12. Ruby red

2.2K 423 96
                                    

Yuri suspiró completamente decidido, tenía una actitud completamente diferente después de hablar con su madre. Siempre sabía qué decirle y esta vez no había sido la excepción.
Arreglo su cabello, lo mejor que pudo, y salió a recuperar lo que era suyo -o lo que se suponía que lo era-.

Bajó en compañía de Saoirse y encontró a Otabek charlando con una muchacha, arrugo la nariz cuando percibió el aroma del alfa en la beta.

—Tardaste mucho —se quejó Saoirse, se veía fastidiada y seguro era por la extraña.

—Mamá me estaba contando unos problemas que tuvo—se excusó dirigiéndole una mirada a la beta que arqueó una ceja, claramente ofendida.

—Bueno, fue divertido—dijo ella como si supiera que debía irse entonces—. Adiós, Ota—se despidió agitando la mano, saliendo del hotel primero y sin voltear a ver a los otros dos presentes.

Otabek guardó las manos en los bolsillos y giró, esperando saber que harían ese día, encontrándose sólo con la molestia de ambos.

— ¿Qué?—preguntó arqueando una ceja, como si realmente no supiera lo que pasaba.

—Apestas a beta—se quejó Yuri, cruzándose de brazos—, vamos, antes de que vomite, pudiste escoger una más bonita, ¿sabes?

Saoirse sonrió, que el omega no se quejara ni hiciera un berrinche era seguramente porque tenía alguna idea procesando.

—Yo me quedaré—dijo la alfa, atando su cabello en una coleta—. Pagaré por la habitación extra de Beka y devolveré las cosas a la de nosotros.

—Sólo quieres quedarte a dormir—se quejó el lobo, sin inmutarse.

Ella se encogió de hombros y comenzó a caminar lejos de ellos, en dirección a la recepción. Yuri esbozó una sonrisa infantil y tomó la mano de Otabek para jalarle fuera del modesto hotel, tenían que ir a la basílica de San Marcos y lo haría comprarle una máscara de las que tanto le gustaban. El alfa se sentía extrañado, hacía unos días el muchacho le había dicho que no quería nada que ver con él y ahora se comportaba como si no hubiesen hablado nada de eso... ¿estaría jugando?, esperaba que no, le había dolido su rechazo.

Viajar en góndola le gustaba demasiado, lo había descubierto desde la primera vez que se subió con Saoirse y se portó como gatito, mirando ambos lados. El viaje fue relativamente corto hasta la Plaza de San Marcos, se dieron tiempo de recorrer la basílica y llegar al Palacio Ducal. Nada de eso lo había planeado pero estaba bien porque se sentía como un viaje cualquiera, podía olvidar por unas horas que estaba ahí huyendo de la mafia rusa.
El recorrido en el palacio fue interesante, y pasar a la prisión lo fue aún más, deteniéndose en el pequeño puente que conectaba ambos edificios.

Yuri se asomó por las pequeñas rendijas que estaban donde tendría que haber una ventana, pensando que lo horrible que pudo ser pasar por ahí y dejar de lado los sueños que alguna vez tuviste.

—Debió ser aterrador—murmuró tocando el borde de la rendija de luz.

— ¿Qué cosa?—preguntó extrañado, habían estado en silencio todo el camino y que le hablara ahora le había tomado desprevenido.

—Esto era lo último que veían, apenas se distingue la luz y el agua.

—Eran sólo para alfas por lo mismo, les quitaban la autoridad, la libertad y sólo quedaba el miedo—apenas entraba una brisa por las pequeñas rendijas—. Si hubieran traído a omegas y betas también, probablemente habrían sido peores condiciones.

—Hay una leyenda—murmuró sin verle—. Dice...que si dos enamorados suspiran al mismo tiempo en este puente, estarán juntos toda la eternidad.

Red deliciousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora