3. Amaranth red

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La mirada de Otabek recorrió al omega apenas, murmuró un par de cosas que el muchacho no pudo entender y luego se adelantó, cargando las maletas. Yuri carraspeó y frunció el ceño, tratando de no parecer incómodo ante la situación, no es que le importara en gran medida la opinión del kazajo y que le gustara un poco -mucho- no significaba nada. Se colocó los lentes de sol y salió con la actitud calmada que solía poner antes de una reunión de sus padres con políticos que aborrecía.

Lo que podía decir hasta ese momento de Bombay -o Mumbai, como era la pronunciación correcta- es que era enorme, tan sólo desde el aeropuerto tenía esa impresión, calurosa, concurrida y eso despertaba su curiosidad, si era sincero, jamás pensó que iría a ese lugar porque él sólo había considerado los países nórdicos como su objetivo, pero no se quejaba por ese destino.

Saoirse les esperaba ya con un auto listo para sumergirse en el tráfico de la ciudad, se subió sin preguntar y se colocó el cinturón de seguridad, esperando no tener que obligarse a dormir de nuevo para evadir el mareo que le provocaba la forma tan brusca de manejar de la alfa. Para su fortuna, el trafico la forzó a ir a una velocidad moderada que le permitió admirar la ciudad, había edificios enormes y preciosos que deseo visitar. Recorrieron la bahía hasta llegar al lugar donde se quedarían y entonces se sintió un poco ofendido, de todos los lugares fabulosos que habían visto terminaron en una pequeña casa que a primera vista le hizo creer que se caería en cualquier momento.

Fue una sorpresa cuando descubrió que la casa era más grande y más bonita por dentro de lo que en verdad parecía, los muebles estaban bien cuidados y no había nada de polvo, lo cual era extraño para la pinta de abandonada que tenía.

—Por Ganesha —una mujer mayor había aparecido de un momento a otro en el salón, asustando a los presentes por su repentina y sorpresiva expresión—. Que el gran Agni me queme viva.

Yuri estuvo a punto de alzar la mano y preguntar, pero Saoirse negó levemente con la cabeza, deteniéndole.

—Siguen vivos —expresó con real sorpresa, acercándose a los dos alfas, que se veían más incómodos que el omega.

—Por suerte —Otabek esbozó una media sonrisa, dejando que la mujer pellizcara sus mejillas como si comprobara que era real—. Ha pasado poco tiempo, Sarayu.

— ¿Un tiempo? ¿Diez años les parece poco? —se quejó, pasando a revisar a la muchacha—. Pude haber muerto y ustedes no se habrían enterado, ¿qué les ocurrió para que finalmente decidieran venir a visitarme?

—Estamos...trabajando, Sarayu, no venimos de visita —le detuvo ella, antes de que continuara su regaño.

—Claro, tenía que ser, ustedes nunca me visitan —giró su cabeza hacia el desconocido y sus pasos apresurados llegaron a su lado para comenzar a revisarlo.

Yuri fue girado, manoseado y olfateado por la mujer, quien parecía ser una alfa con una curiosidad muy extraña, examinándolo con cuidado, casi sacaba una lupa y lo interrogaba, pero se detuvo de forma abrupta para hacer un gesto triste volteando a ver los otros dos presentes.

—Él...

—Se llama Yuri —interrumpió Saoirse de nuevo, llegando al lado del menor—, y le enseñaré su habitación —empujó al muchacho de los hombros con la maleta colgada al hombro, sin dejar que la anciana dijera ni una palabra al respecto.

El rubio parpadeó más que confundido, escuchó las voces de los otros dos murmurar algo que no alcanzó a comprender y se dejó llevar escaleras arriba al que sería su dormitorio. Había algo ahí, muy extraño, que al parecer no querían decirle. Se detuvo a medio camino y giró para ver a la mayor que tenía la mirada perdida con una mueca difícil de leer.

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