Carta 11: Sobre la joven Aurora

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Querida Maléfica:

¿Qué otra cosa habrías de esperar de la chica que encantaste? ¿Pensabas que tendría la malicia de su padre o la resignación de su madre? Por favor, si prácticamente fue criada por tí, por mi y por la misma naturaleza. La madre naturaleza no solo es dulce, también tiene un lado salvaje y Aurora tiene esa lado presente en sí misma, no es una de esas princesas que esperan la llegada de un príncipe y dudo que ambicione llegar al palacio, ella no quiere el trono de su padre o los lujosos pasillos donde camina la realeza, ella ama los prados silvestres y los árboles anchos y tan altos donde escalaba de niña para imaginar qué había detrás de la muralla que protege el páramo. Siempre vamos a equivocarnos ¿no es verdad? No te lo he dicho, pero ella siempre habla de tí, de la sombra que habita y vigila sus sueños, de la dama que controla a las plantas y la protege de todo mal, reí cuando te llamó hada madrina y cuando dijo que algún día habría de encontrarte y de darte las gracias por lo mucho que has hecho por ella, en el pasado esas palabras me hubieran destrozado el corazón, ahora no es más que otra espina que se clava en mi pecho. 

Pero ella no está equivocada, Maléfica, eres un hada, una muy bella capaz de aterrorizar pero también de hacer lo que sea por salvar a los tuyos... Y aunque tu no lo notes, he estado contigo el tiempo suficiente para recordar aquello que tu pasaste por alto. Estuve ese día contigo, hace casi diecisiete años, ¿recuerdas? me llevabas como un ornamento en tu hombro, una señal de peligro y de muerte, porque la humanidad con eso nos asocia a los cuervos, si supieran que un día fuimos tan blancos como la luz y fuimos mensajeros de los dioses... Fuiste a esa presentación sin ser invitada y yo te seguí como un amigo y como tu soporte ante Stephan, aún no había crecido ese odio tan humano en mi por él. No sabía que iba a pasar pero me quedé contigo aún cuando lanzaste esa maldición que no me dejas dormir ¿Recuerdas tus palabras? La condenaste a muerte y justo antes de ello dijiste las palabras que nos condenarían a ambos, una frase que no esperé que pasaras por alto tanto tiempo y que creí la única esperanza de salvación: Todo el que la conozca, la amará. 

Que ironía verdad, caer por tu propio peso, que la lengua cave la tumba a la que hemos de caer en un futuro y déjame decirte que has caído. Lo supe en el momento en que la miraste desde la ventana; detrás de esa fachada de odio estaba esa ilusión rota, ella debía ser tu hija y fuiste más madre para ella de lo que imaginas. La amaste, a su manera lo hiciste y mientras la mirabas y defendías ibas escondiéndote de ese amor naciente en tu corazón. Puedes engañarte a tí misma pero no me puedes engañar, no a la persona que ha dado su vida por ti, no a la que aún intenta salvarte mientras busca como defender a Aurora. NUESTRA Aurora. 

¿Creíste que era un tonto? No, y ahora lo veo todo de un modo más claro, eras tu la mirada que siempre caía sobre mi al arrullarla, eras tú la voz que me decía cuando ella tenía hambre, la mano que me despertaba cuando ella lloraba o estaba a punto de ser alimentada con arañas... Siempre tú, la mano del bosque que iba en ayuda de esa niña que injustamente fue alejada de sus padres pero que no pudimos criar mejor, y ahora sé lo que sentías todas aquellas veces y lo que pensaste o trataste de no pensar mientras el tiempo pasaba. 

Incluso ahora bromeo conmigo mismo, recuerdo que siempre desee que ella fuera nuestra hija, ser el amoroso padre que duerme junto a su adorada esposa, qué sueños tan dulces despertaban en mí cuando la tenía entre mis brazos, imaginando que esos ojos eran los tuyos y su cabello era el mío, ahora río de ellos porque me he cansado de llorar por ellos. Por algo que nunca ha de pasar. Si estos son los últimos días que me quedan para poder imaginarnos como una familia feliz creo que volveré a convertirme en ese joven cuervo que te contaba el día a día de Aurora quien perdió su primer diente gracias a una caída, quien una vez casi me hizo desmayarme porque jugaba con una serpiente y quien lloraba hasta que la sombra de su hada madrina le gruñía por entre los árboles. 

Estos últimos días solo me queda volver a reírme como si faltaran otros diecisiete años para perderla, para perderte, para perderme... Para que el mundo se desbarate lentamente 

POR SIEMPRE TUS ALAS 

DIAVAL  

Cartas a MaléficaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora