Luigi y el médico se encontraron tras la búsqueda, ambos tenían el semblante desencajado.
—Nadie, doctor.
—Alguien nos ha descubierto, Novara. ¿Quién le dijo lo de los poemas?
—La directora rubia y bonita, doctor.
Si volvemos a preguntarle, resultará muy sospechoso. Indague a sus amigas —el médico siguió caminando apresurado hasta la cocina, y su traje se movía al son de sus nerviosos pasos.
—Mabel.
—Sí, doctor.
—¿Ha visto usted pasar a un hombre por aquí?
—No, doctor.
—Y dígame, ¿hay algún lugar en donde la señorita Clara haya guardado sus cosas secretas?
—Por aquí, doctor —se dirigieron nuevamente a la habitación. La mujer abrió un arcón, y su mirada se lo dijo todo.
—Está vacío.
—¿Qué había ahí?
—Anotaciones, un libro de tapas oscuras, poemas, una rosa disecada.
«Maldición», pensó el doctor, y aprovechando que le faltaba un dato que había evaluado durante la noche, siguió buscando pistas para confirmar lo que ya sabía.
—Mabel, dígame, ¿cómo acomoda usted la ropa?
—A medida que María la va lavando y planchando, yo la voy colocando encima. La señorita era muy rutinaria para usarla, solo sus vestidos de fiesta y de domingo se guardan en la tercera puerta.
—Quiere decir que la ropa íntima no la escondía por ningún motivo...
—No, doctor.
¿Cuántas mudas de ropa tenía la señorita?
—Al menos quince, sin contar su uniforme de escuela, la ropa de los sábados y de misa.
¿Quince de cada estación?
—Sí.
—¿Y cuando cambia usted la ropa de estación?
—Al comienzo del invierno.
—¿Dentro de veinte días?
—Exacto.
—¿La señorita se cambiaba a diario?, digo, después del colegio.
—Ella era muy ordenada, al venir se ponía otra ropa, pero como solo la usaba unas horas, su madre la obligaba a ponérsela más de una vez. Ella repetía este vestido con cinto negro debajo de la cintura y odiaba esta pollera marrón. Su madre me hacía guardarla en conjunto con esta camisa blanca, pero la niña Clara me dijo que la pusiera debajo de todo.
—Y usted le hizo caso.
—Por supuesto.
—¿En esta temporada usted la vio lucir esas prendas?
—No.
—¿Y recuerda haberlas puesto sobre esta ropa blanca?
—Sí.
—Perdone la indiscreción, pero como usted es la única que conoce mis verdaderos motivos, me atrevo. Las mujeres usaban antiguamente unos calzones con una abertura cuando estaban en «esos días», y he notado que Clara tenía esas prendas en su guardarropa. Hoy esas son modas pasadas, pero hay ciertas personas tradicionalistas que las siguen usando...
—Sí, la señora se las hacía usar a la señorita Clara. ¿Por qué doctor?
—Por nada, no se preocupe.
En su cuaderno, Mastermann tenía anotado «calzones con abertura debajo de toda la ropa». Si el 21 de marzo se había guardado la de verano, significaba que desde ese día, al menos, no las había utilizado.
21 de marzo, abril, mayo, 1 de junio, contabilizó el doctor en su cabeza.
Alguien quería esconder algo más que un poema...

ESTÁS LEYENDO
Mister Master en: Suicídame
ПриключенияUn médico aburrido es empujado por las circunstancias, a descifrar los entramados de una asesinato en la Argentina de los años '20. Un relato con mucho humor, donde la muerte pasará casi desapercibida.