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Ya habían pasado dos días desde la víspera de navidad, Connor no había vuelto a ver a su vecino desde entonces. Los únicos objetos que lo visitaron, fueron dos ramos de rosas blancas, ambos días

Las congeladas calles de New York asimilaban sus ánimos de ir al trabajo, no quería cruzarse con el rubio debido a la vergüenza que le daría tener que retomar aquel tema. No lo odiaba ni nada parecido, sólo le ponía nervioso que le gustara a James. Nunca su hubiera imaginado que su lindo vecino, estaría enamorado de él.

Sus pies se hundían en la nieve a cada paso que daba, se hundían como sus emociones en lo profundo de su corazón. Llegaban a lugares perdidos en el tiempo, donde su memoria vagaba en ocasiones especiales. Estaba tratando de ahogar en el mar del olvido todo sentimiento referido al ruido, dejando un distorsionado reflejo acuático que solo marcaba de forma mínima su cariño hacia el chico.

La tintineante vibración sobre su cabeza, lo hizo volver a la realidad donde varios conocidos le sonreían en forma de saludo. Le sonreían por un gesto de respeto, no porque enserio quisieran hacerlo o pensaran que tal vez necesitara que alguien le dijera que todo iría bien. Dio sólo un asentimiento antes de dirigirse al vestuario por su uniforme, siempre creyó que ante momentos difíciles es mejor callar y dejar que las cosas se las lleve el viento, con los años desaparecerían. No había cruzado palabras con nadie en el camino, tampoco era como si quisiera hacerlo, pero se vio obligado a articular palabra al ver una cabellera rubia oxigenada en la habitación de sus vestuarios.

-Buenos Días Nate. -Se colocó al lado de su amigo, abriendo su casillero a la vez que el rubio lo miraba de reojo y cerraba, con más fuerza de la necesaria, su puerta. Se alejó de él y lo observó unos segundos decepcionado, como si algo dentro suyo estuviera mal. Como si Nate podría ver su lado más oscuro con tan sólo mirarle.

-Buenos serán solo para ti. -Y así tan rápido como había dejado a Connor con una duda creciente en su pecho, se había ido. Había dejado en su lugar una horrible sensación de vacío, un hueco en el espacio. El castaño retomó su labor mientras trataba de asimilar las palabras dichas por el menor, forzándose a relacionar acciones y recuerdos.

Sin embargo, la puerta volvió a abrirse. Pasando por su lado, James lo ignoró totalmente a la hora de cambiarse y acomodarse el cabello. Ball lo miró a través del espejo todo el tiempo, guardándose las ganas de voltearse y abrazarlo para que jamás se alejara. Lo extrañaba, no tenía porque mentir, extrañaba demasiado a su mejor amigo. El cariño que le tenía era demasiado para guardarlo en un sobre y tirarlo a la basura.

-James... -El rubio se volteó con seguridad, pero eso no fue lo que vio el castaño en su rostro. Sus ojos estaban rojos y cristalizados, estaba más pálido que las última vez que lo vio y sus labios se encontraban todos rotos y lastimados. -¿Qué te sucedió? -Intentó acercarse al mayor, pero cuando el avanzaba un paso, el rubio retrocedía dos. Pareciera que lo hacía por instinto o por miedo a que lo dañé más de lo que ya estaba. -Yo-o...

-A trabajar Ball. -La voz le había temblado al formular esas palabras, el corazón se le había estrujado de una forma horrorosa al ver nuevamente al castaño frente a él y las lágrimas descendieron como lluvia al encerrarse en su oficina. Aislado de todo y todos, pero por sobretodo, alejado de aquel chico que le había roto el corazón dejándolo tan frágil e incurable.

Flowers » JonnorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora