"Eres mía".

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Capítulo 15: Eres Mía.

—Tararaaa... tarararaa...

Flashback.

—Sí de alguien que me tengo que cuidar es de ti.

—¡Venga! No soy el malo de la historia. —Sonrió perverso.

—Te vas a pudrir en la cárcel —musite.

—Inténtalo una vez más, y verás lo mal que te irá. —Sonrió para luego irse tarareando una melodía.

"Tarararaaa tararaa...".

Fin del flashback.

Escuchaba ese tarareo de alguien. Abrí los ojos, el cual cerré inmediatamente por la luz del sol.

Miré a mis lados y me encontraba atada. Gritos desesperados salían de mi garganta, había sido secuestrada.

—Te has despertado, mi princesa Isa —habló Agustín.

Lo sabía.

—¿Tú? —Solté sin palabras.

—Sí yo —rio—,  ¿No te lo esperabas o qué?

—Sabía que eras un psicópata. —Escupí de rabia.

—Me encanta que me digan psicópata. —Susurró en mi oído.

Empecé a gritar ayuda, quería salir de allí.

—Cállate. —Bofeteo—. Grita todo lo que quieras, nadie te escuchará.

Justo recordé lo del mensaje de mi madre.

—¿Co...cómo hiciste lo de mi...mi madre? —Pregunté preocupada.

—Pues... —Se hacía el pensativo—. Nada, solo le dije que te ibas de viaje con tus amigas a Bahía Blanca. Creó, repito creó que tu madre no te aguanta ¿no? —Terminó con una sonrisa.

¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué no averiguó a dónde iba? Solo me dejó sola.

—No, no, no —repetía sin poder creerlo.

En un momento él empieza a sacar cuchillos, bisturí y cosas cortantes. Él se acerca con la tijera y me mira con deseó mi cuerpo.

—Eres muy bonita, Isa —dijo acariciando mi mejilla con la tijera.

—Eres un idiota. No te metas conmigo porque te arrepentirás —comenté sin escrúpulos.

—Me arriesgó.

—¿Te la vas a jugar? ¿Quieres cavar tu propia tumba? —amenazaba.

—Ayy, que son esas amenazas Isa. No pensé que fueras tan tigre —rio burlesco—. Eres de las tantas que dijeron lo mismo.

—Soy una joyita muy preciada para romperse, Navarro —decía intentando que no me haga dañó.

—Sí... lo eres. —Se quedó observando fijamente.

Ladeó una media sonrisa, y empezó a cortar mi ropa con las tijeras. No funcionó. Ahora verdaderamente no tenía escapatoria.

Tarareaba la misma melodía, mientras cortaba mi ropa, quedando así desnuda.

Tragó saliva, haciendo todo lo posible que no lo hiciera lo que estaba pensando. Tratando de romper la madera para escaparme con mis bruscos movimientos. Él se subió encima mío y pasó su dedo acariciando por todo mi cuerpo, hasta llegar a mis labios.

—No tengas miedo, princesa Isabela.

Posteriormente me besó, gritando con desesperación, pataleando y movimientos  de mi cabeza de un lado a otro para que ya no sintiera sus horribles labios. Pero tras otra, recibía cachetadas que hacía perder mis ganas de vivir, y seguir forcejeando.

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