Keylang aparcó la camioneta en la acera de la casa de Ayleen. Abrí la puerta para bajar del asiento del copiloto y así mismo abrirle a Ayleen para que descendiera del vehículo. Tomé su mano y la ayudé a salir, cerré la puerte con suavidad detrás de ella.
Antes de retomar camino, la observé y con un gran impulso besé su mejilla y luego su frente para después rodearla con mis brazos. Sus manos rodearon mi torzo sintiendome como un flan.
—Lo siento tanto.— murmuró a punto de llorar.
—No Ayleen, no lo sientas. Estuvo bien.— tomé su rostro entre mis manos.— Sin tu acción no se donde estaría. Me ayudaste, y te ayudaste. Todo está bien preciosa.— acaricié con dulzura su cabellera.—Todo está bien.— tomé su rostro para depositar otro beso en su frente.— Toma un descanso. Mañana pasaré por ti, ¿está bien?— asintió sin ánimos, le obsequie una sonrisa para contagiarla, y no dudó en regalarme una. Paulatinamente me acerqué a sus labios, regalandoles un inofensivo beso.— Hasta mañana.— asintió tomando distancia de mí. Observé como se alejaba para entrar a casa.
Giré sobre mi eje, y rápidamente subí al asiento del copiloto.
—No se lo mencionaste.— comentó Keylang.
—No puedo.— anuncié con tristeza.— No sé si realmente volveremos Keylang.
—Podemos hablar con ellos, yo sé que comprenderán.— propuso, a lo que yo negué rápidamente.
—Todo es imposible con ellos.— tragué un poco de saliva.— Necesito hacer algo antes de que nos encuentren.— asintió en acuerdo y echó a andar la camioneta.
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Con tres golpes leves hice sonar la puerta de entrada. No demoró en abrirme, y al hacerlo no se inmutó. Esperaba alguna reacción al menos, pero al ver que no le provocaba alguna sensación, tenía la espina de seguridad de que ya sabía algo.
—¿Qué hacés aquí? Nathan.— preguntó con calma.
—Necesito de tu ayuda.— me mostré apenado, nunca pensé en pedirle un favor a él.
—Depende del cual sea.— anunció.
—Es sobre...— antes de continuar me interrumpió.
—Si es para seguir matando a Ángeles caídos, olvidate, no perderé mi lugar como custodio.— estaba dispuesto a cerrar la puerta en mi cara.
—Es sobre Ayleen.— solté sin ánimos de comentarle mi propósito, pero era de carácter urgente hacerlo. Me observó con sorpresa y curiosidad.
—¿Qué pasa con ella? ¿Le hiciste algo?— preguntó alarmado.
—Tranquilo.— comenté con una ceja enarcada al observer su extraño comportamiento.— Solo necesito que la cuides por mí.
—Sé que vendrán por ti, pero jamás me imaginé que me estuvieras pidiendo esto justamente.— sonrió con satisfacción alguna.
—Solo es cuidarla.— señalo su pecho amenazante.— No quiero que le hagas algo que no debes. No te atravas a tocarla.— sentencié.
—Ahora es mi turno de decirte "tranquilo".— hizo énfasis con sus dedos en la última palabra.— No haré algo de lo que ella no desee.— me ofreció una sonrisa ladeada.
—No te atrevas.— amenacé por última vez.— No quiero molerte a golpes.
—Calmate, señor demoledor.— guiñó un ojo hacia mi dirección.—No la tocaré, no me es permitido y lo sabes.— su rostro se volvió neutro.
—Confió en ti.— me mordí la lengua al decirlo.—Confió en ti por esta vez, y espero que seas honesto y responsable.— asintió amablemente.
—Nathan, no te preocupes. Ella te esperará, yo se lo explicaré todo.— aseguró.
—¿Lo harás por mi?— tomó mi hombro para sacudirlo.
—Lo haré por ella, Nathan.— tomó el pomo de la puerta.—Ahora, si me disculpas, tengo clases que atender mañana.— antes de que intentara cerrar la puerta nuevamente en mi cara, la detuve.
—Cuidala, Taylor.
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Recuerden echarle un ojito a mi otra novela "Made in Roosevelt"
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DIAMOND EYES
ParanormalATENCIÓN: Esta novela la escribí cuando tenía quince años, por lo tanto, puede contener faltas ortográficas que aun no han sido corregidas, algunas contradicciones y poco desarrollo de los personajes. La revisión continúa en espera. No fui capaz de...