Es mi madre.

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Alex

El lugar está pintado de un color verde menta que provoca arcadas, hay tres sillones blancos que parecen del siglo pasado y unas plantas plásticas llenas de polvo. Una música suena en el fondo, proviene de unas pequeñas bocinas colocadas en las esquinas de la habitación, es como música de elevador y la odio. Andrés llevan un rato hablando con la recepcionista que no para de coquetearle desde que nos vio, espero que a mi amigo le sirva de algo tanta proteína, Rivera y yo nos limitamos a verlo hacer su trabajo, Andrés pasa un mechón de cabello detrás de la oreja de la chica y ella parece derretirse.

- Malas noticias. – dice Andrés llegando a nosotros.

- Para ser malas tienes cara de emoción, necesitaras un limón.

- La chica no tiene permitido dar información sobre los pacientes del Dympna. Pero... he conseguido su número y esta noche escapara de su turno y la llevare a cenar.

-Eres un imbécil, me puedes decir ¿qué carajos nos importa si sales con ella?

- Les interesa por que le quite las llaves del archivo y mientras ella esta cenando conmigo ustedes entraran a revisar los expedientes. – Sonrió por la astucia de mi compañero. – Ahora tu necesitaras el limón canalla.

Observamos un momento más la entrada para saber cómo entraremos y salimos para hacer el plan de esta noche. Las horas pasan y estamos listos, Andrés se baja del auto que rento esta tarde y con Rivera nos quedamos parqueados en un callejón antes de Dympna. ¡Aquí vamos!

Ángela

El reloj del comedor marca las 8:30 pm y la hora de comida casi llega a su fin, estamos en mesas diferentes para perdernos de vista. Muevo los cubiertos en mi plato, estoy ansiosa, tengo un mal presentimiento, pero mis ganas de largarme de esta cárcel de locos son tantas que ignoro el peso de mi pecho y las espinas en mi estómago.

Marian se levanta de la mesa y, se dirige a dejar la bandeja con comida a su lugar, es la señal, Estela sube a su silla, quiebra el tenedor plástico, mientras la comida de su mesa sale volando por los aires ensuciando a otros y comienza a dar un show digno de la neurosis e histeria de su calibre, otros pacientes se unen al escándalo provocando que las enfermeras corran hacia todos lados intentado calmar el revuelco. Me acerco a Estela y veo a Carmela la gobernanta preparando un calmante, tendremos que llevarla cargada si logran ponerle el calmante, en un movimiento sagaz Estela le quita las llaves del pantalón a Carmela y se las tira a Ana sin que lo noten, Ana corre hacia mí y me da las llaves, nadie nos ve, todas están ocupadas calmando a los pacientes que ahora se encuentran encima de las mesas y tirando las sillas por los aires, corro lo más rápido que puedo y esquivo algunos objetos que pasan por encima de mi cabeza. Marian esta parada a un lado de la alarma de incendios, cuando le muestro las llaves, ella baja la palanca provocando que los aspersores del techo tiren agua por todo el edificio, la escena es tan divertida que podría quedarme viendo como lo solucionaran, Marian con su reciente travesura logro impedir que sedaran a Estela. Salimos del comedor y nos dirigimos a la salida.

Alex

Esperamos que se oscurezca el cielo para pasar desapercibidos, Rivera pone en funcionamiento sus trucos y después de varios intentos escucho el ¡clic! De la cerradura y las puertas se abren, nuestras caras se encuentran y, con una expresión divertida sube ambas cejas presumiendo de su hazaña. Encuentro rápidamente la oficina donde se encuentran los archivos y me dispongo a buscar mientras Rivera cuida mi espalda. Llevo 10 minutos buscando entre los expedientes, pero cada paciente tiene más de quince páginas, me llama la atención una de las pacientes, su nombre es Estela Castañeda, según su perfil es bastante peligrosa, tiene problemas de múltiples personalidades y una de ellas es casi una asesina. Todas las pacientes tienen un sello rojo que por lo que comprendo la marca es para quienes no tendrán egreso nunca del Dympna, siento que la búsqueda es eterna, hasta que veo una pestaña que sobre sale en uno de los folders.

Nombre: Adela Fernández

Edad: 53 años

Diagnóstico: Psicosis alucinatoria crónica.

La paciente tiene síntomas de ideas delirantes, alucinaciones auditivas y trastornos emocionales.

Tratamiento: Se recomiendan terapias, seguimiento social y sedantes para evitar que la paciente corra riesgos innecesarios.

Volteo la página y veo la foto de mi madre, ¿Qué rayos? No son los datos de mi madre, tiene que haber un error, es su fotografía, pero no es su nombre, ni su edad y menos aún, mi madre jamás ha tenido alucinaciones. En la última página veo datos de la persona que la ingreso y me sorprendo al ver que está firmado por Roberto Ross, mi padre y lo avala el ministro de salud de mi país. ¡Esos malditos desgraciados!

De pronto se escuchan gritos en el edificio y Rivera entra para comunicarme que las pacientes han causado un revuelco en el comedor, es hora de irnos o nos descubrirán, vamos hacia la puerta de la oficina y me detengo en seco , alguien está del otro lado y gira la perilla, le indico a Rivera que se detenga y que no haga ruido, pero la persona cambia de parecer y no entra, espero unos segundos y cuando no veo más su sombra bajo la puerta le digo a Rivera que vaya por el auto y yo saldré con el expediente de mi madre, mientras espero la llamada de Rivera me acerco a la ventana y consigo ver como cuatro mujeres con batas blancas corren por la calle, tres de ellas toman la calle principal, pero la de cabello claro se detiene, parece tomar unos segundo de descanso, veo como alguien sale de la sombra y la toma por la espalda, tapa su boca y la mujer pelea con todas sus fuerzas, poco a poco deja de pelear como si la hubieran sedado y una camioneta negra sin placas aparece de la nada, tres hombres meten a la mujer a la parte trasera de la camioneta, y yo estoy observando todo sin poder hacer nada, me llevo una desagradable sorpresa cuando logro ver el rostro de la mujer. Es mi madre...

Eléctrico AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora