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Cuando Mary me avisó que Pauline había llegado bajé rápidamente las escaleras a su encuentro. La rubia portaba una mochila negra consigo y sostenía una chaqueta azul en la mano. Nos saludamos y fuimos a mi habitación a dejar sus cosas.

—Confieso algo —comentó ella en una risilla—: esta es mi primera pijamada.

—La mía igual —sonreí.

No sabía qué cosas se hacían en una pijamada, mucho menos en una de dos integrantes. Agradecí que Mary aceptara mi petición de invitar a Pauline a dormir, al igual que se ofreció para comprar pizzas y helado como postre. Entonces básicamente no hubo problemas. Cuando vivía en Manchester jamás había asistido a una pijamada (porque saben de mi historial con las relaciones amistosas), aunque fui a un campamento escolar... No me divertí mucho a decir verdad.

Ambas nos encontrábamos ahí. En mi habitación viendo en mi laptop una película cómica interpretada por Zac Efron y degustando una sabrosa pizza de peperoni. Las dos primeras horas las pasamos con risas de por medio, ella contándome lo que hacían sus hermanitos antes de venir aquí y yo imaginándola enloquecer entre tanto escándalo. Pauline siempre se mostró del tipo que nunca renegaba de lo que ocurría dentro de su hogar, en todas las ocasiones que nos reuníamos nunca mencionó algún problema interno, a diferencia de los chicos, que en ciertos momentos narraban en pequeñas partes que les había ocurrido, pero Pauline no. Así fue como llegamos al punto de hablar de nuestras vidas en el plano hogar.

—¿Sabes que papá está en prisión, verdad? —asentí—. Bueno, lleva como cuatro años allí y aún faltan dos más si pudiera salir con buena conducta... Durante todo este tiempo mamá constantemente le envía cartas, fotografías de nosotros, algún libro o periódico... pero tristemente se olvidó de sí misma. Dejó de salir y sólo se dedica a sus dos empleos. Tía Phoebe y yo llevamos notándolo hace tiempo, un día hablamos con ella y dijo "estoy bien". Por supuesto que no es así. Creo que aún sigue muy dolida.

—¿Y los trillizos? —cuestioné llevándome una cucharada de helado a la boca.

—Caleb y Orioles no se percatan de ello, pero Roxette me contó que una noche la vio en su habitación con una fotografía de papá y llorando.

—Oh...

Ella se restó de hombros y soltó un largo suspiro, seguido dirigió su atención a mi otra vez.

—Cuéntame cómo era tu hogar antes de venir aquí —pidió.

Me tomó desprevenida, entonces comencé a recordar como en realidad era mi anterior vida, cuando mamá y papá aún seguían conmigo y donde todo era normalmente cotidiano.

—Eh... —dudé— ¿Sobre qué quieres saber?

—¿Cómo eran tus padres?

Pauline tenía dos lados, uno de ellos me hacía sentir extremadamente a gusto charlando con ella, y el otro hacía que piense las cosas por más tiempo del debido.

—Mamá era hermosa —comencé—. Su cabello era castaño y le llegaba más o menos por mitad de la espalda, lo tuvo así durante mucho tiempo hasta que decidió cortárselo cuando cumplí los trece. Sus ojos eran el tono más cálido de verde que pude encontrar en una mirada y su sonrisa era constante, hasta que se daba cuenta de no limpiaba mi habitación como lo ordenaba. Tenía una pequeña tienda de artesanías en el centro de la cuidad, ella pintaba cuadros o a veces los compraba para ponerlos en la tienda. En casa había un pequeño piano y me enseñó a tocar algunas melodías clásicas que a su vez ella aprendió de su madre. Fue amiga de Mary y por ella conoció a papá. Su nombre era Sophie.

Las imágenes de mamá inundaron toda mi memoria en un santiamén y algo parecido al calor de su abrazo me envolvió. Mientras, seguía relatando todo a Pauline quien sonreía y se veía muy interesada en saber más.

Hopeless - NHCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora