FINAL: Un descubrimiento

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Diaval se encontraba listo para volver a ser un cuervo, ese era el trato después de todo, sacó sus pertenencias que usaba como humano y las colocó en un baúl de recuerdo que estaba planeando darle a Aurora, adentro tenía varias historias escritas para ella además de las fábulas que contaban los cuervos a sus crías y un diario personal que quería que leyera para que se enterara de lo que le había pasado a la reina Flor y de cómo fueron los días sirviendo a Maléfica; en él no había indicios de ese amor no correspondido pero si imágenes sobre la mujer que había unido al páramo y al reino humano en uno solo. 

Diaval pensaba que Maléfica asumiría el trono, fue una sorpresa que la gobernante fuese Aurora en vez de ella, aún así era una buena elección puesto que la Bella Durmiente serí una gran reina, llena de bondad y fortaleza, aunque seguía sintiendo una punzada en el pecho al ver que Felipe se acercaba cada vez más a su pequeña, auqnue no era precisamente una niña, se las arregló para darle una advertencia a Felipe de que un corazón nunca se rompe a menos de que uno quiera ser devorado por cuervos, Felipe lo tomó bien y afirmó que sus intenciones con Aurora eran honorables, Diaval afirmó y la dejó a su cuidado, solo esperaba que ese amor de verano entre ambos evolucionara al amor verdadero que la reina Flor habría deseado para su hija. Por último se despidió de Aurora dejándole sus tesoros humanos, aunque no dijo que no volvería, sería demasiado doloroso para la princesa perder a otro amigo. 

Estaba listo, aún con la resignación de haber perdido al que él consideraba el amor de su vida, no tenía lágrimas en lo ojos ni nada, sus cartas se irían de este mundo al igual que el y quizá algún otro día  Maléfica encontrara un caballero de dorada armadura o un prpíncipe azul que le mostrara como era el amor y además le diera felicidad. Diaval solo esperaba que eso pasara pronto, lo veía algo similar a la muerte, solo que a la última la deseaba más que a la primera, prefería morir antes que ver a maléfica en los brazos de otro hombre. Suspiró controlándose, no quería que esa coronación fuera algo triste, no quería darle a Aurora un motivo para llorar pero tampoco deseaba permanecer más tiempo como humano, los sentimientos eran demasiado para él, tan grandes que pensó que por eso los humanos son de mayor tamaño, porque emociones así solo pueden tener espacio en cuerpos grandes, de no ser así, los pequeños acabarían por colapsar. Aplaudió cuando Maléfica presentó ante el pueblo y el páramo a Aurora como la reina y sonrió cuando la ahora reina le dirigió una mirada de coqueteo a Felipe, esos dos críos, tan solo esperaba que en esta nueva historia si se sellara el Felices para siempre. Tan ocupado estaba en sus pensamientos, que no notó cuando Maléfica se colocó a un lado de él. 

-Linda fiesta- dijo ella con la mirada perdida. Su atuendo negro se había transformado a una túnica de color madera y sus brillantes alas relucían en el resplandor del sol. Diaval solo afirmó. 

-Será una gran reina- Maléfica no le respondió, el ambiente entre ellos se volvió tenso de un instante a otro. -Sobre todo si te tiene a tí.- Maléfica suspiró pero no lo contradijo, se dirigió a otro tema de conversación, uno menos cálido y más incómodo. 

-Diaval- dijo sin despegar la vista d Aurora -¿Qué estabas haciendo hace unos minutos?

-Le di a Aurora mis tesoros humanos- dijo con una risa -Suena estúpido pero quería que tuviera mis cosas, que le contara mis historias a sus hijos e hijas. 

-No es estúpido- dijo ella en tono frío. -Hablas como si.... 

-¿Como qué?- dijo él incapaz de completar la frase 

-Como si estuvieras preparando todo para irte- completó ella dando una vuelta al rededor de él.

-Solo quiero... bueno, regresar con los míos- se excusó y miró al cielo -Quizá pertenezca a algún otro lado, o quizá otra hada me encuentre y me salve para que sea su ayudante- dijo en broma, pero a ella no le pareció gracioso. 

