritarme por algún motivo, justo en la época del año donde la bondad debería ser más desbordante que en cualquier otro día.

Bueno, ahora no tenía nada que hacer. Así que...

—¡Lori, ¿puedes venir a ayudarme con la ensalada?!

***

No creo poder llegar esta noche para estar con ustedes. Lo lamento mucho.

Feliz Navidad.

Lori.


Aquel mensaje contenía toda la decepción de no poder cumplir una promesa de amistad, sin más tuve que resignarme a la realidad de que no cabía oportunidad de volver un 25 de Diciembre a la madrugada a menos que tuviera el poder de volar o tele-transportarme. La primera razón: porque nadie trabajaría en la estación de autobuses un día festivo (porque pensaba regresar por mi cuenta). Y la segunda es esa; ni Mary, Rob y la abuela permitirían que viajara de regreso a casa por mi cuenta. Pero la tercera es por la que más tiempo quedé internamente pensativa hasta que el reloj dio las doce de la noche, los fuegos artificiales dieron su espectáculo en el cielo y vi a toda mi familia y los cinco integrantes del resto de la familia Lange intercambiando saludos y buenos deseos. A pesar que doliera, que hubieran dos lugares vacíos en la mesa y me faltaran esos abrazos, aquellas personas que me rodeaban era lo único que tenía, lo único de verdad que me quedaba como verdadero amparo y no entendí como pude ser tan egoísta en pensar dejar esta casa en lugar de querer ver las cosas con claridad. Porque no era la única que lloraba en silencio su pérdida; la abuela perdió a un hijo, Mary a un hermano, Devon a dos tíos que lo adoraban como un hijo propio, y los Lange quizás también lamentaban no tener a esos gentiles vecinos con los que convivieron por más de treinta años.

Y si Blake, George, Reece y Pauline no comprendían eso quizás ellos tampoco fueran mis amigos.

Lo único que recuerdo luego de los saludos y convivir un par de horas más es que todos nos fuimos a dormir, al día siguiente intercambiamos los regalos (que dicho sea de paso había comprado a último momento), y a la tarde, mis tíos, Devon y yo partimos de vuelta a nuestro hogar con la promesa de regresar de seguro para las vacaciones de primavera.

Me despedí de abuela, la familia Lange y cuando llegó el turno de Vanessa, ella realizó una totalmente inesperada acción que contradecía todos los pensamientos internos que tuve de ella durante mi estadía esta semana.

Estaba recibiendo muchos abrazos y esta era la época donde esos eran los mejores regalos.

—Lorraine —habló cuando se alejó de mi. Mis brazos se quedaron tiesos y no pude darme el tiempo para corresponder a su muestra de afecto—, lamento mucho que no hubiéramos podido convivir estos días, porque sé que tal vez fui muy brusca contigo y no la tuve consideración de ponerme en tus zapatos sabiendo que todavía hay una herida muy grande en ti. Lo lamento, porque te conozco desde siempre y aunque suene poco creíble, yo te considero una amiga.

—No fue toda tu culpa —comencé—. Fui muy egoísta, y creí que la única que tenía problemas era yo cuando en realidad, no estaba viendo con claridad que pasaba a mi al rededor. Yo también te considero una amiga.

—Me alegro que lo sientas así.

De vuelta en casa lo primero que hice fue dejar el pequeño equipaje que había llevado sobre el suelo de mi habitación y excusarme con Mary con que saldría y regresaría en unos minutos.

Me dirigí a aquel parque donde debía estar la noche anterior, porque mis pensamientos se desgastaban en que podría haber ocurrido para que los chicos no hubieran respondido mi mensaje de lamento y ni siquiera llegaran buenos deseos a mi casilla de mensaje. Caminé hasta el centro, justo donde los diversos caminos de grava se unían en un mismo punto y donde tristemente el gran árbol navideño decorado con lazos en su blancura y yo, éramos lo únicos en ese lugar.

No medí el tiempo que pasó desde que publiqué acá pero... ya volví, es lo que cuenta, ¿no?

Expresen sus opiniones del capítulo según lo que sus corazones dicten, ah...

Y para alargar esto: ¡No puedo creer que ya seamos 5k, ¿en que momento pasó esto, Mabel?! Inmensamente agradecida porque ustedes le dieron oportunidad a esta novela con sus leídas, votos y los comentarios que amo ver y que siempre logran sacarme una sonrisa. No imaginé que podría llegar con una novela hasta estas alturas pero ustedes son la razón de mi motivación. También gracias a NHC por esparcir el talento de sus voces y porque sin ellos no existiría Lori y su depresión, ahre. #PalabrasDesdeElFondoDeMiKokoro. Gracias una vez más.

Amor y paz,

Sandy <3

Hopeless - NHCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora