"El besó robado".

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Capítulo 9 : "El besó robado".

Flashback

Zorra, puta, mal parida y etc, era lo que habían escrito en mi mesa.

Miré mi celular y era la hora de que tocase historia. Empecé a llorar haciéndome la víctima a lo que me pilló Diego.

—Isabela ¿Qué ha pasado? —Preguntó preocupado.

La respuesta fue salir enojada del salón, con una sonrisa oculta.

Aquellas fue una de las técnicas que utilicé para la atención de Diego.

Fin del flashback.

Cada vez me ganaba la lástima de él, me hacia ver como una inocente niña que no tenia a nadie.

Y otra vez seguía a Diego a caminó a su casa.

—Diego ¿Qué tal? —Sonreí abrazando su brazo.

Se impactó alejándose de mí.

—Isabela ¿Qué haces aquí? —Se detuvo desconcertado.

—Ah, es qué... usted sabe que me siento muy sola —dije poniéndome en plan víctima—. No lo quería molestar, solo pasaba saludarlo y acompañarlo hasta la esquina, nomas. Pero veo que nadie me quiere. —Caían lágrimas de cocodrilo por mis mejillas.

—Isabela, yo te apoyó y soy tu profesor, tienes que entender que esto no se hace —respondió necio.

Rompí en llanto más fuerte.

—Vallase a la mierda, estoy segura que no me quiere —reclame yéndome.

«¿Cómo se atreve?», pensé enojada.

Y ese fue el último día en que llegué hablar con él, porque las veces que tenía clases con él sólo los ignoraba y notaba su mirada de preocupación.

Esto no se podía quedar así, maldita sea la hora que hice la actuación esa.

—Isabela. —Escuché una voz de hombre a mis espaldas.

Me di la vuelta y era Diego.

—¿Qué quiere profesor? Ah no, espere. "Esto no esta bien". —Lo imité molesta.

—No pensé que aquello te iba a molestar tanto, por eso vengo en zona de paz —comentó—. Isa, puedo pagarte un psicólogo —confesó descarado.

—¿Qué? —Solté una carcajada—. No estoy loca, Diego —reclame.

—Es importante que vayas, para que estés bien emocionalmente.

—Diego ¿no me ves? Estoy perfectamente —dije con lágrimas en los ojos.

—No, no lo estas.

—¡Que sí! —respondí tratando de ser fuerte— ¿Por qué no puedo hacer como ella? —Lo abracé de repente.

—¿Cómo quién?

—Cómo ella, son amigos. Porque no puedo acompañarte, y hablarte. Yo no necesito un psicólogo, solo necesito a ti como alguien que me apoye —confesé.

—Isabela —dijo en un tono triste.

—La envidio.

Me separó de él, y dijo:

—Me arrepentiré toda mi vida, pero esta bien. Yo te ayudaré —aceptó.

—Gracias. —Ladeé una media sonrisa.

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