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Todos estaban entusiasmados con la fiesta de Kennedy Brince. Por lo que sabía, ella había invitado a la mayoría de las personas en la escuela, al parecer era una especie de chica muy reconocida —por no decir popular—. Exactamente, no sé cuántos estudiantes podrían haber en Lowell pero si de algo estaba segura es que superaban los cuatrocientos.

Dentro de dos horas serían las 10 p.m, eso significaba que era hora de arreglarse. No tenía mucho problema en escoger vestuario, a decir verdad. Lo primero que sacaba, eso sería lo elegido. Siempre fui así. Tanteé los espacios entre mi closet, esperando encontrar algo en mi vestidor que se adecuara a la situación. Lo primero que saqué fue una sudadera gris a manchas blancas: descartado; la segunda blusa fue una negra impresa con el luego de AC/DC en la delantera: no; una camiseta a mangas largas color vino fue lo tercero que saqué y lo que, al igual que las demás, arrojé sobre mi cama como signo de rechazo. En los últimos treinta minutos había descubierto que la gama de colores en mi ropa no variaba mucho; todo obscuro.

Demonios, esto era más complicado de lo que parecía. No había visto claramente las prendas que tenía antes de esta noche.

Decidí enviarle un mensaje a Pauline preguntándole si la opción de ir en una blusa roja y unos pantalones negros junto con mis Converse estaba dentro de los planes. Su respuesta fue un no.

Eso me recordó a la situación de hace dos días en el que ayudé a Cole Mc.Callister en algo. Que escalofriante. Luego de escuchar la "conversación" del idiota de Hoffger y su amigo creí que debería contarle a los chicos acerca de eso, entonces en la última hora de clases lo hice. No me creyeron al principio pero luego cayó Blake y al final Reece se convenció de mis dichos. La pregunta luego fue ¿qué haríamos? Estaba claro que era la "relación" de Pauline, y ella podría estar con quien quisiese, pero sería estúpido de su parte y la nuestra si dejamos que un idiota cerebro de castor la lastimara. Bien, acordamos que le diríamos, pero hasta hoy no la veríamos y por mensaje no sería lo más sensible posible, pero —otra vez— iríamos a una fiesta, se supone que tendríamos que pasarlo genial pero eso sería difícil dadas las circunstancias.

Bufé resignada a encontrar un atuendo y decidí ver como estaba el clima.

Bajé las escaleras dando zancadas y traté de ignorar la música pesada que escuchaba Rob desde la sala principal. El hombre mayor estaba escribiendo en su laptop como si nada pasara, como si ese ruido no alterara a Mary quien estaba en la cocina limpiando. Pasé de él y abrí la puerta delantera.

Ni húmedo, ni caluroso, ni muy frío... templado.

¿Qué se utilizaba en un día templado?

—¿Lori, acaso no tenías una fiesta hoy? —preguntó Mary en cuanto entré a la cocina a sentarme en las bancas de la barra del desayunador y apoyar mi cabeza entre los brazos contra el frío mármol.

—Sí, la tengo. Pero el problema es que no encuentro nada que ponerme y no sé como ir, el clima está templado y no sé que podría usar en un día templado. Reece pasará a recogerme en media hora más y no tengo nada. Me declaro desastre de persona.

La mujer castaña soltó una risa y se volteó a verme con una mirada dulce.

—Y dime, ¿ya revisaste en tu guardarropas?

—Más veces de las que vi en mi vida —respondí, desganada—. Creo que no iré.

—Debes estar de co... broma. —Se retracto de la palabra que estaba por soltar, eso logró hacerme sonreír—. Ven, te ayudaré —se despojó de los guantes de látex que cubrían sus manos y salió de la cocina, seguida por mi. Rodó los ojos cuando vio a Rob agitar la cabeza de par en par y cantar las estrofas de una canción, mientras me hacía lugar para que yo subiera primero las escaleras y me adentrara a mi habitación—. Vaya.

Hopeless - NHCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora