"Cuidado".

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Capítulo 21: "Cuidado".

—Esto tiene que ser un error, eso no estaba sucediendo —explicaba una y otra vez la situación que nadie le creía. 

—¿Entonces qué? ¿Le estaba sacando una basurita de su ojos? —Burló el director.

Reí por su comentario. Pero, me fulminaron la mirada en una situación seria para ellos.

—Lo siento —me disculpe, ocultando mi risa. 

—Profesor Luis, nunca dude de usted.

—Tiene que creerme. Yo no estaba haciendo nada con la alumna Castillo. No tengo ni siquiera interés en una.  —quiso decir algo que seguro lo estaba pensando cómo..., ¿perra? Tranquilo boy, lo sé—. Niña.

—Explíqueme alumna. 

«Plan de víctima». 

—Él... —me mordí los labios, tratando de no romper en llanto. Lo miraba dudosa de continuar.

—Tranquila Castillo, puede confiar en mí —dijo el director, al ver mis ojos húmedos a punto de llorar. Pidió que saliese el profesor para así confesar tranquila—. Ahora sí. Puede hablar. 

 —El pro-profesor no están bueno como pa-parece —balbuceaba—. Él quería tener relaciones conmigo —confesé dolida. No puedo creer que este señor creyera que me siento tan mal por un insignificante. Seguro piensa que soy una monja o algo por el estilo.

—¡Hijo de puta! Que falta de moral y ética —contestó molestó—. Llamaré a tus padres. Y no te preocupes. 

—Quiero irme. Ya no quiero estar más aquí —dije llorando. 

—Ve y espera a que venga tus padres. 

Salí de la oficina con una gran sonrisa. Asuntó hecho. Alguien tironeo de mi brazo, llevándome a un rincón. 

—Vete a la mierda, Castillo —expresó furioso él.

—No. Me. Toques, con tus sucias manos, depravado. —Ladeé una sonrisa. 

—¿Ahora estás feliz porque perderé mi título de profesor? ¿Estás feliz de haberme sacado del jueguito entre tú y Diego?

—Game over, Profesor de Arte —Dije largándome con una gran sonrisa victoriosa.

[...]

—No puedo creerlo. No puedo creer que ése profesor te haya estado ¡Ahg! —Decía mi madre, opinando del tema.

—Es una pena —dije sin más, mirando por la ventanilla del taxi.

—Pero... tú y él... no tuvieron nada ¿verdad? —Preguntó insinuando si tuvimos relaciones.

—¿Estás pensando que soy una puta? Cómo siempre criticas todo.

—¿Qué dices? ¿Te estás escuchando tú misma? —Reclamó, aquí íbamos otra vez.

—No pienso discutir contigo. Y menos con un señor desconocido que no quiere aguantar tus estupideces —opiné sincera. 

Llegamos a casa. Bajamos del taxi y tan pronto despidió y cerró la puerta de la casa, otra vez empezó con sus disputas. 

—¿Cómo te atreves hablar así?

—¿Por qué siempre quieres ganar en todo? 

—¿Qué? —Soltó desconcertada.

—¿No puedes quedarte callada, al menos una vez en la vida? A veces deseó no volver a casa. Porque mi presencia te molesta ¿no?

Levantó su mano para darme una bofetada, pero el timbre de la puerta interrumpió el acto. Apretó su puño de coraje y se dio la vuelta atender. 

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