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Los vidrios de los autos se empañaban al salir al exterior, los niños dibujaban garabatos en ellos disfrutando de los pequeños detalles del invierno. A Connor le gustaba el invierno, sólo que no se sentía igual que antes, él solía reírse de aquellos garabatos en los autos, ahora sólo los miraba sin expresión.

Tres días habían pasado desde la navidad y aún no había cruzado más que una o dos palabras con el rubio. Lo ignoraba totalmente, le hacia indiferencia al igual que Nate. El menor había dejado de hablarle de un día para otro, sin razón alguna se cambió de mesa y no cruzaba palabras ni con Drew.

Debía saber el porqué de su indiferencia, pero cada vez que se acercaba este se alejaba. Pareciera que no quería ni respirar su mismo aire, que detestaba el hecho que tuvieran que compartir su lugar de trabajo. Se levantó decidido a sacarle aún que sea una mínima respuesta, pero el señor McVey lo había llamado para que lo siguiera.

Caminó detrás de su jefe que lo guiaba a su oficina, tenía el cabello de un rubio desgastado y algo canoso. El castaño lo había visto solo unas veces, siempre lo comparaba con James, buscaba similitudes entre ambos hombres. Tenían algunos rasgos en común, pero no eran idénticos.

Al entrar a la gran habitación, el mayor le dijo que se sentara frente a su escritorio y él lo hizo del otro lado. El menor jamás había estado ahí, y ahora que podía observar cada detalle de cerca, le parecía un lujo. Lo que más llamaba su atención, era el gran ventanal detrás del escritorio, dejaba a la vista la peor parte de New York. Un pequeño parque algo destruido y casas abandonadas, algunos vagabundos de veían a lo lejos.

-¿Le gusta la vista Señor Ball? -El castaño dejó de prestar atención a la no tan alagada parte de la ciudad y miró al mayor con algo de confusión antes de responderle con una simple negación. -Supuse que diría que no, la mayoría opina lo mismo.

-Teniendo tanto dinero como para colocar el ventanal en otro lugar, dejando una mejor vista para usted. ¿Por qué lo colocó allí? -El le sonrió suavemente, pasó su mano por el vidrio como si aquello lo ayudara a responder la duda de su empleado.

-Amo New York, nací aquí y me crié aquí. Mi esposa también es de aquí y mis hijos nacieron aquí. -Tomó un respiro antes de voltearse hacia el castaño, que lo observaba intrigado. -Si amas algo, debes amar hasta la peor parte de esa cosa, no sólo lo bueno. Amar significa aceptar todo del otro. -Aquellas palabras se incrustaron como cuchillas en el corazón del menor y no sabía el por qué. -Ver esta parte de la ciudad, me hace recordar que aún que no todos estemos bien, hay que sonreír igual. Habrá momentos malos, pero también vendrán momentos buenos.

El silencio se instaló entre ambos, un silencio que sepultaba todas las palabras no dichas por el oji-azul.

-No te traje aquí para hablar sobre mi ventanal. -Las grandes manos del adulto cayeron en el escritorio mientras se sentaba, lucía un tanto intimidante frente al adolescente. -Quiero hablar sobre mi hijo, James. -Sólo hizo falta que dijera eso, para que el miedo instalado en el pecho del castaño se multiplicar cien veces más.

Entrelazó sus manos bajo la mesa y apretó sus labios nervioso, era bastante obvio que el padre del rubio se enteraría de lo sucedido. Sin embargo, tenía la mínima esperanza en que esa noche quedara en el olvido.

-Sé lo que sucedió en navidad. -Ya no sabía que hacer, el corazón le latía a mil por hora por el miedo a perder su trabajo, suponía él. -Por esa razón, sabemos que por el bien de ambos no deberían volver a ser amigos.

-¿Qué? -La respiración se le fue en ese instante, sólo sentía como poco a poco su castillo se iba desmoronando, dejando un bulto de piedras y escombros llenos de sufrimiento.

-No lo quiero cerca de mi hijo, señor Ball. Alejese de él, o considérese despedido. -El mayor abrió la puerta y sin expresión alguna, lo guió a fuera. -Que tenga buenos días.

Y cuando estaba a fuera de la oficina de su jefe, con la gran decisión de elegir entre la amistad y el trabajo. Supo que ese dolor en el pecho, ya no era por su lugar de trabajo, era por James. El dolor derivaba del miedo a perder al rubio.

Flowers » JonnorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora