XV

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Esa tardecita, cuando ya no quedaba nadie en la escuela, la directora seguía llenando formas. Acababa de volver del velorio y vestía de negro.

—Debemos darle las gracias, señorita Duprat —comenzó a decir Mastermann sentado en la dirección.

—No lo haga, me siento sumamente culpable por la muerte del profesor.

—Pero si usted ha sido una detective más —se inmiscuyó Luigi.

—Estoy casi segura de que sin ese montaje que hicimos Romag estaría vivo.

—Se equivoca usted, su mujer nos había referido que no estaba bien, incluso usted, recuerdo que me dijo que después de que le preguntó, notó que él tenía una fingida alegría. No ha hecho más que lo que su conciencia le dictaminó: cumplir un pacto en el que empeñó su palabra.

—Podrían ir a tomar un cafecito —sugirió Luigi con mirada chispeante.

Ambos lo miraron y se negaron. El silencio que siguió fue incómodo.

—¿Cómo supo que estaría aquí, si tenía que estar en el velorio? —preguntó ella.

—Aparentemente ahora soy detective.

Los tres soltaron una carcajada.

—Somos un gran equipo —dijo al fin Luigi.

—Ha sido de gran ayuda, Victoria, la contactaremos en el futuro.

—Solo si me lo cuentan todo desde el principio, odio la incertidumbre.

—¡Hecho! —prometió el doctor.

Ya de camino a su casa, Mastermann suspiró. En menos de una semana había resuelto un asesinato, sin ayuda de la policía y desentrañado un secreto que llevaba décadas guardado y que se quedaría así de no haber sido por su intervención.

—Ha sido una semana excitante —dijo abriendo la puerta de su casa.

—Sobre todo, por la suma de dinero que nos pagó esa buena mujer.

Mastermann asintió.

—¡Podríamos dedicarnos a esto! —propuso Novara—. Usted ha resultado ser un excelente investigador. ¡Mister Master! Ya lo veo en los diarios resolviendo casos; como médico, seguiría con su actual apellido y así lograría diferenciarse —decía Luigi, mientras lo observaba colocar siempre de la misma manera sus prendas de abrigo en el perchero—. Es usted muy meticuloso.

—Nada de eso, Novara, me he comportado como un perfecto idiota. La verdad estaba frente a mis ojos y me he negado a verla desde el comienzo. Supuse que Romag era el asesino, y no solo me centré en él, sino que no evalué las demás posibilidades que se me presentaban. Cuando estuvimos en la casa del herrero —a Luigi lo distraía la manera en que colgaba todo en el perchero, tenía ganas de ir y desacomodarlo todo, su amo seguía enumerando—, Cosme se mostraba defensivo, sus nervios eran evidentes para cualquier ojo avezado, pero no lo fue para mí. Usted insistía con la lavandera y el cochero, y ni siquiera tuve en cuenta esa posibilidad, porque seguí pensando solo en pillar a Romag.

—¡Pero al final descubrimos mucho más! Doña Úrsula se quedó «estupifacta».

—Es estupefacta.

—No, es estupifacta, medio estúpida quiere decir... —Masterman ignoró aquel comentario revoleando los ojos—. ¿Cree que ella enloquecerá?

—Tal vez.

—A mí me gustaría pensar que hará causa común con don Cosme, ambos llorarán un tiempo, para luego enamorarse perdidamente uno del otro; se casarán porque el dolor los ha unido y la señora dejará su fortuna al pobre Raúl que no tiene la culpa.

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⏰ Última actualización: May 16, 2017 ⏰

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Mister Master en: SuicídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora