Carta 8: Sobre un corazón roto

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Querida Maléfica: 

¿Acaso no merecía saberlo? ¿No era más que un cuervo para ti? ¿No dijiste que era tus alas? 

Me he vuelto humano, Maléfica, me volviste humano ¿Cómo lo sé?Porque ahora sufro como uno... Creíste que jamás me enteraría y ahora sé que hubiera sido mejor que dejaras que me mataran en ese prado.

 Por qué de él, Maléfica ¡¿Por qué de él?! si sabes todo lo que le hizo al páramo, si sabes cómo trata a su reina y cómo no dudó en arrancarte lo que más amaba. Siento una espina en el pecho que se me entierra en la carne, una zarza que me envuelve el cuerpo y un fuego que se extiende en mi cabeza. No conocía lo que era llorar, jamás pensé que fuera tan doloroso quedarse sin lágrimas, es una experiencia odiosa, sentir tus ojos húmedos y las comisuras adoloridas por el paso del líquido. 

Siento un gran frío en el pecho y siendo cuervo las emociones son tantas que me es imposible volar. Creo que estoy enfermo, enfermo de muerte. Soy como un alma en pena de esos dibujos que emplean las capillas para asustar a los vivos de los muertos. 

Estoy roto.

Destruido es una buena palabra porque ni el arma más filosa pudo atravesarme el corazón como lo que he averiguado lo ha hecho. El frío que siente una persona que ama a otra sin que ella le corresponda. Y ahora sé por qué nunca me has correspondido y por qué tampoco te has tocado el corazón por tu venganza... ¿Por qué no pudiste decírmelo? ¿Por qué no te sinceraste conmigo antes de que me enamorara de ti?

No fue por ti que me he enterado, lo escuché de aquel hombre que dijo amarte mientras casi mataba a la reina Flor a golpes. Stephan le gritaba a la pobre que era una inútil mientras ella le rogaba que le devolviera a su pequeña Aurora, sus gritos me llamaron y quise intervenir porque quiero a Flor tanto como a una hermana, grazné y golpeé la puerta mientras lloraba por dentro de rabia al verla suplicar. Su esposo luego de tomarla por el cabello le reveló que no la amaba porque el amor de verdad no existe... Luego me mató a mí diciendo que el hada que protege el páramo le entregó su corazón y luego se volvió su enemiga. Escuché más de sus ponzoñosos labios y luego vi como Flor se marchitaba mientras la locura se apoderaba de su semblante. Qué horribles son los hombres, Maléfica.

Pero más horrible debe ser enamorarse de uno, y aunque quise no creerlo, mi alma ya esperaba algo así, un secreto que te ligaba al rey de forma íntima ¿Es verdad que le entregaste tu corazón? Eso me duele porque de verdad te amo tanto que sin dudar me arrojé a los ventanales con la esperanza de sacarle al rey los ojos, pero ¿Hace cuánto paso? ¿Hace décadas, el suficiente tiempo para que hayas dejado de amarle?

El mundo se desvanece, Maléfica, y cuando repito esas palabras resuenan en mi mente como una pesadilla, te veo siendo suya, tomando sus manos, besando sus labios y el dolor es insoportable cuando mi mente me engaña y pienso en todo lo que pudo haber sido. Stephan, ahora siento que le odio por sobre todo. De un día para otro tengo un motivo más grande para odiarle al grado que quisiera verlo muerto por mis manos. Lo he escuchado, cayendo en la locura de la ira y la miseria, en la que caen los reyes y murmura cosas tan oscuras que cuando me alejo grito tratando de sacarlas de mi mente. El hombre es perverso, alega que fuiste suya y que te poseyó como yo jamás tendré el derecho de hacerlo. Dice que te arrancaría el corazón, que te matará y luego yo ya no lo soporto y me arrojo en contra de ventanales para matarlo. Pero nunca logro alcanzarlo.

Jamás lo puedo tocar, como tampoco puedo tocarte a ti. Por las noches, el terror me invade, el dolor se expande en mi vientre y luego lloro porque tengo rabia, porque estoy triste de que no me ames.

¡¿Por qué no me amas Maléfica?!

Es porque soy un cuervo, porque no te gustan mis alas, porque soy demasiado joven... Maduraré si es lo que quieres, me arrancaré las alas para que vuelvan a crecer y sean más brillantes, me quedaré siendo hombre si así lo quieres, porque eso es lo que soy: tu esclavo. Pero no porque tú lo digas, sino porque yo lo quiero. ¿Acaso no logras ver que por ti cruzaría el océano, no aceptas que soy mejor que cualquiera de los hombres?

Por unos momentos me amargo y pienso que no deseas amarme porque una vez amaste y te rompieron, justo como yo estoy roto, de haber sabido que amar dolía, habría preferido que me hubieras dejado en esa granja, a merced de la muerte y la tortura. Pero ahora no creo que lo hagas porque estés lastimada, sino porque aún le amas...

Eso es más doloroso porque en ese caso terminas siendo más inalcanzable que antes, más lejana que una estrella te percibo despierto y en mis sueños te abrazo, incapaz de dejarte marchar, pero cuando despierto lloro, porque una vez tu soñaste y eso nunca se cumplió.

Roto, Maléfica, siempre roto.

Tus alas, Diaval. 

Cartas a MaléficaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora