24. Raspberry red

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Yuri estuvo triste durante los siguientes meses, incapaz de leer la carta que Otabek le había dejado pues sería resignarse a lo que había ocurrido. Sin embargo, no dejo que su depresión le hiciera caer, Yuri podía tener sus momentos tristes, ansiosos y de pánico, pero no por eso se dejaba caer, menos ahora que tenía una responsabilidad tan grande en el hospital.
Así que todos los días iba, no faltaba ni en días que podía descansar, lo usaba como distracción y gracias a ello se mantenía distraído la mayor parte del día. Luego, cuando llegaba a casa, se sentía terrible y evitaba dormir en su habitación, donde la caja le esperaba como cada noche.

Llevaba todo el tiempo, colgadas al cuello, las placas de identificación de Otabek y había comenzado a firmar como Yuri Altin desde la noticia, todo el dinero que recibió como pensión se encontraba intacto en el banco. Casi no dormía por las noches y Saoirse le llamaba todos los días para asegurarse que siguiera existiendo, a ella también le había dolido porque perdió a su mejor amigo...pero sabía bien que le había dolido más a Yuri por todo lo que fue, pudo ser y nunca sería.

El muchacho arrastró los pies hasta las camas para los del turno nocturno, se hizo ovillo en una desocupada y cerró los ojos de manera voluntaria por primera vez en mucho tiempo, el director le había mandado a descansar pero aún no quería ir a casa porque volvería a sufrir por ver esa maldita caja que todos los días le recordaba su desdicha. Si tan sólo se hubieran conocido antes...hubieran tenido más recuerdos juntos y tal vez una familia ya hecha, pero no y tampoco pasaría, porque él ya no estaba, ni volvería, Yuri había perdido a su pareja destinada de una forma cruel.

Se quedó inmóvil un rato, con las placas en su mano como si así pudiera sentirse cercano a su Beka, recordaba a la perfección la última platica que habían tenido y se sentía irremediablemente culpable siempre que la idea de que lo distrajo llegaba a su mente. Era una tortura. La peor de las torturas.
Se removió en la cama y abrió los ojos para observar la pared pintada de azul, era un azul muy triste como el de la bolsa de tela de su caja.

Giró para darle la espalda a la pared, hizo una mueca y recordó el color rojo en sus labios, pensó que podía parecer una tontería que lo usara aún pero le recordaba lo bonito que vivió con Beka, como el paseo en Venecia, el puente de los Suspiros o la noche que pasaron juntos en París...al menos eran recuerdos únicos que no cualquiera podía presumir que vivió.
Si teléfono vibro en el bolsillo de su pantalón y lo saco a regañadientes, tenía los ojos cerrados otra vez así que no veía el nombre que aparecía en la pantalla y batalló un poco para encontrar el icono para contestar.

—Cariño — la voz de su madre sonaba preocupada—. El doctor Yamada me escribió hace un rato preguntando si ya estabas en casa, ¿dónde estás?

—Aún en el hospital —respondió luego de un suspiro—, estoy juntando mis cosas para irme a casa.

— ¿Y no quieres que vaya por ti?

—No, me hace falta caminar.

— ¿Estás seguro?

—Sí, mamá, estoy seguro —sonó incluso más fastidiado de lo que hubiera querido, pero ya lo había dicho—, te veo en casa.

—No tardes, Yuri, por favor.

—Lo intentaré —prometió sin ganas, poniéndose de pie para comenzar a caminar fuera de la habitación.

—Gracias, bebé.

Colgó sin responder y guardo el teléfono en el bolsillo de nuevo, arrastrando los pies por sus cosas para salir de ahí. El camino hasta la salida se le hizo eterno, evitó a todas las personas que encontró en el camino para no escuchar más palabras vacías de consuelo, odiaba que todo el mundo le dijera lo siento cuando sabía bien que no sentían nada, solamente le creyó al soldado que le dio la noticia porque lo vio realmente afligido. El cielo ya estaba anaranjado y rojo, el atardecer estaba brillante ese día, pero Yuri sólo distinguía colores opacos y grises, algo normal en un omega deprimido.

Se movió hasta la estación del metro, pensando que sería más rápido y menos tedioso, por la hora, aún era temprano y no había tanta gente. Se sentó en silencio, en otros días llevaría sus audífonos para relajarse el resto del día, pero no había punto en escuchar música para él.
Casi perdió su parada, pero salió de último momento antes de que las puertas se cerraran, despertando un poco de su letargo, aunque en realidad seguía tan perdido como el día que le dieron la triste noticia.

Divisó su hogar y sus pies se sintieron aún más pesados, haciéndole caminar más despacio. Cuando entrara, su madre le abrazaría y trataría por todos los medios de que se animara un poco, le cocinaría y le acompañaría a su habitación, esperando que pudiera dormir esa noche. Se esforzaba bastante por él y era algo que le agradecía enormemente, pero su corazón parecía no querer ayudarle a animarse un poco.
Soltó un suspiro pesado al detenerse en la entrada, buscando las llaves en su mochila, lo había pensado bastante y esa noche finalmente leería la carta de Otabek, pensaba que eso podía ayudarle de alguna manera, tal vez negarse no había sido la mejor opción.

Entró y limpió sus zapatos en la alfombra, sintió los brazos de su madre en el proceso y sonrió levemente, dejándose hacer como el gatito mimado que, fingía, aún era. Los besos en su cabeza le hicieron cerrar los ojos y lleno sus sentidos del aroma de su madre.

—Cariño, tengo algo para ti.

Suspiró nuevamente, seguro Viktor le había comprado algo esperando que pudiera animarlo un poco, pero sólo había una cosa que le devolvería la felicidad y no pasaría.

— ¿Puedo...tomar un baño primero?

—No, mi amor, quisiera que veas mi sorpresa antes de cualquier otra cosa.

Bien, entonces su madre tal vez había hecho -podía ser comida o un pequeño regalo hecho a mano- algo especial para él, como cada tarde de los últimos tres meses.

Asintió resignado y dejó la mochila de lado para dejarse llevar a la sala, como cada tarde, le cubrió los ojos con las manos asegurándose de que no viera nada.

— ¿Listo? —preguntó cuando se detuvieron—. ¡Sorpresa! —dijo quitando las manos, sin esperar una respuesta.

Yuri no quiso abrir los ojos pero tampoco deseaba decepcionar a su madre. Abrió los ojos poco a poco y vió frente a él, incapaz de decir nada.

—Mamá... ¿qué...?

—Hola, Yura.

—Hola, Yura

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Hey y'all!

Como están? Ya me iban a linchar? Jajajaja aquí la conti que será alivio para todas, verdad criaturas hermosas? XD recuerden esto! Tip de escritora(?) si dicen que no encontraron el cuerpo, siempre vuelve uwu

Gracias por leer, votar y comentar!
Lof, smooches y galletitas!

Rae Rae (◡‿◡✿)

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