-No hay tantas hadas que gusten de los cuervos, bien, si quieres irte no tengo inconveniente en liberarte- Diaval suspiró, no esperaba menos de ella -Pero antes, quiero que me expliques algo. 

-Lo que usted quiera, después de 17 años uno diría que se limitaría a preguntar y ya- dijo Diaval un poco incómodo por la cercanía que ella había impuesto entre ambos. Maléfica le sonrió con recelo antes de sacar varios tipos de papel doblados con caligrafía irregular. Diaval casi se muere al encontrar su firma en todas ellas, Maléfica tenía sus cartas y seguramente las había leído. Se quedó pálido, buscando una rama para sostenerse mientras ella lo iba acorralando, se veía molesta pero su expresión no dejaba entrever sus emociones. 

-Querida maléfica- comenzó a decir ella en tono neutral -Te amo como ningún cuervo ha amado antes... eres la bruja del cuento pero te amo... he de morirme pero no permitiré que nada te pase- ahora se escuchaba tan molesta que Diaval pensó que iba a convertirlo en un gusano. Todo estaba perdido, iba a volverlo un perro para siempre -Diescisiete años, tantas cartas... Y jamás el valor para decírmelo en persona- dijo ella echando fuego por la mirada. Diaval iba a decirle que no era su intención cuando ella dio el primer paso. No lo hizo perro, no lo convirtió en gusano y no lo mató... Maléfica hizo algo que desconectó a Diaval del mundoy lo hizo subir al cielo en unos minutos: lo besó. 

Fue un beso simple, menos que un toque de rocío con una rosa pero para Diaval se sintió como ser transformado en dragón y sentir el fuego consumiendo su sangre y sus órganos sin morir en verdad, en ese beso estaban 17 años perdidos, todas las palabras que jamás dijo pero que se atrevió a escribir, las lágrimas lloradas y uno a uno de sus pensamientos. 17 años para un beso que pareció durar años pero que en realidad no fue más que el preámbulo de su Felices para Siempre. Cuando se separaron, ella sonreía casi de forma tímida mientras le sostenía la mano, Diaval no supo en que momento habían llegado a eso, pero el toque era tan natural y satisfactorio que no dijo nada. Maléfica le pasó la mano por la mejilla antes de sonreír por vez primera con sinceridad. Su corazón y su mirada antes de hielo ahora eran cálidos como el verano. 

-Estúpido cuervo- dijo ella mirándolo con una mezcla de devoción y amor que hizo a Diaval reír y al mismo tiempo llorar de la emoción mientras se acercaba para juntar sus frentes -Pudimos ahorrarnos mucho papel, mucha tinta y tantos años... no crees?- le mencionó ella sin perder la sonrisa del rostro -Y pudimos aprovechar mejor el tiempo si no hubieras planteado que no te amaba o que aún seguía enamorada de Stephan cuando mi verdadero amor estuvo junto a mi tantos años.- Diaval se sonrojo y se permitió hablar. 

-En ese caso pudimos habernos ahorrado peleas si tu hubieras dado el primer paso- dijo arriesgándose, ella solo lo miró y soltó una carcajada  secundada por él. 

-¿Y perderme de todo esto?- dijo levantando de nuevo las cartas -Recuperemos el tiempo perdido- dijo ella a modo de petición -No te vayas, mejor quédate, y juntos leeremos las cartas, juntos hasta el final...- casi se escuchaba como una súplica, una a la que Diaval no estaba dispuesto a renunciar. 

-'¿Y viviremos felices para siempre?- dijo él tomando sus mejillas y limpiando una lágrima que ahora recorría el rostro de la mujer que amaba. 

-Mientras no me hagas convertirte en perro, supongo que si- dijo en una especie de broma que hizo reír a ambos. Su promesa fue sellada por un beso, uno que Aurora contemplaba triunfante y que los habitantes del páramo se enternecían al ver. Dos pares de alas se asomaron en ambos amantes al mismo tiempo, unas negras como la noche y otras marrón como la tierra. Aurora sonrió asombrada cuando ambos pares se elevaron al cielo sin separarse el uno del otro. Miró a Felipe, quien se convertiría en rey a su lado y en silencio les deseó la dicha más suprema que existía en el mundo... 

Lo que pasó después... es parte de otra historia. 

Cartas a MaléficaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora