8. Scarlet red

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Suspiró con tristeza viendo por la ventana, Viena era preciosa y él no podía disfrutarla porque se sentía algo culpable. No, no es que fuera su problema, pero luego de lo que había escuchado en secreto se sentía culpable por saberlo sin permiso -y encima culpaba enteramente a su madre por darle esos sentimientos-.
Además, tenían ahí dos días y no podía salir de la habitación de hotel porque aún estaban haciendo recorridos por el lugar para asegurarse que no había peligro alguno, ese era el peor viaje que había tenido.

Otabek entro en la habitación y se sentó en la orilla de la cama, cansado, Saoirse salió del baño y antes de que Yuri pudiera protestar por algo ya había salido de la habitación. Las cosas eran así, se hablaban lo necesario y él tenía que hacer sus berrinches a solas porque no le prestaban atención.

Suspiró cansado y se echó en la cama, deseaba saber cómo convertirse en gato para esconderse en el closet, pero sabía bien que era pésimo para el cambio. Bufo y cubrió su cara con una almohada para que no le escuchara maldecir en ruso, en caso de que le entendiera.

Otabek giró para ver al menor, conteniendo sus gritos contra la tela, arqueo una ceja y vio la hora, creía que le gustaría salir, pero ahora no sabía si era buena idea decirle o si debía esperar a que terminara. Suspiró muy cansado y optó por no esperar más, tal vez si él omega podía salir, dejaría de comportarse tan extraño.

—Yuri, termina de arreglarte.

El rubio se quitó la almohada y le vio confundido, le había interrumpido a medio grito.

—Ya puedes salir.

—No quiero.

— ¿Siempre llevas la contraria a todo lo que te dicen?

—Por supuesto, soy un gato —se cruzó de brazos y desvió la mirada, enfadado—, no puedes decirme que hacer.

El otro rodó los ojos y sonrió levemente, divertido.

—Sí, claro —pellizcó su mejilla, dejándola roja—. Báñate y cámbiate, anda, creí que querías salir.

Le dio un golpe a su mano para que le soltara y se puso de pie, golpeando el suelo al caminar al baño, quería una ducha caliente y una malteada de chocolate.
Bostezó cansado mientras se desvestía, abrió las llaves y dejó que el agua recorriera su cuerpo, ayudándole a relajarse un poco, sonrió ampliamente mientras hacía una lista mental de todos los lugares a donde arrastraría a Otabek ese día.

Escuchó ruido afuera del baño y se preguntó si el alfa se había caído o algo, pero no quiso preocuparse mucho porque, bueno, era un militar, no creía que una caída pudiera hacerle daño en realidad. Terminó de bañarse y salió de la ducha envuelto en una toalla mientras secaba su cabello con otra, abrió la puerta, esperando tener un poco de privacidad para arreglarse, pero se sorprendió con lo que encontró.

Saoirse detenía a Otabek que parecía forcejear con ella para acercarse al baño, su cabeza se llenó de preguntas que no pudo hacer porque no podía decir ni media palabra.

— ¡Yuri!

El grito de Saoirse le hizo salir de su letargo, vio un destello y extendió las manos atrapando unas llaves.

— ¡Vete a la habitación siguiente!

—Pero...

—Toma tu maleta y enciérrate en la habitación hasta que yo vaya —gritó de nuevo, empujando a Otabek del pecho que tenía la mirada distinta y luchaba con la mujer por soltarse—. ¡Yuri!

El último grito le hizo reaccionar y tomó su maleta para salir con prisa de la habitación, escuchando a la loba pelear con el mayor incluso después de que la puerta se cerró y él corrió al cuarto que indicaba la llave en su mano, no entendía absolutamente nada, pero era mejor hacerle caso a ella si estaba tan acelerada debía ser por algún motivo razonable.

Red deliciousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora