"Ella se fue".

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Capítulo 18: "Noche de deseos".

—¿Cómo estás, mi queridísima princesa? —Preguntó dando presencia.

—Adolorida, sucia, sin ánimos de vivir ¿que más? —Respondí acomodándome.

—Esa no es manera de disfrutar tu último día.

—¿Tengo que estar feliz de que moriré? —Pregunte irónica.

—Hoy tienes la oportunidad de cumplir tu último deseó. —Sonrió.

—Mi deseó es...

—Shhh —interrumpió—Nada de salir de aquí —comentó.

—Mi deseó es un papel que me diga "me suicidio porque soy un cobarde asesino" con tu letra —confesé.

—¿Con mi letra? —preguntó sorprendido— ¿Por qué?

—¿Debería darte la razón del por qué? —Suspiré dramática—. Si no lo puedes cumplir, olvídalo.

—Esta bien, un deseo es un deseo. —Forzó una sonrisa.

—Quiero creer que si al menos muero, estaré pensando que te has suicidado por cobarde.

Rio.

—Me da lastima, pero respeto las decisiones. —Sonrió de oreja a oreja—. Ponte chula —comento yéndose.

—Si iba a morir, quiero creer en eso —dije en un hilo de voz apunto de llorar.

[...]

—¿No se te ocurrió otra vestimenta para mi muerte? 

—El uniforme del colegio te queda hermoso —dijo analizando. Fuimos al cuarto y mostró un bolso grande.

—¿Ves esto? —Pregunto mostrando el montón de dolares—. Es mi escapada luego de matarte.

—¿A donde iras? —Pregunté curiosa.

—Francia. 

—¿Y a dónde mandaras mi cuerpo?

—¿Tanta ganas tienes de morir? —Preguntó riendo.

Alce los hombros.

—Eso me da ganas de matarte ahora mismo. —Sonrió perverso, agarrándome del cabello. Me llevó al patio y sacó un arma.

—¿Y el deseó?

—Temo que lo verás muerta. —Ladeó una sonrisa. Recargó el arma y aterrorizada apuntó.

—Adiós, princesa.

Cerré los ojos esperando el momento en que la bala impactara contra mi piel. No fue así.

Su risa saco de contexto aquello.

—En verdad creías que ibas a morir. Obvio no.

—¿Qué? —Musité.

—Te haré sufrir hasta verte muerta tú misma.

«No», pensé asustada.

[...]

Llegué a casa de Diego sangrando. Deje mi dedo pegado en el timbre.

—¡Diego abre, por favor! —Grité viendo mi camisa ensangrentada.

—¿Tú quien eres? —Abrió una mujer alta, confusa.

—¡Isabela! —Dijo sorprendido al verme. Caí desvanecida y ellos me alzaron dispuestos ayudarme. 

Las Princesas De CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora